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"OPINIÓN"

"El caso García Luna confirma que la narcopolítica manda en México"

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    adrianlopezortiz.com

     

    La detención del ex Secretario de Seguridad Pública de México, Genaro García Luna, en Estados Unidos, es una noticia espléndida. Siempre habrá que celebrar que un probable corrupto sea presentado ante la justicia, aunque se trate de un alto funcionario en temas de seguridad con tres gobiernos federales distintos y el artífice de la llamada “Guerra contra las drogas” en México. Su caso confirma lo que sabemos desde hace mucho: el narco ha infiltrado y cooptado al Estado a los más altos niveles. Corregir eso tomará muchos años, muchas vidas y mucho dinero.

    García Luna está acusado de recibir sobornos del Cártel de Sinaloa y tuvo cargos importantes en gobiernos de distintos partidos hasta llegar a ser Secretario de Seguridad Pública con el ex Presidente Felipe Calderón. Sabemos que no hay crimen organizado posible sin protección institucional y durante ese sexenio (2006-2012), cuando inició la guerra contra el narcotráfico, la corrupción de García Luna se tradujo en un combate selectivo a las organizaciones criminales y, en consecuencia, el Cártel de Sinaloa acrecentó su poder.

    Ese enorme poder económico y violento fue el que vimos todos exhibido el 17 de octubre de 2019 en el operativo fallido para capturar a Ovidio Guzmán López, hijo de “El Chapo” Guzmán, que culminó en su liberación y la dolorosa derrota del Estado frente al narco. Fue solo un episodio más en la fallida guerra que ha dejado 250 mil muertos en 13 años.

    Siempre he creído que el ex Presidente Felipe Calderón lanzó esa guerra no por una necesidad política de legitimación, sino por una convicción moral (que no ética): él creía en combatir las drogas.

    Aunque equivocada, la estrategia de combatir frontalmente el crimen organizado parecía auténtica desde la convicción presidencial por recuperar el espacio público y reducir el poder de los criminales. Tenía incluso cierto sentido. Sin embargo, el arresto de García Luna confirma que esa guerra no sólo resultó ser una estrategia errónea, sino también hipócrita.

    Hoy los hechos muestran que García Luna, el arquitecto de la estrategia y principal responsable de combatir los cárteles de la droga durante el calderonismo, fue comprado. Dudo mucho que tanto Calderón como sus antecesores desconocieran la corrupción y los nexos con el narco de su subordinado. Y esos vínculos y negociaciones han seguido afectando la vida cotidiana e institucional del País.

    Por eso vale recordar el 14 de febrero de 2010, cuando el entonces Diputado federal por el estado de Sinaloa, Manuel Clouthier, reclamó al gobierno “hacerse pendejo” en el combate al narcotráfico y llamó al Presidente Calderón “cabrón irresponsable”. La dura crítica al Presidente -proveniente de su mismo partido, Acción Nacional- le costó la expulsión de la bancada oficialista y, a la larga, la candidatura al Gobierno de su estado natal.

    Ésta quedó en manos de Mario López Valdez, cuyo gobierno ha sido uno de los más frívolos y corruptos en la historia del estado, y durante el cual la narcopolítica alcanzó su máxima expresión en Sinaloa.

    López Valdez nombró como su hombre fuerte en materia de seguridad al comandante Jesús Antonio Aguilar Íñiguez, acusado de tortura y mencionado en los testimonios del juicio de “El Chapo” Guzmán, y que estuvo en la lista de las más buscados por la Fiscalía mexicana por brindar protección a un narcotraficante.

    Después, su Secretario General de Gobierno, Gerardo Vargas Landeros, promovió y apoyó la candidatura de Lucero Sánchez, pareja sentimental de Guzmán, para que alcanzara un curul en el Congreso local.

    El apoyo de García Luna al Cártel de Sinaloa tiene consecuencias en este estado hasta hoy. Por eso, sin negar un ápice el fracaso de la estrategia calderonista, me preocupa mucho que su detención sea usada por el Gobierno actual para insistir en el éxito de su estrategia de no combatir al narcotráfico y de dar “abrazos, no balazos”, como ha señalado el Presidente Andrés Manuel López Obrador.

    Primero porque su estrategia es, en realidad, el mismo militarismo de los tres gobiernos anteriores, aunque exacerbada con la creación de una Guardia Nacional supuestamente civil pero en donde se tiene la intención de militarizar hasta los puertos. Segundo, porque los pésimos resultados están a la vista: el año más violento del que se tenga registro en el País con más de 100 muertos diarios, el operativo fallido en Culiacán o la masacre de nueve miembros de la familia LeBarón. Y no hay ninguna intención de autocrítica o corrección del rumbo.

    La solución parte de la forma en que se aborde el combate al crimen organizado y el narcotráfico, que incluya una verdadera reforma en el sistema judicial para reducir la impunidad; la regulación de la producción y el comercio de drogas como marihuana y heroína para quitarle recursos a los cárteles; y una estrategia de seguridad que privilegie la inteligencia financiera y la construcción de más y mejores policías.

    García Luna está detenido. Sin embargo, mientras todo lo demás no suceda, seguiremos contando muertos, acumulando desaparecidos y viendo como los narcos dictan las reglas de convivencia en amplios territorios del País. La pregunta es: ¿Cuándo empezamos?

     


    Este artículo se publicó originalmente en la sección de Opinión en español de The Washington Post el 11 de diciembre de 2019.