En unos días, el 6 de abril, se conmemora el Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz, en un momento de desconcierto nacional e internacional sobre el papel del deporte como instancia pacífica, segura y promotora de la paz. Por un lado, el pasado 5 de marzo se suscitaron acciones violentas por parte de un sector de pseudo aficionados en el Estadio Corregidora de Querétaro. Hechos que cimbraron al País y tuvieron repercusiones internacionales desfavorables para la imagen de México y su futbol. Por el otro, la invasión de Rusia a Ucrania desencadenó diversas reacciones del mundo deportivo para mostrar su desaprobación a estas acciones militares.
Sobre este último punto, tras meses de tensión, el 24 de febrero del año en curso, Rusia inició una invasión contra Ucrania, la cual continúa en la actualidad y ha causado cientos de muertes, destrucción y desplazamiento humano. En primer término, y quizá pasando un tanto desapercibido, el Comité Olímpico Internacional (COI) condenó enérgicamente el quebrantamiento de la tregua olímpica. Ésta se adopta en la Asamblea General de la ONU previo a cada Juegos Olímpicos, tanto de verano como de invierno. En el caso de los Juegos Olímpicos Invernales de Beijing, se aprobó por unanimidad, incluido Rusia, que siete días antes del inicio de éstos (4 de febrero) y siete días después de la culminación de los Paralímpicos de Invierno (18 de marzo) los miembros de la ONU se comprometen, entre otros a, adoptar medidas para promover y fortalecer una cultura de paz y armonía, y se exhorta a todas las partes beligerantes en los conflictos armados en todo el mundo a que acuerden alto al fuego y se brinden así la oportunidad de resolver las controversias pacíficamente.
Por tanto, el COI expulsó a Rusia de todas sus competencias y llamó a no invitar a deportistas de ese país y de Bielorrusia a competencias deportivas. Acciones similares tomó la FIFA, la UEFA y demás federaciones deportivas. Otro tipo de reacciones han consistido en cancelar eventos deportivos a efectuarse en aquel país, así como romper vínculos comerciales con marcas y empresas rusas. Por otro lado, diversos equipos deportivos y atletas individualmente se han opuesto a competir contra deportistas y escuadras de aquella nación. Finalmente, la mayoría de las ligas y deportistas en el mundo han llamado a la paz y condenado el conflicto recién iniciado.
Se pueden apreciar tres tipos de medidas, las cuales en muchos casos se vinculan estrechamente: 1. Boicot económico y comercial de la industria deportiva, que afecta directamente a empresas y al Gobierno ruso; 2. Cancelación de eventos deportivos en Rusia para evitar asociarse con ese país, una suerte de condena moral; 3. Eliminación de deportistas y equipos rusos de cualquier competición, lo cual también marca un distanciamiento con ese país, pero afecta directamente a los atletas, quienes no son responsables de las acciones de su Gobierno.
Estas medidas son punitivas contra Rusia y, alguna de ellas, afectan al deportista. El medio deportivo no se ha centrado en realizar acciones de distensión, de promoción de paz y de apoyo a los atletas que padecen el conflicto. Es necesario que se replanteen los enfoques y se le dé más peso a los valores deportivos y a las acciones colectivas en favor de la paz, no sólo en rechazo al agresor. En este sentido hay tareas que se podrían hacer, pero en las que no está enfocado el ecosistema deportivo ¿quiénes están velando por el respeto a los derechos humanos de los deportistas y sus familias en Ucrania? ¿quién está concentrado en el apoyo a los atletas desplazados y en proceso de refugio? ¿se están dando alternativas a deportistas rusos para que continúen entrenando y compitiendo? ¿alguien está hablando con instancias deportivas rusas para explorar opciones para el llamamiento de la paz desde esa trinchera? ¿FIFA/UEFA organizarán partidos por la paz en los que además se recauden fondos para ayuda humanitaria?
El caso de México es diferente, la violencia se dio dentro de un acto deportivo. La paz y la convivencia social fueron rotas dentro de un estadio. Esto prácticamente imposibilita que el futbol mexicano impulse mensajes y prácticas de paz y cordialidad al exterior de su entorno. Cuando finalmente existía un camino ya trazado y en práctica para erradicar el grito homofóbico de los estadios, se presentó un hecho que transgrede a otros derechos humanos: el de la vida y la integridad física.
En este contexto, los actores públicos y privados responsables del deporte en el País, especialmente los vinculados al futbol, deben modificar por completo el enfoque en que se construye la convivencia y las prácticas en los estadios y sus entornos. Hay que reeducar a alguna parte del público deportivo y articular un conglomerado de aliados para hacerlo; tomar todas las medidas preventivas, incluso si se contraponen a intereses comerciales, para erradicar todo tipo de violencia de los estadios y, finalmente, garantizar medidas y protocolos para la convivencia pacífica en los eventos deportivos.
El futbol y el deporte en México, sobre todo el de alto impacto y poder económico, debe ser una fuente de integración y concordia social, primero desde sus propias prácticas y actividades, y después vincularse con actores nacionales e internacionales para llevar a la práctica medidas y mensajes que vayan en congruencia con lo anterior. Por otro lado, las autoridades y empresas más importantes del deporte en el mundo no sólo se deben erigir como jurado en los conflictos mundiales. El deporte es una actividad con atributos pacificadores, y sus manifestaciones están frente a nosotros y no los vemos: los aficionados y futbolistas de Querétaro F.C. que ayudaron a proteger a los seguidores del Atlas en medio del conflicto; los deportistas rusos que se oponen a la guerra contra Ucrania. Ahí hay que poner los acentos y potencializar el deporte en favor del mundo y nuestras sociedades.