Nuestro País es un lugar para sentirse orgulloso. México es actualmente la decimoquinta economía del mundo, forma parte de la OCDE, es miembro del G-20 y se sienta en la mesa con las grandes potencias para decidir los destinos del planeta.
Esto no fue un logro fácil de conseguir. Los mexicanos tomamos importantes decisiones en los últimos 35 años. De adherirse al GATT -institución precursora de la Organización Mundial de Comercio- a suscribir el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. De abrir nuestro sistema político a la competencia partidaria a aceptar el régimen internacional de derechos humanos.
Sin estas iniciativas, México seguiría sumergido en el subdesarrollo económico, el caos social y el autoritarismo político.
Y, sin embargo, aún tenemos ante nosotros grandes desafíos. No hemos sido capaces de lograr la prosperidad para todos. Aunque en los pasados gobiernos se hicieron esfuerzos sustanciales para lograr un desarrollo compartido, la verdad es que aún no somos una nación de clase media. El escritor argentino Jorge Luis Borges alguna vez sentenció que una sociedad de clase media era la mejor de nuestras posibilidades.
El actual grupo en el Gobierno ha fracasado en su intento de resolver este problema: hoy hay más pobres en México que antes de que llegaran al poder. Pero no sólo eso, la mala administración de este régimen ha afectado a todos: clases altas, medias y bajas. Por primera vez en mucho tiempo el País no crecerá durante un sexenio.
Hoy parece difícil hacer algo, pero el siguiente gobierno podría impulsar el crecimiento económico para todos y todas.
Necesitamos, antes que nada, invertir más recursos públicos en infraestructura con impacto productivo, social y ecológico probado. La inversión tiene que ser pública y privada y no debe ser menor al 3 por ciento del PIB. Los recursos tendrían que canalizarse hacia las industrias más prometedoras de la era postindustrial. Pero eso no quiere decir que no se pueda apoyar de manera fundamental a las pequeñas y medianas empresas. El Estado puede tener un papel sustancial en detonar el crecimiento de las llamadas MPymes. Estas empresas necesitan de créditos que sean, a la vez baratos y eficientes. Nuestro sistema bancario podría adaptarse a un nuevo modelo en el que los créditos para empresas con proyectos viables y rentables sean más accesibles.
A la par, varias empresas pequeñas y medianas podrían cotizar en las bolsas mexicanas de valores y así obtener recursos por parte de los inversionistas. Actualmente hay un proyecto en marcha para que esto suceda. Esperemos que tenga éxito.
Se ha dicho innumerables veces que nuestro País se encuentra ante una oportunidad inigualable: las cadenas productivas existentes antes de la pandemia fueron dislocadas debido a sus efectos perniciosos. Estas conectaban a diversos países asiáticos con el mercado estadounidense, que sigue siendo el mayor del planeta. Con ello, se abre la posibilidad de establecer nuevas cadenas de valor, transporte y comunicaciones que conecte a la industria mexicana con el mercado de América del Norte.
Hoy por hoy, esto está sucediendo de manera muy parsimoniosa y los ajustes no se han realizado con la rapidez necesaria. México no puede darse el lujo de perder esta oportunidad histórica. Aprovechémosla antes de que sea demasiado tarde.