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Hoy 2 de noviembre, como cada año, en México celebramos el día de muertos; esta tradición prehispánica tan importante en la que conmemoramos la memoria de nuestros difuntos. En este ritual ancestral se celebra su presencia espiritual. El día de hoy, ellas y ellos regresan a casa para nutrirse de las ofrendas que les dedicamos. Es un día en el que de alguna manera vuelven para estar aquí, con nosotros los vivos.
Esta idea filosófica de inmortalidad es propia del ser humano, pues ya las antiguas civilizaciones creían firmemente en un Universo místico donde la muerte no era considerada como el fin de la existencia, sino como una vía de acceso a otras dimensiones. En la cosmología azteca, por ejemplo, la vida y la muerte eran co-dependientes: la vida brotaba de la muerte, era el material básico de la vida. La muerte hacía posibles los sacrificios humanos a los dioses, un tributo que había que pagar para poder asegurar que el sol continuara viajando a través de los cielos y que el maíz siguiera creciendo para alimentar al pueblo. Para ellos, la muerte era considerada como el acto de despertar con objeto de proceder hacia el mundo de los muertos.
Para Manuel Alberro, tras la conquista de México, la sistemática destrucción de la civilización indígena era justificada por los invasores como una acción encaminada a erradicar las creencias y los rituales paganos, e introducir “la verdadera fe”. Empero, prácticas firmemente establecidas, como el culto a los muertos, resultaron extremadamente difíciles de extirpar, y las autoridades españolas tuvieron que permitir su continuidad.
Por citar otra cultura, los antiguos Celtas festejaban el Samain en la víspera del día 1 de noviembre, festividad que ha sido regularmente descrita por historiadores como una ocasión de comunión con los espíritus de los difuntos, autorizados esa noche a deambular en el mundo de los vivos; una ocasión en que las puertas de separación entre este mundo y el próximo estaban abiertas; una oportunidad para dirigirse a los antepasados, que podrían proveer consejos, advertencias e indicaciones para ayudarnos en los años venideros.
La inmortalidad del Alma
Antiguos filósofos griegos como Sócrates y su discípulo Platón sostenían la idea de que el Alma (entendida ésta como una entidad abstracta que se le atribuye la capacidad de sentir y pensar) no muere, sino que es eterna.
Tanto en el “Fedón” como en la “República”, Platón parece revelar su creencia en la inmortalidad del Alma. Hay pasajes en sus escritos donde Sócrates menciona que esta vida es una preparación para la eternidad. Según su doctrina, cuando el cuerpo se destruye en la muerte, el alma abandona sus restos miserables y emigra hacia un más allá donde recibirá premios o castigos según su comportamiento en vida.
Retomando a Platón, si el alma es eterna, las ideas y el legado de nuestros difuntos también lo son. Tal vez usted, querido lector, cuando se encuentra en un dilema, no sabe qué decisión tomar, se pregunta así mismo: ¿Qué me diría mi madre/padre sobre esto? ¿Cuál sería su consejo? Si bien extrañaremos siempre su presencia física, al recordarles, al mantener vivas sus ideas y sus enseñanzas, nuestros seres queridos se mantienen con vida, son inmortales. Las ideas y la memoria son eternas, ciertamente son realidad divina. A diferencia de las cosas materiales, que devienen continuamente y pasan, el alma es inmortal.
Es cuanto….