Hoy, 26 de agosto de 2034, desperté temprano y estoy listo para ir a mis labores a Ciudad Universitaria donde trabajo desde hace más de 30 años. Alistarme temprano me da la opción de elegir medio de transporte. Es verano y hace calor. La opción de ir en bicicleta hasta CU quizá por hoy no sea la mejor. Aplica cuando tengo tiempo de ir con calma, contemplar el río lleno de garzas blancas y llegar sin mucho agobio a CU ya que la pendiente es pronunciada. Sólo en bicicleta se percibe.
Otra opción es pedalear hasta la Central Camionera. Desde Villas del Río hago 10 minutos. Y ahí puedo tomar el nuevo CulichiBús que va casi directo a Ciudad Universitaria. La bicicleta la puedo dejar en los parqueaderos que el mismo sistema de transporte nos ofrece para resguardo -inversión que atrajo muchos usuarios- o también podría montar mi bici al rack que el autobús trae para llevarla conmigo.
El CulichiBús es una flotilla de nuevas unidades de transporte público híbridas, silenciosas, muy amplias y, al no tener escalones en su interior, resultan muy cómodas para abordar. Equipadas además con aire acondicionado y conexión a wifi. Los horarios que se anuncian en la aplicación son muy exactos y, en esta ruta en específico, se concentran más unidades de otras rutas para cubrir la demanda de estudiantes que van a CU a esta hora. Esa es una gran ventaja del funcionamiento de un sistema integral de transporte, eventualmente se pueden incorporar más autobuses a una ruta y viceversa. En este caso, generalmente hay tres o cuatro autobuses en el paradero listos para salir a medida que se van llenando.
El viaje en el Culichi-Bús dura máximo 20 minutos ya que el recorrido tiene algunas partes donde los autobuses circulan por un carril exclusivo para ellos. Es realmente confortante ver cómo avanzan más que los automóviles que, aun cuando han disminuido en cantidad, cada vez es menos práctico usarlos. Hoy las avenidas tienen carriles exclusivos para el transporte público, modernas ciclovías y amplias banquetas sombreadas con frondosos árboles que incitan a la gente a caminar y usar la bicicleta de forma más constante. Yo mismo, hace tres años vendí el último automóvil que tuve. Hoy todo lo resuelvo con transporte público, bicicleta, caminando y eventualmente en taxis. Ya no más pago de seguros, gasolina, reparaciones y de esa búsqueda eterna de estacionamiento. Eso me tenía siempre enfermo. Además, en mi casa recuperé un espacio que convertí en una agradable terraza jardín.
Otra opción que tengo para llegar a la Central Camionera es caminar, hago aproximadamente media hora y lo prefiero cuando tengo tiempo. Hago ejercicio y me llena de energía. Es un acierto haber sembrado los árboles en las banquetas (antes los sembraban sólo en los camellones, nunca entendí por qué). Hace 10 años decidieron invertir por fin en árboles. Sembraron miles en todo Culiacán. En su momento nos pareció costoso, hubo críticas, como siempre, sin embargo, hoy todos reconocemos la virtud de haber transformado la ciudad en un gran bosque urbano. Culiacán tiene fama por eso.
También fue una gran idea instalar cubiertas de lona a manera de sombrillas sobre las banquetas a lo largo de los puentes que cruzan los ríos. Ahora caminar desde Villas del Río hasta la Central Camionera lo disfruto -como mucha gente lo hace- y nos permite apreciar el paisaje del río Culiacán, uno de los grandes tesoros naturales de la ciudad que antes casi ni conocíamos. En este puente, a mitad del recorrido, se amplió la banqueta como una media luna, a manera de mirador y se instalaron unas bancas con jardineras. Ahora este sitio funciona como parador intermedio del recorrido desde donde se aprecian las iguanas, infinidad de aves y una policromática vegetación riparia.
Finalmente, si estuviese lloviendo, podría optar por tomar un microbús alimentador del Culichi-Bús, donde hago el pago y al transbordar de autobús en la Central Camionera ya no me cobra más pues funciona como un solo viaje. Desde que se hizo esta opción de transbordar sin pagar de nuevo, mucha gente prefiere el transporte público. Realmente así sí es costeable. Antes muchas personas tenían que tomar dos o hasta tres camiones para llegar a su destino. Perdían mucho tiempo y dinero. Hoy viajar en Culiacán en transporte público es un lujo merecido al que tiene acceso toda la población y no solo unos cuantos.
Los concesionarios del transporte, que tanto se oponían a este cambio terminaron convencidos de que sería lo mejor para todos. Hoy ellos son empresarios exitosos ya que cada vez más personas optan por usar el transporte público. El Gobierno, por su parte, ganó prestigio ya que decidió dar el paso para facilitar, no a unos cuantos, sino a la mayoría de la población, sobre todo, la que hace algunos años no tenía opción fácil de desplazamiento para ir a la escuela o al trabajo. Y, por si fuera poco, se resolvió un lastre que la ciudad padecía: la cantidad de muertos y heridos en hechos viales. Esto se había incrementado alarmantemente, ya que los automovilistas cada vez se desesperaban más por el tráfico ya insoportable y cometía absurdas imprudencias que costaban muchas vidas.
Desde que el sistema de transporte público se implementó, los culichis están prescindiendo más de su automóvil y paradójicamente pierden menos tiempo y dinero. Fue una inversión millonaria, si, pero valió la pena porque le ahorraron a la ciudad en muertos y heridos, en contaminación, en gastos innecesarios en más calles y puentes. Estuvieron a punto de construir un periférico, pero se dieron cuenta a tiempo que con el sistema de transporte público no sería necesario. Cuántas cosas pueden cambiar en 10 años en una ciudad simplemente por atreverse a hacerlo.
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