El debate eclipsado

    No había terminado de pasar el mitote de las bandas en Semana Santa cuando se viene encima el suceso extraordinario del eclipse solar del 8 de abril para opacar aún más el debate presidencial del 7. Hay razón para que eso sea así. Debates presidenciales va a haber tres este año y cada seis años los habrá, pero un eclipse se presenta muy pocas veces. Pasan décadas para que la naturaleza nos obsequie sus regalos inigualables. Y, por si fuera poco, la naturaleza es inmensamente más bella y generosa que la política.

    Al menos en Sinaloa las noticias de esta semana han oscurecido las del primer debate presidencial. Posiblemente no sea así en el resto del País, pero en los medios de la Ciudad de México hay una especie de empate mediático entre el interés por el debate y el que hay por el eclipse.

    Y es que, en realidad, las campañas presidenciales, a pesar de su presencia abrumadora en televisión, radio y redes, no han logrado prender a la audiencia ciudadana. Esto es así porque, en gran medida, las campañas, en términos reales, llevan meses si no es que más de un año. Es decir, existe una especie de saturación propagandística en los ciudadanos, Pero, quizá, también porque la elección presidencial parece definida en favor de Claudia Sheinbaum. Su ventaja, según casi todas las encuestas es enorme, salvo la que recién publicó El Financiero donde, aun siendo del 17 por ciento, se redujo ligeramente.

    Hay otras razones por las que en Sinaloa el debate ha sido eclipsado y, no tan sólo, que valga el juego de palabras, por el eclipse.

    Una, fue el secuestro de 66 personas en Culiacán que se convirtió en noticia nacional. Suceso que, por cierto, no termina aún de comentarse porque hay gentes sin aparecer. Por otra parte, las opiniones críticas sobre las declaraciones del Gobernador Rubén Rocha y el poderío de los hijos de “El Chapo” Guzmán en Sinaloa no cesan en los medios de alcance nacional.

    El otro hecho que generó múltiples notas, reportajes, comentarios, memes, videos y todo tipo de opiniones fue el debate en torno a las bandas en las playas de Mazatlán. De manera inesperada se convirtió en un tema que predominó en todos los medios mexicanos y que, incluso, fue retomado en escenarios periodísticos internacionales. El villano de esta reciente historia sinaloense fue el empresario Ernesto Coppel y la muchacha bonita fue la tambora. Un exceso histriónico del hotelero en su crítica al comportamiento de los banderos en las playas mazatlecas fue la chispa que prendió la mecha de la indignada identidad cultural sinaloense.

    Sin duda, la tambora es una de las creaciones culturales sinaloenses más poderosas y enraizadas de la idiosincrasia regional, sobre todo en la mazatleca porque en el puerto nació, pero muchos creen que sus manifestaciones no pueden ser criticadas ni con una pestaña de Lola Beltrán.

    La música de banda es inevitablemente estruendosa, no puede ser de otra manera porque sus instrumentos así lo dictan, pero cuando la magnifican con altavoces impone una verdadera dictadura auditiva, no se pueden escuchar más que sus notas, lo cual tienen que pagar todos aquellos que estén a su alrededor en un radio de 100 metros. Ya de por sí, sin altavoces, la banda monopoliza los decibeles.

    Siendo realistas y sabedores de las debilidades de la normatividad mexicana, la tambora, así como las pulmonías, las aurigas, los razers y todos los mazatlecos que gustan de la música estruendosa, van a seguir imponiendo sus decibeles en el lugar, hora y circunstancia que quieran, máxime si se considera que son manifestaciones de la identidad sinaloense.

    Bueno, pues esta polémica, simplemente rompió récords, todo mundo opinó, desde el turista playero hasta el académico especializado en cultura popular y ya no se diga el comentarista de espectáculos o el político más encumbrado, al grado de que al hotelero Ernesto Coppel lo hicieron recular, al igual que al Alcalde de Mazatlán, Édgar González, y a todo aquel que hubiese osado hablar de una regulación del trabajo de las bandas.

    Una vez más se demostró que en México los temas divertidos e incluso morbosos son más importantes que las campañas electorales. Bueno, por lo menos ha sido así en 2024.

    Y no había terminado de pasar el mitote de las bandas en Semana Santa cuando se viene encima el suceso extraordinario del eclipse solar del 8 de abril para opacar aún más el debate presidencial del 7. Hay razón para que eso sea así. Debates presidenciales va a haber tres este año y cada seis años los habrá, pero un eclipse se presenta muy pocas veces. Pasan décadas para que la naturaleza nos obsequie sus regalos inigualables. Y, por si fuera poco, la naturaleza es inmensamente más bella y generosa que la política.

    No sabemos qué vaya a pasar durante el debate y después de él. Xóchitl está desesperadamente urgida de un golpe que la acerque a Claudia y, por lo tanto, saldrá a atacar como jabata. Lo malo para ella es que llegará muy afectada por el bochornoso desfiguro etílico de su hijo, propagado profusamente en las redes sociales. La candidata de la triada cometió el inmenso error de incorporar a su hijo sabiendo que tenía conductas incompatibles con una campaña presidencial, y lo está pagando caro. Por lo pronto, es evidente que le bajó la moral en un momento clave de la contienda política.

    Claudia simplemente está flotando, sin arriesgar con declaraciones osadas ni pleitos gratuitos. Está administrando cuidadosamente su ventaja. Sus críticos son fieros y constantes a la vez que desesperadamente intentan hacerle recomendaciones a Xóchitl. A esta la alientan, le echan porras y le dicen que ella puede, que no todo está perdido, que hay ejemplos internacionales de que las encuestas mienten, de que hay remontadas históricas, que hay milagros, que es ingeniosa y divertida, que Claudia es aburrida y que sólo es un títere de López Obrador, que nos va a llevar al comunismo fracasado de Castro y Chávez.

    En fin, lo cierto es que no entender la mentalidad popular y sus creaciones culturales, como sucedió con la banda sinaloense, así como no se ha entendido al populismo amloísta, ha tenido un enorme costo para sus críticos y detractores.

    Por lo pronto, es mejor rendirse ante la belleza del eclipse.

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