La teoría del espiral del silencio es un estudio realizado por la filósofa y politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann, una investigación que explica cómo se forma la opinión pública a partir de la interacción entre individuos y su entorno social, y de cómo los individuos pueden renunciar a sus propios juicios por temor al aislamiento. Un estudio bastante interesante realizado en la década de los 80, planteamientos que al paso del tiempo se han ido adaptado a las distintas épocas y realidades sociales, incluyendo al dinámico avance de las tecnologías de la comunicación en la era digital.
Para Noelle-Neumann, explica el sociólogo español Antón Castromil, las personas tenemos el don de percibir el desarrollo de las opiniones en su ambiente. Que frente a determinados temas controvertidos, algunos hacemos públicas nuestras opiniones abiertamente, mientras que otros reservan sus juicios y opiniones. De este modo algunas personas permanecen deliberadamente en silencio porque perciben que sus opiniones contradicen a las mayorías y creen que expresarse les podría reportar algún tipo de escarnio frente a los demás. Así los puntos de vista disidentes irán paulatinamente desapareciendo de la escena, al quedar enmudecidos sus partidarios. Este proceso es el que la autora llama la espiral del silencio y sería lo que, en última instancia, explicaría la formación de la opinión pública.
En México, como en la mayoría de los países occidentales, la libertad de opinión es uno de los valores de la democracia que más se mencionan en el discurso político, no obstante, este fenómeno del espiral del silencio, adquiere matices distintos entre el contexto nacional y sus diferencias en un contexto local. Sin embargo, a pesar de que existe un ambiente de notable “libertad” para opinar desde las redes sociales, no es lo mismo opinar sobre temas de carácter nacional que de asuntos locales en las entidades.
Por ello, de acuerdo con Noelle-Neumann, la opinión pública radica en aquellas actitudes o comportamientos que se expresan en público para no permanecer aislado y en temas de controversia, las opiniones más comunes son aquellas que uno puede expresar sin correr riesgos de aislarse.
La teoría del espiral, sobre decidir en lo individual lo que se expresa públicamente o se mantiene en silencio, es aún vigente en nuestras actividades diarias; por ejemplo, es notable una conducta social muy generalizada sobre temas que son “convenientes” abordar y los que no deben ser tratados en lo público, aún y cuando no se esté de acuerdo, ya que de ello depende enfrentar o no el aislamiento de una supuesta “mayoría”, que pudiera estar sometida por las élites de poder.
Podemos encontrar estos espirales del silencio en comunidades laborales, políticas, educativas, culturales, empresariales, y otras, que conforman “minorías del silencio”, que en ocasiones llegan a ser mayorías, según sea el nivel, digamos, “de confort” de sus integrantes o de coerción de quienes controlan el estatus quo.
Esta circunstancia de “silencio obligado”, termina por aniquilar la capacidad crítica de estos espacios de comunidad social. En las áreas de trabajo, es muy común encontrar una misma forma de pensar con respecto a los criterios del “jefe” en empresas privadas o de las preferencias políticas en la administración pública. Lo mismo sucede en las instituciones de educación superior, en las que grupos de académicos convertidos en élites de poder, controlan la opinión y las actividades públicas tanto al exterior como al interior de sus comunidades académicas.
Esta condición de silencio y ausencia del pensamiento crítico, contribuyen de manera incesante al deterioro de instituciones públicas y privadas. Principalmente si entendemos que el pensamiento crítico ofrece elementos de juicio para mejorar las decisiones, propiciar liderazgos, resolver conflictos y formular soluciones y políticas más efectivas a problemas sociales y corporativos. En el caso de las instituciones de educación el daño es mucho mayor cuando se anteponen intereses grupales y políticos, de tal suerte que el pensamiento crítico no se refleja en la práctica, ni forma parte de sus actividades académicas más allá de su valor curricular y de evaluación.
Estos casos en los que se padecen los espirales del silencio y la nula práctica del pensamiento crítico, no sólo fomentan círculos de subdesarrollo, sino que contribuyen a que las personas duden de su capacidad de juicio y crítica.
En Sinaloa, las espirales del silencio y el abandono del pensamiento crítico, se mantienen muy presentes en las instituciones gubernamentales y de educación superior. Los relevos que en los últimos meses se han visto tanto en universidades como en gobiernos recientemente electos, no parecen considerar los cambios sobre estas dos realidades que mantienen en la postración y el atraso al desarrollo social y económico de las mayorías.
Revalorar la importancia de la opinión pública y el pensamiento crítico, es reconocernos en la capacidad del entendimiento por encima de cualquier tipo de impostura que limita nuestra libertad y el derecho para imaginar el futuro que como sociedad anhelamos.
Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo martes.