El costo financiero y climático de una bendición

    En México, la Profeco estimó que criar a un hijo desde su nacimiento (y considerando que a los 18 años ya se valdría por sí mismo) corresponde a una inversión de 364,983 pesos (cifra estimada hace 10 años). Esto sólo incluye las necesidades básicas y suponiendo que no haya gastos adicionales para educación, salud, y entretenimiento.

    Para algunas personas, traer una bendición al mundo es una de las experiencias más gratificantes, mientras que para otros es un criterio más en el checklist de normas sociales. Independientemente de la razón, todos los progenitores deben de cubrir las necesidades básicas de sus criaturas para que crezcan protegidas, autónomas, y felices.

    De acuerdo con cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México ocupa el segundo lugar en embarazo adolescente, es decir, de mujeres de entre 15 y 19 años. Esta situación afecta la educación de los adolescentes, sus ingresos (presentes y futuros), así como su acceso a mejores oportunidades sociales y laborales.

    El gasto que genera tener y criar una personita depende del lugar donde se vive, el ingreso familiar, y del uso de servicios (privados o públicos).

    En México, la Profeco estimó que criar a un hijo desde su nacimiento (y considerando que a los 18 años ya se valdría por sí mismo) corresponde a una inversión de 364,983 pesos (cifra estimada hace 10 años). Esto sólo incluye las necesidades básicas y suponiendo que no haya gastos adicionales para educación, salud, y entretenimiento.

    Con la población mundial estimada a alcanzar 11.2 mil millones para el año 2100 (de 7.6 mil millones, actualmente), surgen interrogantes de como seremos capaces de alimentar, vestir, dar hogar, y proveer de atención médica a toda esa gente en medio de un mundo batido por el cambio climático (nivel del mar aumentado, acidificación del océano, desertificación, etc.).

    La cantidad de recursos que un bebé consume también dependen de las condiciones geo-económicas.

    En países desarrollados, donde los individuos tienden a tener una mayor “huella de carbono” (totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto), las tasas de fertilidad ya se encuentran disminuyendo.

    Muchos “primermundistas” han tomado conciencia de su impacto sobre el planeta y han modificado su estilo de vida conduciendo automóviles eficientes, mejorando la eficacia eléctrica de sus casas, reciclando, convirtiéndose al vegetarianismo, etc. Todos estos cambios disminuyen aproximadamente 486 toneladas de CO2 (dióxido de carbono) a lo largo de una vida. No obstante, el cambio más radical ha sido tener menos hijos.

    Tener y mantener un hijo produce alrededor de 9,441 toneladas de CO2.

    En EUA, el año 2018 se caracterizó por tener una tasa de 62 nacimientos por cada 1000 mujeres entre 15-44 años (el más bajo en mucho tiempo). Europa, Canadá, y Australia tienen tendencias muy similares.

    Los países que muestran un aumento poblacional son aquellos en vías de desarrollo como el nuestro. México es un país donde muchos padres no tienen la solvencia económica para cubrir las necesidades básicas de un hijo (aún menos, de 4-5 hijos). A pesar de que somos un país en vías de desarrollo, tenemos la mentalidad consumista de los países de primer mundo.

    El empoderamiento de la mujer, el acceso a métodos anticonceptivos, y el aborto, se encuentran inextricablemente ligados al cambio climático y jugarán un rol muy importante en el cómo lidiamos con el en los años venideros.

    En una sociedad donde no existe una educación sexual adecuada, ni se le permite a la mujer decidir sobre su propio cuerpo, tenemos una epidemia de niños que crecen sin la atención y cariño que necesita un ser humano para ser feliz y funcional. Este ciclo vicioso es uno de los motores que se encuentran perpetuando la pobreza, la degeneración social, y la contaminación.

    La sociedad actual nos incita a demostrar nuestro valor estando siempre actualizados en las últimas tendencias de moda, adquiriendo artículos lujosos, y viviendo una vida rodeada de artículos desechables. Este constructo social ha destruido nuestros ecosistemas y ha creado un sentimiento de apego entre humanos y objetos inanimados.

    El problema con el crecimiento poblacional es el consumismo y nuestra inclinación natural a utilizar los recursos más baratos. Necesitamos más humanos conscientes de lo que pasa en el mundo, empezando con los que ya nacieron.