El bálsamo de la ternura

    La ternura es la expresión más alta del amor. Quien ofrece su ternura no pasa por alto las fallas, errores y defectos de la otra persona, sino que las comprende y acepta sin juzgar ni reprender acremente.

    Continuamente, el Papa Francisco ha lanzado su exhortación a practicar “la revolución de la ternura”. Hay muchas cosas en el mundo que necesitan ser reformadas, pero sólo se logrará esa transformación si se aplica el bálsamo y caricia de la ternura.

    No desdeñamos que sea necesario ejercer cierta presión para promover el cambio de conducta de las personas, pero subrayamos que la firmeza no está peleada con el amor y la ternura. En efecto, hablar de ternura no es hablar de debilidad. De hecho, el Papa utiliza diversas expresiones que ejemplifican el vigor de la ternura: “la fuerza de la ternura”, “ternura combativa de los embates del mal”, “montaña de ternura”, “justicia y ternura”, entre otras.

    La ternura es la expresión más alta del amor. Quien ofrece su ternura no pasa por alto las fallas, errores y defectos de la otra persona, sino que las comprende y acepta sin juzgar ni reprender acremente. En muchas ocasiones tratamos de influir sobre los demás apremiando y recalcando sus incongruencias, en lugar de buscar la manera más adecuada de apoyar y aconsejar sin subrayar lo disparatado de las ocurrencias.

    Clementine, la esposa de Churchill, supo ejercer sana presión sobre su marido, coronada con el bálsamo de la ternura. En una ocasión, le aconsejó: “Si anticipas en exceso tu regreso a la Cámara de los Comunes, todo el mundo te tomará por un aventurero... Amado mío, aunque solo sea una vez en la vida, te ruego que seas paciente. Todo llegará si sabes esperar... No podría soportar que perdieras tu aureola militar... tienes que mezclar la gentileza con la bondad e incluso con la calma olímpica, cuando te sea posible.

    Un proverbio chino señala: “Una palabra salida del corazón calienta durante tres inviernos”.

    ¿Manejo hábilmente la ternura?