José Woldenberg publicó, a principios del pasado mes de febrero, un S.O.S. dirigido a sus ex compañeros de izquierda, que los tuvo y en muchos movimientos sindicales, en la vida partidaria y en un intercambio intenso en el marco intelectual y del debate político. He de decir que su texto llamó poderosamente mi atención y lo estimo como altamente valioso. Quiero recapitular algunos de sus componentes y hacerlo propio.
En primer lugar el reconocimiento que durante décadas la izquierda mexicana se vertebró para la búsqueda de la equidad y la democracia. Hoy tenemos, en la visión de Woldenberg, el reclamo de que la izquierda “No puede ahora convalidar la edificación de un nuevo autoritarismo”.
Por eso lanzó un S.O.S. Clama por un auxilio para rescatar esa expresión política imprescindible para México, dirigido a compañeros que fueron tanto en el PSUM, como en el PMS que le sucedió, para desembocar en un PRD que se ofreció como un partido instrumento de la sociedad. Cataloga su texto como preguntas “fruto del desasosiego por el rumbo del país.” No es para menos.
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Y vienen las preguntas del cuestionario:
¿De verdad están de acuerdo con que los militares se encarguen no solo de la seguridad nacional sino de construir y administrar aeropuertos, sucursales de Banco, puertos mercantiles, distribuyan vacunas, sean los encargados de frenar a los migrantes (la Guardia Nacional) y hasta vendan boletos para la tramposa rifa del avión?
¿No les alarma la descalificación sistemática de medios y periodistas críticos a la gestión de gobierno?
¿No les preocupa el poco aprecio que el Presidente tiene por la ciencia, la cultura y las artes?
¿No se ruborizaron cuando a mitad de la pandemia sacó una estampita del Sagrado Corazón de Jesús como fórmula para hacerle frente?
¿No se sienten ofendidos cuando se niega reiteradamente a utilizar el cubreboca?
¿No les lastima que haya dicho que el feminismo, el ecologismo y los derechos humanos no son más que una invención del neoliberalismo?
¿No reaccionarán ante su incapacidad para entender las reivindicaciones de las mujeres?
¿No se les cae la cara de vergüenza cuando se protege a presuntos violadores o acosadores?
¿Qué piensan de los ataques sistemáticos contra centros de educación superior?
¿De lo que hoy pasa en Conacyt o el CIDE?
¿Del trato que han recibido algunos de los más reconocidos científicos mexicanos?
¿De los “otros datos” con los cuales se pretende ignorar información que proporcionan instituciones estatales como el Coneval o el Inegi?
¿No les escandalizó el intento anticonstitucional que pretendía alargar el periodo del presidente de la Corte?
¿No se estremecen cuando el Presidente desata una campaña permanente contra el INE y pretende alinear a las instituciones autónomas a su voluntad?
¿No les enoja que hoy en México existan más pobres que hace tres años y que millones de personas de las “capas medias” hayan caído en la pobreza?
¿No les inquieta que la política económica durante la pandemia haya sido neoliberal en extremo?
¿Qué se haya optado porque cada quien (empresas y trabajadores) se rascara con sus propias uñas?
¿No les espanta e indigna el manejo de la pandemia?
¿No los sacude los casos de corrupción que son desoídos por el Presidente si se trata de personas cercanas a él?
¿No los agita los visibles retrocesos en materia de salud?
¿El desabasto de medicamentos?
¿El deterioro de la educación?
¿La absoluta despreocupación por el medio ambiente?
¿El incremento de los asesinatos?
¿Las muertes violentas de periodistas?
¿Las mentiras recurrentes? ¿Las calumnias?
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Woldeberg afirma, con fundamento: “Conozco a muchos que hace apenas unos años de ninguna manera hubieran aceptado lo que sucede”. Afirma que México está retrocediendo a pasos agigantados hacia un despotismo. Invoca a Fernando Savater: no conviertan a la izquierda en siniestra.
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Suscribo estas interrogantes. Me estremece que casi no ha habido respuestas, me preocupa. Más cuando vemos, en cambio, que son legión los vergonzantes defensores aparecidos en escena en favor del autócrata Putin, que un tiempo estuvieron en esa izquierda.