El divino Schubert

ÉTHOS
29/05/2024 04:00
    Schubert fue alumno de Antonio Salieri y un gran exponente del Romanticismo. Vivió pocos años, falleció a los 31 diagnosticado de fiebre tifoidea, aunque se cree haya sido sífilis, pero su obra es inmensa.

    Por su genialidad musical, a Franz Schubert se le concedió el apodo de “Divino”. Vivió en la Viena de Haydn, Mozart y Beethoven. Su amigo, el poeta Franz Grillparzer, escribió su epitafio: “El arte de la música no sólo ha enterrado aquí un preciado tesoro, sino esperanzas aún más espléndidas”.

    Schubert fue alumno de Antonio Salieri y un gran exponente del Romanticismo. Vivió pocos años, falleció a los 31 diagnosticado de fiebre tifoidea, aunque se cree haya sido sífilis, pero su obra es inmensa.

    C. Schonberg, gran historiador de la música, describió la personalidad de Schubert: “Era un hombre de apariencia tierna: pequeño (aproximadamente 1.67 m), bastante rellenito como para ser apodado Schwammerl (gordito), de cabello castaño rizado, una nariz redondeada, una cara redonda y un hoyuelo en el mentón. Su vista era mala y siempre llevaba gafas”.

    Escribió 637 canciones (lieder) para poemas de escritores famosos, además de sinfonías, sonatas, óperas, misas, cantatas, impromptus, obras corales; pero, es más popular por el Ave María, el quinteto La Trucha y su octava Sinfonía, conocida como La inconclusa o inacabada, porque solamente consta de dos movimientos.

    En un manuscrito que tituló Mi sueño, escribió: “Canté canciones durante muchos, muchos años. Si quería cantar al amor, a mí se me convertía en dolor. Y si quería volver a cantar únicamente al dolor, a mí se me convertía en amor”.

    Este jueves 30 de mayo, en el Pablo de Villavicencio, y sábado 1 de junio en el MASIN, a las 19:30 y 12:30 horas, respectivamente, la OSSLA y el solista Isidro Muñetón en el clarinete, bajo la conducción del director huésped, Roberto Rentería Yrene, interpretarán la Octava Sinfonía de Schubert, además del Concierto para clarinete, de Mozart, y la famosísima Obertura Guillermo Tell, de Rossini.

    ¿Disfruto su divinidad?

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