El 0.12% que el Verde le obsequia a Rocha. Leer el otro dato que AMLO trajo a Sinaloa

OBSERVATORIO

    Todo un show barato, el travestismo político de Tomás Saucedo Carreño, al dejar los colores del Partido Verde para enfundarse el chaleco guinda del Movimiento Regeneración Nacional y la cachucha morada del Partido Sinaloense, habla de la simulación a la que acude la campaña de Rubén Rocha Moya que, ¿tendrán razón sus adversarios?, denota preocupación y desesperación. A la bisutería de menos de un punto porcentual que las encuestas le dan al desertor debió corresponderle igual ganga de la cínica conversión.

    La misma encuesta que el domingo presumió Rocha para sustentar su posibilidad de triunfo, la de El Debate, fechada el 16 de abril y no el 16 de mayo, le da a Saucedo Carreño un 0.12 por ciento en la intención del voto colocándolo en el sótano de la tabla de proyección electoral. Es decir, en 43 días que duró la campaña del Verde no pudo levantar la marca de un partido desprestigiado y de permanente vocación corrupta, por lo tanto había que ofrecerla al mejor postor.

    Lo que llama la atención es que sea la alianza que Morena armó con el Partido Sinaloense la que arrebata la adhesión del declinante y la plantea como fortalecimiento de la campaña rochista, aun sabiendo que Saucedo Carreño ha sido cuenista toda la vida. ¿Para qué necesita de eso alguien que dice que lleva 30 puntos de ventaja sobre el más cercano competidor y en sentido opuesto actúa como si fuera en lo más bajo de la preferencia de los electores?

    Sin duda, las señales que emanan del bloque Morena-PAS deberían preocupar a los dos partidos, a la Cuarta Transformación y seguidores que comienzan a percibir que les están meciendo la cuna futurista con mentiras. Si Rocha Moya contara con la ventaja que dice tener entonces actuaría como ganador, hablaría como ganador y pensaría como ganador. En cambio, cada día se le nota más el agobio por cargar sobre la espalda, a cuestas, el peso del desprestigio que le ocasionan Héctor Melesio Cuén, Gerardo Vargas Landeros y ahora el adivinable camaleonismo de Saucedo.

    Días antes el cuarto de guerra del rochismo blandió la supuesta encuesta de la consultora financiera JP Morgan que le da 13 puntos de ventaja sobre Mario Zamora. Lo que no se dijo, porque la sinceridad no es el fuerte de ese bando electoral, es que la firma estadounidense acudía al mismo resultado del sondeo que el 5 de mayo publicó el diario El Financiero. Ni que dicho medio nacional dio a conocer un mes antes, el 6 de abril, el empate técnico donde el candidato de Morena-PAS apareció con 43 puntos y el del PRI-PAN y PRD con 42 puntos.

    Y así desde la fórmula anómala que mezcla los colores guinda y morado han salido manifestaciones de vacilación política al tiempo que hablan ruidosamente de la ya segura victoria electoral. Ruido, mucho ruido triunfalista, sin embargo, urge aquel cálculo científico o análisis de comportamiento del sufragio, o más bien la certidumbre no reflejada en los rostros de los pretensos, vayan a tono con los laureles repartidos a destiempo.

    Otros elementos de medición son las desastrosas campañas de la alianza Morena-PAS en Ahome, Mazatlán y Culiacán. Cimentadas en el divisionismo que sembraron los alcaldes con licencia Manuel Guillermo Chapman, Luis Guillermo Benítez y Jesús Estrada Ferreiro, las llagas de los resentimientos no sanan y las palabras fingidas de unidad no son bálsamo sino contraveneno.

    Entonces en qué se sustentan las expectativas ganadoras. ¿En la visita a Sinaloa que el sábado y domingo realizó el Presidente Andrés Manuel López Obrador? Ningún elector vio, porque no hubo tal, la contraseña que les dijera que deben votar por Rocha Moya como estrategia para instalar aquí la Cuarta Transformación.

    La prudencia política del Mandatario fue la nota de prensa, el “otro dato” que hay que saber leer. Y la única señal clara provino del cátcher del partido de beisbol de la comunidad de La Cofradía, municipio de Mazatlán, que le ordenaba al pítcher lanzarle bolas suaves a López Obrador para que no cometiera la osadía de ponchar a tal ilustre bateador. ¿O acaso al hacerse acompañar del Gobernador Quirino Ordaz en ese solaz periplo quiso emitir la contraseña presidencial para empezar a develar el desenlace de las votaciones del 6 de junio?

    Leer lo que hizo o dejó de hacer el Presidente en su gira de “trabajo” por Sinaloa es políticamente más orientador que destinarle tiempo a comprender por qué Tomás Saucedo dejó su candidatura marginal en el Verde para camuflarse ayer con los colores de Morena y PAS. La realpolitik trajo grandes mensajes entre líneas; la chistosa pigmentación guindamorada del candidato verde balbucea lo último que puede decir la ambición de poder sustentada en pequeñeces.

    La ciudadanía sinaloense entró a la etapa en la cual de la capacidad de decodificar las señales dependerá la decisión que tome ante el cercano momento de dirimir, en la intimidad de la mampara electoral, a qué proyecto de gobierno le apuesta. Y en cualquier análisis que se realice al margen de los apasionamientos que merman la posibilidad de razonamiento, Rocha Moya aparece dedicado en cuerpo y alma a recomponer una aspiración legítima que en condiciones diferentes significaría la luz al final del túnel en que se ha convertido la espeluznante realidad de Sinaloa.

    Reverso

    Ya chole con esas encuestas,

    A la medida de trácalas,

    O con los que hacen apuestas,

    De fúchilas contra guácalas.

    La decisión de Manzanares

    En el otro frente, la adhesión de Felipe Manzanares a la campaña de Mario Zamora remarca la desbandada en la Cuarta Transformación al decolorarse el origen ideológico y programático en que se fundó el actual régimen de izquierda. Quien fuera Diputado local, delegado del Partido Encuentro Social y brazo derecho de la morenista Aurelia Leal, ex Alcaldesa de Guasave, fue más allá al “invitar” a Sergio Torres y Rosa Elena Millán, aspirantes a Gobernador por Movimiento Ciudadano y Fuerza por México, a declinar en favor de Mario Zamora, candidato de PRI-PAN y PRD.