Deseos de Año Nuevo

    El Manifiesto Russell-Einstein hizo un eco que recorrió el mundo, recordando a la humanidad que el conocimiento sin sabiduría es una amenaza y que las decisiones que tomamos pueden cambiar el rumbo de la historia como la conocemos, hasta que tal vez no haya más historia que contar.

    Corría el año de 1955, y dos de las mentes más brillantes de las que se ha tenido registro, tuvieron más que deseos de Año Nuevo.

    El mundo estaba dividido entre dos gigantes potencias: Estados Unidos de América y la Unión Soviética. La Guerra Fría había convertido al planeta en un tablero donde a la menor provocación, el movimiento de una ficha, significaría un desastre nuclear. La amenaza tendía sobre la humanidad y, en ese contexto, estas dos mentes se unieron preocupados por el destino y para dejar un mensaje para el futuro.

    Uno de ellos, Bertrand Russell, un filósofo británico conocido por su agudo intelecto y compromiso con la paz. El segundo, Albert Einstein, un hombre cuya ecuación había desatado sin querer el poder del átomo, pero que en su corazón deseaba que ese poder nunca se usara para destruir.

    Einstein, envejecido, ya no podía moverse con la energía de sus años dorados, pero su mente seguía tan clara como siempre. Antes de su muerte, dejó una última advertencia, una última firma: el documento que Russell que había preparado. Así nació el Manifiesto Russell-Einstein, un llamado a la humanidad para detenerse al borde del abismo. El 9 de julio del 1955, una mañana gris en Londres, Russell reunió a periodistas y grandes pensadores en una pequeña sala de conferencias, leyó el manifiesto y le habló a un mundo que parecía incapaz de darse cuenta que estaba al borde de su autodestrucción, no importaba quién ganara o perdiera, porque no habría nadie para contarlo.

    El manifiesto fue firmado por 11 grandes mentes del mundo, científicos y humanistas que entendían que la ambición desmedida era la sentencia de nuestra desaparición. Entre ellos estaban Max Born, Frederic Joliot-Curie y Herman Muller.

    El manifiesto fue un mensaje de advertencia, y una semilla que dos años después germinaría en las Conferencias Pugwash, un espacio donde científicos de todo el mundo se reunieron para buscar paz y desarme nuclear, décadas después, esa iniciativa sería reconocida con el Premio Nobel de la Paz.

    El Manifiesto Russell-Einstein hizo un eco que recorrió el mundo, recordando a la humanidad que el conocimiento sin sabiduría es una amenaza y que las decisiones que tomamos pueden cambiar el rumbo de la historia como la conocemos, hasta que tal vez no haya más historia que contar.

    Las sombras de las amenazas que invitaron a Russell y Einstein a firmar este manifiesto y alzar la voz, siguen aquí, no se esfuman, no desvanecen, la historia se sigue repitiendo, la humanidad parece siempre al borde del colapso, y los intereses de unos pocos siempre están por encima de los otros, de los muchos.

    Así que en este nuevo año, deseo profundamente el deseo del manifiesto, la última línea, esa que representó la última firma de Einstein.

    “Recordad vuestra humanidad y olividad el resto”.

    Gracias por acompañarme, nos leemos pronto.

    Es cuánto.

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    @isaacarangureconacentoenlae