"Deletreando los elogios de AMLO para QOC. Las señales ocultas de la visita presidencial"
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Cada vez es mayor la diferencia entre la postura de la bancada del Movimiento Regeneración Nacional y la actitud del Presidente Andrés Manuel López Obrador respecto al gobierno de Quirino Ordaz Coppel, tomando en cuenta que los diputados del Congreso del Estado y el Mandatario federal pertenecen a la misma corriente izquierdista y deberían, ¿o no?, acercar un poco la forma de ver a quien lleva las riendas de Sinaloa. Esto propicia que el ejercicio de prestidigitación política que realizan los tres actores se vuelva todo un desafío para el análisis político.
Entre interminables elucubraciones, el buen entendimiento AMLO-QOC ha resistido una cuarta parte del sexenio del primero y casi es un hecho que se estirará hasta del cierre de la gestión del segundo. La revisión fría de los signos, al margen de apasionamientos y puritanismos ideológicos, da para prever que se gesta en la sucesión de Sinaloa algo que ya es un embrión pero sin rostros ni nombres aún.
Basta con leerles los labios, la mirada y hasta en modito de andar al Presidente. Llega a Sinaloa confiado, sonriente, relajado, y hasta bromista, cuando a otros estados como Jalisco y Guanajuato entra con igual reconcomio que el novio que visita a la muchacha observado por el suegro con escopeta en mano. Aquí López Obrador se desdobla en lo que es, poco se deja acompañar por los liderazgos locales de Morena y siempre le permite a Quirino Ordaz que vaya junto a él, concesión que otorga únicamente a quien le inspira confianza.
En la visita de trabajo del 5 de agosto AMLO emitió más señales de las que acostumbra. ¿Cuál violencia en Sinaloa si el estado aparece en el ranking nacional como uno de los más tranquilos? ¿Cuál coronavirus si aquí se ha podido domar la pandemia? ¿Cuál inconformidad de agricultores que piden mejores precios para sus cosechas si el miércoles ni se manifestaron? ¿Cuáles cuentas públicas irregulares si los halagos del Presidente que combate la corrupción no detectan esos “detallitos”?
La reiterada adulación presidencial al desempeño de Quirino Ordaz y el también redundante bloqueo de Morena en el Congreso del Estado a todo lo que provenga del Ejecutivo estatal le dan forma a un acto de ilusionismo político en dos niveles. En la Cámara local el partido del Presidente capitaliza la costumbre de que la mayoría legislativa manda y, como en su momento lo hizo el PRI con regímenes de partidos adversarios, hoy los legisladores dominantes le confeccionan tantas camisas de fuerza al Gobernador que ya no caben en el guardarropa de la negociación.
Pero enseguida viene López Obrador a Sinaloa y le quita las amarras a Quirino Ordaz, quien según dice el Presidente “es un hombre trabajador. Está ocupado en atender a la gente, en gobernar para el pueblo…no está metido en grillas, en politiquerías”, pronunciamiento que apaga el fervor morenista local por serle fiel a la izquierda que inspiró el nacimiento de la llamada Cuarta Transformación.
¿Entonces a quién creerle? Pues si fuera imprescindible definir qué palabra es más fiable tendría que ser en razón de que Morena es obra y propiedad exclusiva de López Obrador, de nadie más, y que la directriz del autor material e intelectual del partido predomina por encima de las huestes e inclusive la base de esta pirámide de poder tendría que actuar en consecuencia de lo que se decida en la cúspide. A nadie le queda duda de que en AMLO encarna el gobierno y el partido, sin entrar en detalles sobre el control que ejerce en los poderes Legislativo y Judicial.
Algo se puede conjeturar hoy con mayor precisión: López Obrador y Quirino Ordaz no están peleados entre sí, al menos no por ahora, y es muy probable que juntos armen una estrategia para que el buen entendimiento continúe después de que el actual Gobernador deje el cargo a partir del 1 de noviembre de 2021. Con un próximo Mandatario estatal del PRI o de Morena, eso es lo que menos importa en este momento, el Presidente buscará alargar hasta 2024 la permanencia de Sinaloa como aliado estratégico.
Vayan hacia tal eventualidad las apuestas. Si la sucesión en Sinaloa fuera fundamentada en algún ardid para el desprestigio del Gobernador priista, si el marro de la 4T planeara demoler la imagen de Quirino Ordaz, la infalible intriga palaciega que es la marca de la casa en la 4T ya habría reflejado síntomas en ese sentido porque la operación tenebrosa requiere de días y coyunturas para cuajar y en menos de 100 días las concertacesiones políticas estarán a todo lo que dan para definir la transición sinaloense.
De momento solamente se tiene el empalagoso cruce de elogios entre López Obrador y Quirino Ordaz. “No tenemos ninguna diferencia, no hay pleitos, estamos poniendo por delante el interés de Sinaloa”, reafirmó el Presidente y prácticamente a eso vino: a remarcar los renglones de un pacto que cualquiera puede ver, excepto los obnubilados por fanatismos.
Reverso
Más que un concurso de loas,
Morena y el PRI desean,
Que tan dispares Sinaloas,
Amigos con derechos sean.
Amor con amor se paga
Ya que se fue de Sinaloa Andrés Manuel López Obrador y dejó la percepción de la convivencia armónica entre Presidente y Gobernador, Morena y PRI, en un gesto de reciprocidad política Quirino Ordaz Coppel debería desistir del veto de bolsillo que evita la publicación en el Periódico Oficial para que entre en vigor la nueva Ley de Obras Públicas que la 63 Legislatura aprobó por unanimidad desde el 11 de junio. Ese buen gesto nutriría la idea de la armonía entre poderes y, sobre todo, desbloquearía otro candado de opacidad que mucho le estorba a la rendición de cuentas.