El drama de la vida

    La música clásica contagia y cultiva las emociones, pero cuando la alimenta el drama adquiere otra dimensión.

    Hay quienes convierten su vida en un drama; es decir, todo lo interpretan desde un ángulo sufrido, trágico y doloroso. Definitivamente, hay personas exageradas con respecto al dramatismo de la vida, pero es justo reconocer que no podemos evitarlo.

    Etimológicamente, la palabra drama significa hacer o actuar. Por tanto, todos tenemos que vivir con drama, pues no es admisible que permanezcamos en la inacción. Experimentar el drama de la vida equivale a reconocer que todos experimentamos conflictos, problemas y momentos de contrariedad.

    Lo que se denomina género dramático abarca un amplio abanico de manifestaciones artísticas, tanto en la comedia como en la tragedia, en las que se incluyen diversas representaciones. El drama se sirve esencialmente del diálogo para expresarse, pues su naturaleza estriba en la representación que realizan los personajes, no en una simple narración o relato.

    Hoy, a las 19:30 horas, en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen, el Instituto Sinaloense de Cultura ofrecerá su tercera presentación del Stabat Mater de Carl Jenkins, obra de profundo y sacral misticismo que recuerda el drama vivido por María al pie de la cruz.

    La música clásica contagia y cultiva las emociones, pero cuando la alimenta el drama adquiere otra dimensión, como reconoció Antonín Dvorak, compositor de grandes sinfonías:

    “Mis editores me piden más música de cámara... Me consideran un sinfonista, pero ahora no siento la necesidad de seguir explorando ese universo, creo que he demostrado sobradamente en estos últimos años que lo que más me interesa es la creación dramática... No se trata de un vano deseo de gloria teatral, sino del firme convencimiento de que la ópera es el medio de expresión que mejor se adapta a nuestra nación, es el que llega más directamente al público más importante”.

    ¿Exagero el drama?