El ‘Estado profundo’ y la guerra del narco

    La intervención contra los cárteles mexicanos de la droga, particularmente el de Sinaloa, el Jalisco Nueva Generación, la familia Michoacana y el del Noreste, tiene, sí, el objetivo de responder políticamente a las exigencias de la base electoral trumpiana, pero, sobre todo, busca sujetar y subordinar aún más a México bajo su órbita en un intento de detener la lenta pero visible caída estadounidense en la competencia geopolítica mundial con China.

    El hecho más contundente y reciente de que el “Estado profundo”, es decir, la burocracia permanente en diferentes secretarías de Estados Unidos, sobre todo las que tienen que ver con la seguridad nacional, como la CIA, la DEA, el FBI, las Fuerzas Armadas, el Departamento de Homeland Security, es quien determina en última instancia las intervenciones en el extranjero contra quienes consideran fuerzas que dañan, atentan o ponen en riesgo la seguridad del país de las barras y las estrellas, fue la detención de Ismael “El Mayo” Zambada.

    Ese suceso que ha sido un parteaguas en la historia de Sinaloa y, si nos apuran, en las relaciones de México con Estados Unidos, aconteció durante el gobierno de Joe Biden y no el de Donald Trump. Ese hecho intervencionista ilegal y violatorio de la soberanía mexicana ya anunciaba lo que más abiertamente está haciendo el hombre naranja, incluso forzando a que el gobierno de Claudia Sheinbaum acepte, a veces velada, a veces abiertamente: las acciones de espionaje, asesoría e intervención militar estadounidense.

    Los vuelos de espionaje aéreo en espacio fronterizo, y más particularmente en el cercano al suelo sinaloense, las continuas declaraciones de los funcionarios de las secretarías y otras dependencias gubernamentales que tienen que ver con México e, incluso, la iniciativa de ley que en los próximos días presentará Tim. F. Furchett, congresista por el estado de Tennessee, en la que propone autorizar a Donald Trump que “encargue a individuos o grupos privados armados y equipados, el arresto de personas y activos de cualquier cártel, miembro de un cártel u organización ligada con un cártel”, están en su conjunto dirigido a intervenir en México con sus agentes oficiales o mercenarias para combatir a los narcotraficantes. ¿Y quién puede dudar que el primer estado en ser intervenido será Sinaloa, como de hecho ya lo hizo en el caso de “El Mayo” Zambada?

    La detención del 25 de julio de 2024 fue tan sólo un anuncio de lo que muy seguramente vendrá en los próximos meses.

    Es decir, el actual dueño de la Casa Blanca lo que está haciendo es acelerar y profundizar la intervención del Estado norteamericano en diferentes partes del mundo, y más destacadamente al sur de su frontera, buscando preservar su hegemonía en una etapa histórica en la que es evidente su declinación industrial, comercial y tecnológica ante China y otros países del mundo.

    La intervención contra los cárteles mexicanos de la droga, particularmente el de Sinaloa, el Jalisco Nueva Generación, la familia Michoacana y el del Noreste, tiene, sí, el objetivo de responder políticamente a las exigencias de la base electoral trumpiana, pero, sobre todo, busca sujetar y subordinar aún más a México bajo su órbita en un intento de detener la lenta pero visible caída estadounidense en la competencia geopolítica mundial con China. Cuando Trump habla de MAGA (“Make America Great Again”) es justamente recuperar la etapa dorada de Estados Unidos que nació después del fin de la Segunda Guerra Mundial y empezó a debilitarse en la década de los 80 del siglo anterior.

    El combate a los cárteles de la droga tiene también como objetivo impedir que la inseguridad llegue a impactar a tal grado la producción, las cadenas productivas y traslado de mercancías a los Estados Unidos, que afecte la recuperación económica que pretende Donald Trump. No se nos olvide que los cárteles han diversificado mucho sus actividades criminales, las cuales van mucho más allá de la producción y comercialización de estupefacientes y han generado mucha zozobra en gran parte del territorio mexicano.

    Trump podrá seguir utilizando los aranceles como instrumento para imponer otras políticas, y podrá ponerlos y quitarlos según vea que beneficien o perjudiquen a la economía de su país. Podrá cerrar o abrir la válvula de la inmigración según las necesidades del mercado laboral de Estados Unidos, tal y como ha sucedido en otros momentos de la historia, pero el poder del narco mexicano sí buscará minarlo seriamente porque pone en riesgo las inversiones estadounidenses al sur de la frontera y porque las muertes por fentanilo ya son un serio desafío al sistema de salud de la Unión Americana y una real preocupación de la población norteamericana, pretexto inestimable para presionar permanente y férreamente al Gobierno mexicano, cualquiera que sea su signo. No hay cómo exhibir un chivo expiatorio externo ante su incapacidad y/o fallas para contener el creciente consumo de drogas en Estados Unidos. Sin el gigantesco mercado estadounidense de las drogas ilícitas, los cárteles mexicanos jamás tendrían el enorme poder que han logrado acumular.

    Así que en Sinaloa preparémonos para ver una etapa más intensa de la guerra narca con una más abierta participación gringa y mayor involucramiento del Gobierno mexicano. ¿Cuánto tiempo podrán resistir las dos fracciones del otrora Cártel de Sinaloa? No sabemos, pero lo que sí es seguro es que los están golpeando seriamente y, por lo menos a corto plazo, quedarán disminuidos.

    ¿O antes de que los pongan contra la pared habrá una negociación entre ellos y con los gobiernos de Estados Unidos y México?