Dos presidentes muy diferentes

    Durante la Guerra Fría, cuando la ciudad de México era arena de las pugnas del espionaje de Estados Unidos y la extinta Unión Soviética, la CIA procreó uno de los operativos secretos más ambiciosos de su historia: el reclutamiento, con pago de por medio, de la élite política priista. Winston Scott, el legendario jefe de la poderosa estación de la CIA en México, fue el responsable de instrumentarlo.

    WASHINGTON, D.C._ Llamó la atención de historiadores el llamado de hace días de Andrés Manuel López Obrador para que el PRI se defina políticamente, no porque el otrora poderoso partido no esté necesitado de una reinvención urgente, sino por las dos inverosímiles opciones que el Presidente le planteó: “¿Va a seguir con el salinismo como política o va a retomar el camino del Presidente Cárdenas, del Presidente Adolfo López Mateos, el camino que trazaron estos dos grandes presidentes de México?”.

    “Como toda persona adulta sabe, Cárdenas y López Mateos fueron presidentes muy diferentes, por los contextos históricos de su actuación y por los propósitos de su actuación”, me dijo John Womack, profesor emérito de la Universidad de Harvard y reconocido historiador.

    Explica en español: “Las nacionalizaciones que hizo Cárdenas en los años 30 eran para defender a la clase obrera contra el capitalismo imperialista y mexicano. En contraste, López Mateos, quien acababa de romperle la madre al STFRM, ya siendo voluntario de la CIA, ‘mexicanizó’ la Comisión Federal de Electricidad en 1960, no para que la nación mexicana tuviera como propietaria un buen servicio eléctrico, sino para regalar contratos a empresas privadas”.

    Elabora: “Miremos lo que han hecho todos los directores de la CFE desde entonces. Miremos lo que hace el director (Manuel) Bartlett. Y fue el viejo PRI, dentro del cual AMLO se formaba, que por sus contratos corruptos llevó a la tesorería de la Nación a la bancarrota en 1982, lo que hizo inevitables las privatizaciones posteriores. Ahora, con una CFE agigantada, toda la fuerza energética de la nación bajo control del director, los contratos que harán Bartlett y sus sucesores serán gigantescos y jugosísimos. La burguesía nacional en éxtasis”.

    Bajo la contrarreforma Eléctrica propuesta por el Gobierno federal, la empresa privada tendrá una participación en el mercado del 46 por ciento.

    Con “romperle la madre” al Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM), el investigador de la historia del movimiento laboral y de la industria en México se refiere a la brutal represión que ordenó López Mateos contra los ferrocarrileros que se habían levantado para combatir el charrismo sindical y defender la autonomía obrera. Sindicalistas perdieron la vida y miles fueron despedidos y encarcelados. Demetrio Vallejo estuvo 10 años en Lecumberri pese a la exhortación de Cárdenas para que López Mateos lo liberara.

    La represión cumplió el deseo de López Mateos de dar una lección a telegrafistas, petroleros y maestros, que también luchaban por su independencia del Gobierno.

    Y, como destaca el autor del célebre libro Zapata y la Revolución Mexicana, todo eso ocurrió mientras López Mateos era “voluntario de la CIA”.

    Durante la Guerra Fría, cuando la ciudad de México era arena de las pugnas del espionaje de Estados Unidos y la extinta Unión Soviética, la CIA procreó uno de los operativos secre­tos más ambiciosos de su historia: el reclutamiento, con pago de por medio, de la élite política priista. Winston Scott, el legendario jefe de la poderosa estación de la CIA en México, fue el responsable de instrumentarlo.

    A lo largo de su gestión, de 1956 a 1969, Scott tuvo cheque en blanco para comprar las conciencias de tres presidentes y de un puñado de altos funcionarios, incluidos Fernando Gutiérrez Barrios y Miguel Nazar Haro, operadores de la Guerra Sucia. Denominado Litempo, el programa de espionaje garantizó una cooperación casi perfecta en los años más álgidos de la Guerra Fría, cuando Cuba pasó a la esfera soviética y John F. Kennedy fue asesinado.

    En Our Man in Mexico (University Press Kansas, 2008), Jefferson Morley revela que López Mateos (1958-1964) fue el primero en ser comprado. Cuando López Mateos, conocido con el nombre en clave de Litensor, escogió como su sucesor a Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), Scott informó a sus superiores en Washington que Litempo-2, como se le conocía al todavía Secretario de Gobernación, también estaba en la nómina secreta de la CIA. Luis Echeverría, único sobreviviente del grupo, completó el triunvirato de mandatarios mexicanos pagados por la CIA en distintas etapas de su vida pública.

    En 1962, López Mateos y Díaz Ordaz fueron testigos de las terceras nupcias de Scott, a las que asistió todo el Gabinete mexicano. Según Morley, periodista de investigación con largo kilometraje, López Mateos, famoso por su debilidad por las mujeres y la buena vida, llegó a la recepción en Las Lomas conduciendo un Porsche. Scott, dice Morley, les cumplía insólitos caprichos como la compra de autos de lujo para sus respectivas amantes. En el libro, que nadie ha desmentido, Morley publica las fotografías oficiales de López Mateos y Díaz Ordaz, con dedicatorias al “gran amigo” Winston Scott.

    López Mateos aceptó la propuesta de Scott para poner en práctica un masivo operativo de espionaje telefónico en territorio nacional. Un documento secreto, desclasificado como parte de las investigaciones sobre el asesinato de Kennedy, revela los nombres y números telefónicos de 31 “blancos” mexicanos. La lista de espiados por López Mateos a petición de la CIA la encabezaba el ex Presidente Cárdenas.

    De acuerdo con despachos diplomáticos de la Embajada de EU en México, fechados entre 1958 y 1961 que obran en mi poder, las actividades y viajes al extranjero de Cárdenas y su hijo Cuauhtémoc eran monitoreados intensamente por la CIA. Washington temía que el General Cárdenas, a quien tachaba de “comunista”, regresara al poder.

    A López Mateos la CIA lo mimaba con caprichos terrenales y a Lázaro Cárdenas lo espiaba con la ayuda del primero.

    Durante su Presidencia, el Gobierno estadounidense sostuvo buenas relaciones con Cárdenas. De hecho, el Presidente Franklin D. Roosevelt y su Embajador Josephus Daniels, respaldaron el derecho de México a expropiar el petróleo, siempre y cuando las compañías extranjeras fueran debidamente compensadas.

    Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial y el ascenso de Harry Truman a la Presidencia, marcaron un giro estratégico en la política exterior hacia México. La prioridad se volvió impedir que México cayera en las garras del oso soviético. Había que identificar a los comunistas, reales o virtuales, incrustados en la vida pública y privada de México, tarea para la que fue reclutado López Mateos.

    López Mateos se volvió cada vez más hostil contra Cárdenas, quien le reprochaba implícita y explícitamente sus acciones contrarrevolucionarias. Para tratar de neutralizarlo, López Mateos emuló sus políticas. Nacionalizó la industria eléctrica, hecho que no tuvo la trascendencia histórica de la nacionalización petrolera, y ordenó la repartición de tierras más grande desde Cárdenas. La cortina de humo nacionalista que creo le sirvió para camuflajear su condición de agente doble. Simuló cierta neutralidad ante EU que en la realidad nunca existió.

    El General Cárdenas fue un político nacionalista, comprometido con la justicia social y emanado de la Revolución Mexicana. López Mateos fue, ante todo, un vil lacayo de la CIA. Es un grave error echarlos en el mismo costal. Fueron muy diferentes.