De orgullos y vergüenzas

    Qué tiene de gracioso estar hoy en la penosa encrucijada de ser acusado como país por violentar el T-MEC. A quién le puede provocar una sonrisa cargada de sorna, la posibilidad de aranceles a “productos sensibles” que igual pueden afectar a los productores de aguacate, que al sector de autopartes. El asunto es muy grave, de la buena solución dependen los ingresos de muchas familias mexicanas.

    De nuevo subió al pódium. Miró sereno a la banda engalanada, estaba en Mónaco. Nuestro himno nacional se escuchó con una cadencia suave. De pronto -al joven, pero muy curtido corredor de F1- lo invadió la emoción, el sentimiento patrio, la responsabilidad. Una vez más, logró que nuestra bandera y nuestro himno fueran el centro de la ceremonia. Muchos mexicanos vibramos con él, se lo agradecimos. ¡Qué orgullo!

    Esas ceremonias son la culminación del esmero inquebrantable. La fortuna siempre ronda, es parte de la vida. Pero cuándo los triunfos se repiten, la explicación está en la tenacidad y... en la seriedad. Seriedad en todo: condición física, entrenamientos, comportamiento en pista y respeto a las reglas. “Checo” Pérez cosecha merecidamente lo trabajado. Se enorgullece y nos enorgullece.

    “Uy, qué miedo”. Por qué burlarse de nuestros vecinos y compañeros de viaje comercial. Por qué la bufonada que ostenta su conocida falta de seriedad, la ignorancia y, peor aún, el desprecio por la ley y por sus gobernados. Le importamos un bledo. No puede aceptar que los malnacidos “neoliberales”, sí lograron una transformación profunda: la sistemática apertura comercial. Hoy somos uno de los principales exportadores del mundo. También hay tenacidad, es ese otro México que enorgullece. De “país petrolero” a potencia exportadora. Allí se explican millones de empleos. México se tecnificó y, algo quizá más importante, mostramos seriedad. Somos productores confiables. Cerca del 40 por ciento de nuestro PIB está vinculado al sector exportador. El asunto está más allá de los containers: hay un México abierto, pujante y... serio.

    Qué tiene de gracioso estar hoy en la penosa encrucijada de ser acusado como país por violentar el T-MEC. A quién le puede provocar una sonrisa cargada de sorna, la posibilidad de aranceles a “productos sensibles” que igual pueden afectar a los productores de aguacate, que al sector de autopartes. El asunto es muy grave, de la buena solución dependen los ingresos de muchas familias mexicanas. ¡Ahora resulta que no sabían que el sector energético estaba incluido en el T-MEC! Pero si la discusión tomó meses. ¿Qué pensaban? Creyeron que ya entronizados podrían hacer lo que les viniera la gana, como lo intentaron en otros ámbitos: buscar la rendija reeleccionista; crear una nueva Sala en la SCJN para tener control total; desaparecer al INE y al INAI y a los órganos reguladores; disminuir los salarios a su capricho (él como medida del mundo); doblegar a BANXICO; apoderarse el TEPJF; desaparecer a las ONG’s, y... violar el T-MEC, por qué no.

    En esa lógica machista del “yo soy el rey”... “hago siempre lo que quiero...y mi palabra es la ley”, Canadá y Estados Unidos se quedarían quitecitos permitiendo la violación del Tratado, el engaño y el perjuicio a los inversionistas. Ese es el fondo: la soberbia, la profunda ignorancia sobre otras culturas en las cuales decir mentiroso a alguien es una afrenta moral mayor, pensarse como el ombligo del mundo. ¡No sabíamos lo del sector energético! Pues ¿en dónde andaban? O mienten y creyeron que el machismo empoderado podía dar un zarpazo internacional. Pero los otros existen, se toparon con el mundo. Sólo el machismo retrograda cree que violar la ley es sinónimo de astucia. Para los otros es una simple bajeza. O quizá, ante el desmoronamiento del gran engaño “4T”, coquetean con la inmolación final: el nacionalista se prende fuego.

    “Miedo” remite a las agallas, a la virilidad. No lo entienden: es cuestión de principios, de respeto a la ley, de congruencia, de solidez ética. ¡Qué se decida en el Zócalo el 16 de septiembre. A llenarlo bufones! Se aterrarán, piensan.

    Pero no, ya los clasificaron: bufones que mienten mirando a los ojos, que violan la ley con orgullo, que no tienen respeto a la palabra empeñada, carentes de seriedad. Entretener a la corte, eso hacen los bufones.

    Mientras al “Checo” le brotan lágrimas y nos provoca orgullo, otros, avergüenzan.