De la centralización a la feudalización: el nuevo rostro del poder

    “Cuando el poder tiende a concentrarse en pocas manos, la historia enseña que esos poderes buscan perpetuarse a través de la descentralización y el dominio local”. Jean-Jacques Rousseau
    Ante el cambio de gobierno, nos enfrentamos a posibles choques entre los diferentes grupos de poder, el surgimiento de nuevos poderes fácticos, una economía en riesgo de desaceleración y una extensión de la violencia.

    Estamos ante la posibilidad de una centralización del poder, con un mando fuerte y uso discrecional. Todo parecerá estar bajo control. Sin embargo, esta visión choca con la realidad, ya que el Presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador, aunque se retire a su rancho “La Chingada”, ubicado en Palenque, Chiapas, seguirá enviando mensajes sobre lo que le incomoda o lo que, desde su visión, debe hacerse.

    Su sombra estará presente en cualquier decisión que se desvíe de sus ideas y de lo que ha denominado “la segunda etapa de la Cuarta Transformación”.

    Además, gran parte de los funcionarios en el próximo gobierno le deben lealtad a él, no a la nueva Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.

    Por otro lado, muchas decisiones, como la implementación de la reforma judicial, la gestión de los recursos federales y la ejecución de programas gubernamentales, estarán en manos de los poderes locales: gobernantes, empresarios e incluso el crimen organizado. Este último ha emergido como un factor clave en el control local, lo que no sólo afecta gravemente la gobernanza, sino que también agrava los problemas de seguridad en varias regiones.

    En este contexto, la esperada centralización del poder podría transformarse en una feudalización, donde diversos grupos lucharán por su propia cuota de poder, recurriendo a zancadillas y golpes bajos para obtener la mejor porción. En paralelo a esa lucha por el poder entre élites, las organizaciones civiles y movimientos sociales podrían desempeñar un rol clave en la defensa de derechos y la fiscalización del Gobierno en sus tres niveles.

    Otro desafío que enfrentará el gobierno es la presión de los inversionistas y el cumplimiento de los tratados comerciales, tanto con Estados Unidos y Canadá, como con la Unión Europea.

    No podemos ignorar el contexto económico global, especialmente una posible recesión en nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, que podría desacelerar nuestra economía. Esto podría resultar en un gran déficit fiscal que repercutirá en la estabilidad económica interna, afectando el gasto público y dificultaría el cumplimiento de los programas sociales prometidos durante la campaña. Si no logramos crecer, no podremos cumplir con estas promesas.

    Ante este escenario, es crucial evitar caer en agendas públicas que ignoren los problemas que se avecinan. Nos enfrentamos a posibles choques entre los diferentes grupos de poder, el surgimiento de nuevos poderes fácticos, una economía en riesgo de desaceleración y una extensión de la violencia.

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