¿De qué se habló en la primera reunión entre los presidentes de México y EUA?

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    En el próximo mes de diciembre, México y Estados Unidos de América (EUA) cumplirán 200 años de relaciones diplomáticas, esta conmemoración tiene diversos hitos, uno de ellos también tendrá su efeméride en los siguientes días.

    En el próximo mes de diciembre, México y Estados Unidos de América (EUA) cumplirán 200 años de relaciones diplomáticas, esta conmemoración tiene diversos hitos, uno de ellos también tendrá su efeméride en los siguientes días. El 16 de octubre de 1909 los presidentes de ambos países tuvieron el primer encuentro en la historia de esta intensa y turbulenta relación. Porfirio Díaz y William Howard Taft se reunieron en la Cámara de Comercio de El Paso, Texas y, posteriormente, Taft cruzó la frontera para tener una cena en la Aduana de Ciudad Juárez, Chihuahua. En medio de estas dos actividades dichos presidentes sostuvieron una reunión privada por aproximadamente 15 minutos. Diversos historiadores han especulado qué trató en la entrevista Díaz-Taft.

    En esa época no había difusión o cierta transparencia sobre las agendas de este tipo de reuniones, no se utilizaban los comunicados de prensa, por lo que no hay información sobre el contenido del diálogo de alto nivel. Enrique C. Creel, además de los presidentes, es el único que supo de qué se habló, ya que fungió como intérprete de ambos líderes. Las notas de la prensa se centraron en lo fastuoso de las recepciones, la vestimenta de Díaz y Taft y sólo se remarcaba los mensajes de amistad y cordialidad que se intercambiaron. Taft señaló en una carta privada a su esposa que se convenció de llevar a cabo este histórico encuentro porque podría fortalecer internamente a Díaz frente a la inestabilidad política que empezaba a darse en México previo a la Revolución. Es posible que uno de los temas tratados haya sido la necesidad de paz y certidumbre en México debido a las cuantiosas inversiones estadounidenses en nuestro país.

    Sin embargo, en la agenda bilateral había otros temas de igual o mayor interés, los cuales producían tensión en ambos lados de la frontera y que pudieron ser abordados en este encuentro. El primero, Nicaragua. A EUA le preocupaba la actitud independiente y soberana del nuevo Presidente de dicho país Centroamericano, José Santos Zelaya. Buscaba su deposición y la ayuda de México para ello, la cual no se manifestó. México y EUA movilizaron buques a esa zona de la región y nuestro país, sabiendo que tampoco podría detener a la Casa Blanca, negoció entre ambos países para que hubiera un cambio de mando pacífico. Esta negociación la conducía precisamente Creel. En ese punto se encontraba la situación de Nicaragua al momento de la reunión Díaz-Taft, la cual no sólo no hizo capitular al Gobierno mexicano, por el contrario, meses después, el 24 de diciembre, trajo a Zelaya a México en un buque de guerra para asilarlo y preservar su integridad, acto que no agradó a la diplomacia de la Unión Americana.

    El segundo gran tema era el uso de Bahía Magdalena, en Baja California, por parte de marinos estadounidenses para hacer pruebas militares. En 1906, el gobierno porfirista había cedido a la presión de EUA de que, así como a los japoneses se les había permitido hacer prácticas en dicha bahía, a ellos se les autorizara también. En nuestro país había críticas al Gobierno por la posible extensión de permiso a EUA para que sus fuerzas armadas utilizaran ese espacio perteneciente a México. La Administración Díaz pidió a su vecino del norte publicar una nota en la que sostuviera que los fines de la expedición eran pacíficos y no atentaban contra la soberanía nacional. Como la nota no calmó las protestas en la prensa, México tuvo que informarle a la Casa Blanca que el gobierno no consideraba pertinente renovar el permiso para que la Marina de EUA hiciera prácticas en dicha Bahía.

    Además de la inestabilidad en la frontera, producto de los grupos armados que cruzaba la línea constantemente, otros dos asuntos formaron parte de los principales temas activos durante el primer encuentro de presidentes México-EUA. Uno de los temas fue la disputa del Chamizal, un territorio del que ambos países se peleaban su potestad. El río Bravo modificó su cauce provocando que el límite fronterizo se moviera en favor de EUA, de acuerdo con los Tratados de Guadalupe. El asunto se decidió hasta la década del 60. El otro tema era el de los derechos sobre el agua del Río Colorado. El problema estribaba en que los agricultores de Colorado acaparaban el caudal del río, dejando sin agua a sus pares de Sonora. Este también fue un problema de larga data que se resolvió en 1944. Difícilmente todos estos asuntos se dialogaron por Díaz y Taft en los 15 minutos de encuentro, pero difícilmente ninguno tocó.

    Estos temas que posiblemente estuvieron en el diálogo entre dichos presidentes: respeto a la soberanía, Centroamérica y temas propios de la vecindad han regresado a la agenda bilateral del actual Gobierno. Y es que la política exterior de México se ha formado en gran medida por el cúmulo histórico de la experiencia internacional del país, agregándose y robusteciéndose principios, los cuales empezaron a tomar forma desde la época de Benito Juárez y su Doctrina; las estrategias porfirianas de hacer contrapeso a la influencia de EUA; y la Revolución Mexicana con la Doctrina Carranza, y posteriormente la Doctrina Estrada, hasta alcanzar rango constitucional en la década de los 80 del Siglo 20. A todo esto, se la ha sumado la tradición de asilo y refugio. El país ha seguido, no sin vaivenes y matices, la mayoría de ellos lamentables, las directrices que este pasado ha construido y que es el más sólido asidero de conducta exterior que tenemos y es necesario nunca dejar de lado.