Aunque el jueves por la mañana López Obrador reculó en su disparate de que las relaciones diplomáticas entre México y España deberían entrar en “pausa”, diciendo que no está planteando una ruptura, la mayoría de los comentaristas están convencidos de que tal declaración no es más que un distractor para desviar la atención del reportaje sobre su hijo José Ramón y la Casa Gris.
No es descartable que esa sea la verdadera intención si es que el Presidente y su equipo cercano han percibido que, en efecto, el reportaje de Loret de Mola ha provocado más daño a su gobierno que cualquier otro hecho, lo cual no deja de sorprender.
En efecto, pésimas decisiones y políticas de gobierno, como el manejo de la pandemia, el fracaso ante la violencia del crimen organizado, el mal manejo de la economía, los polémicos nombramientos diplomáticos, las muy cuestionables obras públicas, la corrupción de sus hermanos y de miembros de su Gabinete, entre otros graves hechos, no lo afectaron tanto como lo ha hecho la sospecha de tráfico de influencias y presunto enriquecimiento ilícito de su primogénito. ¿Por qué?
Bueno, pues en el imaginario de muchas sociedades contemporáneas, como la mexicana, moldeadas en gran medida por la subcultura del folletín y el escándalo, un evento familiar con tintes de telenovela, como es el caso del hijo del Presidente, suscita mucho más interés que otro de mucho mayor profundidad, como es en este momento, en nuestro País, el tema de la reforma energética.
Y sí, en efecto, el affaire de la Casa Gris se ha convertido en el mayor escándalo político de la 4T, el cual podría minar seriamente la imagen de AMLO y su gobierno porque se ha presentando menos como un caso de tráfico de influencias y más como un tema de incongruencia ética familiar del Presidente, lo cual puede ser cierto, pero no tendría por qué ser sancionado jurídicamente. Podemos decir que AMLO fracasó en la educación valorativa de su vástago; sin embargo, eso nada tiene que ver con la función pública y sí, en contraste, el tráfico de influencias. Esto es lo que se tiene que investigar, más lo que suscita el morbo es el estilo de vida de José Ramón López y que aparentemente no trabaja, lo cual ha sido explotado exitosamente por Loret de Mola.
Pero el uso escandaloso de la vida privada no ha quedado ahí, porque ahora el Presidente contrarresta revelando los altos ingresos que tuvo el periodista yucateco en 2021: más de 35 millones de pesos. Obviamente, la pregunta inmediata es ¿cómo puede ganar un periodista tanto dinero?, ¿quién le paga tanto dinero por su labor?
Es evidente que la intención del vapuleado López Obrador es socavar la credibilidad de Loret, señalando sus altísimos ingresos como comunicador. Y sí, difícilmente habrá un periodista en el mundo que, como tal, gane tanto dinero. Muchos ya se preguntan ¿esa cantidad que le pagan a Loret de Mola entre varias empresas es tan solo por su tarea de periodista o, más que nada, por su ardua faena como propagandista anti AMLO?
Ambos personajes en esta encarnizada pelea callejera dirigen sus dardos venenosos contra la credibilidad personal de cada quien. Loret había sacado ventaja. López Obrador ha contragolpeado durísimo y seguramente recibirá el clamor popular, que es el que le importa. Ya veremos cómo reaccionan los medios y las redes sociales.
En otra esquina de esta turbulenta semana, si bien puede ser cierto que las declaraciones del inquilino del friolento Palacio Nacional sobre las relaciones con España pudieron ser un distractor, lo cierto es que provocaron otro escándalo político y pusieron en peligro las trascendentales relaciones entre los dos países. AMLO fue demasiado lejos con sus exabruptos y estaba metiendo a México en un problema de efectos muy dañinos. Ya está recomponiendo las cosas, pero su boca es demasiado pronta y ligera, no mide bien las derivaciones de muchas de sus declaraciones públicas, así tengan una intención distractora, y causa crisis frecuentes.
Otras de las reverberaciones del estilo andresiano para declarar es que lo han imitado muchos de sus epígonos locales y, para colmo, mal, y sin el colmillo del macuspeño. Uno de ellos es Cuitláhuac García, Gobernador de Veracruz, que carece de tacto alguno para tratar a los periodistas; y a nivel local, ya saben ustedes, Estrada Ferreiro y Benítez Torres, son dos joyas inmarcesibles de la 4T sinaloense.
El pequeño monarca de la Dubái mexicana, experto en el estudio y tratamiento de epidemias, quien ha diagnosticado científicamente que las reuniones tumultuarias no generan contagio de Covid-19, por razones muy oscuras está muy empeñado en que se lleve a cabo el Carnaval de Mazatlán. Ya ha montado escenarios, como el que se ve en el Parque Central de la ciudad, y ha realizado actos carnavalescos que se identifican como “manifestaciones” a lo largo del paseo costero (por cierto, provocando tremendo caos vial). Es evidente que, para él y no pocos empresarios, primero está el dinero que la salud y la vida de los mazatlecos, y por eso están empeñados en que se lleve a cabo la fiesta porteña.
Ya sea a nivel nacional o local uno no deja de sorprenderse con las lamentables decisiones de los gobernantes de la 4T. ¡Qué decepción!