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No deja de ser paradójico que se señale a López Obrador de tener a su servicio a los poderes Judicial y Legislativo, este segundo sin duda lo es en la Cámara Baja por tener una mayoría -pero no calificada- con Morena y sus aliados, sin embargo, en decisiones importantes que se han tomado en el Poder Judicial y, sobre todo, con la Presidencia de la Suprema Corte de Justicia de Norma Piña, este Poder está demostrando su plena independencia, lo cual beneficia enormemente el orden democrático en México. La doctora Piña ya lo ha demostrado con sus votos en decisiones importantes en la Corte y lo reafirmó con su discurso del pasado 5 de febrero:
“La independencia judicial no es un privilegio de los jueces, es el principio que garantiza una adecuada impartición de justicia para hacer efectiva las libertades y la igualdad de las y los mexicanos. La independencia judicial es la principal garantía de imparcialidad”. Y añadió que “es sano y necesario ponderar la actividad de los jueces” y que “nuestro actuar debe estar apegado al derecho para evitar arbitrariedades y para, de cara a la sociedad, rendir cuentas en el ejercicio de nuestra función”. Pero, además, con un simple gesto simbólico, el quedarse sentada cuando entró al recinto López Obrador y no cumplir con el protocolo, no sin cierta rudeza, como respuesta a la de AMLO de sentarla en una orilla, mostró la independencia del Poder Judicial.
El Presidente López Obrador evidentemente no quedó nada contento con la actitud y discurso de la titular de la Suprema Corte de Justicia, pero supo aprovechar la postura de Norma Piña para declarar que le daba” mucho gusto porque se notó, yo creo -dijo AMLO- que porque estaba cansada o no quiso pararse la Ministra Presidenta de la Suprema Corte de Justicia, pero me dio muchísimo gusto porque eso no se veía antes, los ministros de la Corte eran empleados del Presidente”. Y se preguntó:
“¿Cuándo se había visto que se quedara sentado un Presidente de la Corte en un acto así?, eso me llena de orgullo, porque significa que estamos llevando a cabo cambios, es una transformación”.
Muchos observadores podrían decir que las declaraciones y acciones de López Obrador, no tan solo en relación al Poder Judicial sino también a otros ámbitos, han orillado a la doctora Piña y a otros magistrados a defender firmemente la división de poderes y sin el beneplácito del inquilino de Palacio Nacional, lo cual probablemente es cierto; pero también es innegable que por primera vez podemos contemplar una Suprema Corte de Justicia plenamente independiente. Es decir, gracias a que llegó al Poder Ejecutivo un partido y un individuo ideológicamente distantes de los dos partidos que habían gobernado con anterioridad y a que, sin duda alguna, los jueces de la Suprema Corte no comparten ni las decisiones políticas ni la interpretación que tiene de las leyes López Obrador, es que se ha generado, por la vía de los hechos, la independencia del Poder Judicial.
Gracias a que, sin duda alguna, ideológica y políticamente la mayoría de los integrantes de la Suprema Corte -y casi podría afirmar que de la mayoría de los jueces del conjunto del Poder Judicial- no son afines a Morena y a AMLO es que hay una división de poderes en México. Se puede apostar que el plan b de Morena para reformar el sistema electoral y prácticamente desaparecer el INE no va a ser aprobado por la Suprema Corte de Justicia. Así se comprobaría rotundamente la división de poderes y se daría un paso muy importante en la consolidación del orden democrático mexicano. Esto no le gustará en lo más mínimo al Presidente López Obrador y al conjunto de la 4T, pero lo más importante es que se consolidará la independencia del Poder Judicial y con ello se avanzará en una verdadera división de poderes, sin la cual no hay sistema democrático alguno. Lo cual, por cierto, no quiere decir, que en algunas decisiones el Poder Judicial coincida con el Poder Ejecutivo o el Legislativo, o con ambos.
No sobra decir que, si hubiese una dictadura, como señalan absurdamente numerosos comentaristas, los militares, a orden de López Obrador ya habrían hecho sentir su mano en la Suprema Corte de Justicia. Soldados y marinos tienen un enorme poder durante el mando de AMLO, lo cual no es saludable para un gobierno civil y la construcción democrática, pero no hay síntoma alguno de que esas fuerzas pretendan obstruir el funcionamiento independiente de la Suprema Corte de Justicia. Ni lo habrá; las instituciones públicas mexicanas más importantes están demostrando una madurez y solidez de la que muchos dudaban.
El profe Cruz, como cariñosamente le decían su alumnos y amigos al profesor Cruz Hernández, quizá el promotor de la lectura más imaginativo y generoso que ha habido en Sinaloa en las últimas décadas (espero que no se ofendan otros muy entregados y valiosas promotores y promotoras), murió prematuramente.
No tuve el honor de conocerlo, pero su muerte me ha conmovido profundamente. Su amor por libros y su gigantesco esfuerzo por convertir a Recoveco, el pueblo mocoritense donde se estableció como maestro de bachillerato, en un pueblo de lectores fue, si ustedes me lo permiten, epopéyico. Tal y como también lo ha sido que un gran número de recovequeños hayan leído colectivamente, a lo largo de muchas horas y el día del cumpleaños de Gabriel García Márquez, Cien Años de Soledad, la máxima joya literaria del genio colombiano. Esas tareas eran amor puro a la lectura, a la educación, al conocimiento, a la cultura, al bienestar humano.
¡Ojalá hubiésemos más hombres y mujeres como el profe Cruz!