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"PUERTO VIEJO"

"Digo..."

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    osunahi@hotmail.com

     

    La obligación de informar el estado que guardan las finanzas públicas, que pesa sobre quienes llevan la responsabilidad de la titularidad del Poder Ejecutivo federal, de los gobiernos estatales o de los municipios, se convierte en un momento propicio para que estos representantes populares le den rienda suelta a su ego, soltando una larga campaña de medios, antes y después del cumplimiento de su obligación, a través de la cual, tratan de imponer como verdad, la auto alegre percepción de los resultados de su gestión. Normalmente lo hacen en actos masivos en los que son los reyes del evento.
    Los montan en espectaculares templetes, bañados por luces teatrales, y previo a la puesta en escena, reciben uno y mil apapachos de los políticos y de los amigos de la silla; sí, de esos que huyen del halagado en cuanto se les acaba el halo del mítico poder.
    Los abrazos y los parabienes de los familiares, es obvio, son los únicos sinceros, aunque claro, tampoco faltan los que quedan en tela de duda.
    Cada uno de los informes de dichos representantes populares vienen cargados de datos y cifras alegres, pintando escenarios que no aguantan la confronta con la realidad y todas las obras que refieren son catalogadas como inéditas, de tal suerte que luego uno no entiende el por qué del atraso del país; de la pésima situación del sistema de salud pública y de las vías terrestres de comunicación, por citar algunas acciones gubernamentales, de las calificadas como históricas.
    Todo ello, plasmado en documentos que da la impresión de que son machotes de discursos en los que solamente se cambian cifras y fechas. Cuántas veces hemos escuchado, por ejemplo, los siguientes renglones:
    “En mi gobierno no hemos escatimado recursos para el sector salud y en lo que va de mi sexenio hemos invertido una cifra histórica que asegura la salud y el bienestar de los ciudadanos”. Y cuando llegan los derechohabientes a su centro de atención a solicitar medicina el clásico “no hay” es como un mantra que repiten sin cesar los encargados de la farmacia.
    Otra de cajón: “En este gobierno, hoy como nunca estamos realizando acciones que pretenden acabar con la delincuencia organizada y preservar el estado de derecho y para ello, hemos invertido tantos miles y miles de millones, cantidad histórica dentro de la administración federal”. La sangre derramada y los desaparecidos desmienten redondamente tales argumentos.
    Entrando al ámbito local, recientemente el alcalde mazatleco presentó su primer informe de gobierno en un evento público, tratando de demostrar su popularidad, para lo cual, contradictoriamente, se encerró en un exagerado círculo de seguridad, muy al estilo de los que realizaban el viejo PRI y su aliado el PAN. Vallas metálicas por doquier, revisiones corporales con detectores metálicos, presencia de perros policías y un número importante de elementos policiacos y de las fuerzas armadas.
    Era un círculo de fuerza tan cerrado, que ni el propio Ovidio lo hubiera podido romper.
    ¿Y la popularidad y la querencia del pueblo que tanto presumen? ¿Pues qué no saben que el Presidente de la República repudia ese formato de actos públicos?
    Por otra parte, Luis Guillermo Benítez Torres, dentro de su informe hizo alarde de haber iniciado la transformación de Mazatlán, y para ello cita, entre otras acciones, tramos de calles pavimentadas, techumbres escolares y fiestas populares gratuitas.
    Debe saber “El Químico” que la innovación requiere dejar vicios administrativos como es el caso del tráfico de influencias y acciones que muevan el destino municipal hacia nuevos horizontes, y en ese sentido, no se ve, por ejemplo, que el alcalde esté impulsando nuevos modelos de recolección de basura y tratamiento de aguas negras y ni tan siquiera, el hacer cumplir la normatividad municipal, primer paso en cualquier intento innovador.
    Digo, se vale pavonear, pero tampoco debe ser pretexto para que nos quieran ver la cara queriéndonos vender espejitos y colguijes que solo deslumbran a la ingenuidad o que arrancan el aplauso de la lambisconería. ¡Buenos días!