Estamos descorriendo el telón para iniciar la obra de nuestra vida en este año 2025. El reto es mayúsculo y sustancialmente significativo por la peculiar situación en que nos encontramos atrapados. Los augurios no son benévolos y el panorama se torna desesperante y desalentador. Sin embargo, siempre debemos estar abiertos a la esperanza y enarbolar decididamente el estandarte del esfuerzo y la bandera de la entrega generosa.
Mirando hacia atrás, debemos retomar en nuestra alforja los momentos venturosos, mientras diseccionamos con precisión quirúrgica los no tan favorables y benévolos. Es esencial realizar un equilibrado balance que nos arroje las fortalezas y oportunidades, a la vez que detectamos prudentemente las áreas neurálgicas de las amenazas y debilidades.
Lo decisivo es enfrentar el futuro con determinación, valentía, coraje, emoción y optimismo. El porvenir nunca se ha construido fácilmente, pero el futuro siempre nos ofrece una ventana de crecimiento y desarrollo. Nunca se cierra herméticamente la puerta de la evolución, aun cuando tengamos que embarcarnos en una cruenta jornada con dramáticos espasmos de lucha y revolución.
El violento presente que vivimos no ha sido el más virulento de la historia de Sinaloa. El Siglo 20 fue pródigo en conflictos armados y desencuentros sociales que se precipitaron vertiginosamente en abismos de odio y fratricidas pasiones.
En nuestro Sinaloa hemos reproducido nuestros propios Auschwitz, Gulags e Hiroshimas. El otro no es ya mi hermano, sino mi rival, el contrario, el enemigo que tengo que someter o eliminar.
No obstante, engendrar y crear otro mundo diferente es posible, por lo que no debemos ceder al desaliento y frustración. Descorramos el telón; el camino del mañana contiene en germen muchas semillas de esperanza, por lo que hay que relativizar tanto los momentos de triunfo como de fracaso.
¿Descorro el telón con esperanza?
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