Al igual que miles de personas, disfruté a plenitud el eclipse total de sol, el último que me tocará admirar, ya que la cuerda no me da como para transitar la espera de 28 años para que suceda el próximo; lo importante para mis vivencias, es que tuve la oportunidad de vida para maravillarme con este fenómeno cósmico; igual como lo hice en el año 1991, y más atrás, en mis 20, eventos en los que, por cierto, no hubo tanta difusión de medidas para proteger la vista.
Muchos astrólogos y pitonisas afirman que los eclipses no llegan solos, que vienen acompañados de tragedias, pero creo que, en nuestro caso, nos acarreó fortuna ya que el nombre de Mazatlán, resonó por todos los rincones del planeta, en los cuales, no sabían de nuestra existencia, y mucho menos, que somos un importante destino turístico de playa, dentro del mercado nacional, con algo de clientela en algunas entidades canadienses y estadounidense. Sin duda alguna, el afortunado eclipse significó la campaña promocional turística de mayor amplitud y de menor costo que se le ha dado al puerto en beneficio de nuestra principal actividad económica.
Claro, para sacarle raja a este golpe de suerte, se requiere darle continuidad, algo que no se ve posible, ya que para que la resonancia internacional continúe, se requiere de conocimiento y experiencia dentro del mercado mundial turístico por parte de las autoridades del sector y dinero, muchísimo dinero para financiar una campaña de tal envergadura. Desgraciadamente, no contamos con ninguno de esos atributos.
Por otro lado, el eclipse también puso en un segundo plano noticioso y del interés público, el primer debate entre los aspirantes a llevarse el triunfo en la jornada electoral que derivará en la elección del sucesor de Andrés Manuel López Obrador. El decepcionante tono gris del costoso evento, que en un primer recuento anda en los 10 millones de pesos, dejó mucho que desear en todos los aspectos, y en mi caso, se volvió insustancial, soporífero, causando en muchos televidentes, una somnolencia del tipo que deriva de la toma de antihistamínicos, o de plano, el cambio de canal.
En lo personal, vi a una Claudia muy centrada en sus planteamientos y con el temple necesario para no caer en provocaciones de sus contendientes, con argumentaciones ya muy ventiladas por parte de Xóchitl Gálvez, la que, por lo visto, no le ha encontrado la cuadratura al círculo para causarle daños a la imagen de la candidata del Presidente de la República. Eso sí, también hay que señalar que la aspirante de Morena, utiliza, y lo continuará haciendo, la figura de quien será su antecesor, como argumento principal para ganarse el voto ciudadano.
Por otra parte, también hay que hacer notar el enojo del Presidente de la República porque los conductores del evento se encargaron de plantear las preguntas a los aspirantes, diciendo además, que fueron hechas a propósito para hacer notar los pasivos que le heredará a su sucesora, reclamo que resulta altamente criticable, ya que los cuestionamientos salieron de la población que decidió participar, los que también se centraron en las fallas de la actual administración, principalmente en salud, seguridad, educación y corrupción.
El Presidente equivoca su reclamo, aún suponiendo que las preguntas planteadas por los moderadores a los debatientes, hubieran nacido de su iniciativa, ya que un debate no deja de ser un examen de conocimientos profesionales, y en este caso, los que aspiran a ocupar la titularidad ejecutiva federal, se supone, que tienen la suficiente claridad de los problemas que arrastra el país y las alternativas de solución que tienen para ello.
Es cierto, la gestión presidencial de Andrés Manuel tiene sus logros, pero también, es una realidad, que no pudo resolver los temas por los que airadamente reprocha que se magnifiquen, según su equivocada percepción.
El debate presidencial, en su primera edición no tuvo los brillos suficientes como para pensar que la jornada electoral, parirá un liderazgo prometedor. ¡Buenos días!
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