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A pesar de la distancia he tratado estar al pendiente de la información que sigue generando sobre el llamado “jueves negro”, estoy en Bogotá en un foro académico y no dejo de avergonzarme cuando las primeras preguntas referenciadas al conocer mi nacionalidad y procedencia son: “de donde el gobierno no manda”. Si tenía un poco de duda sobre la magnitud del impacto global de los funestos hechos de la semana pasada, la academia latinoamericana está para recordárnoslo. Nosotros podemos ser ciegos ante nuestra penosa realidad, pero el mundo no.
Un juego de significados y significantes, el mundo entero tomó nota de los hechos, recibió la historia contada en la atractiva y perversa narrativa de la claudicación de los poderes ante las amenazas del crimen. Mientras tanto, la respuesta comunicacional de los gobiernos es tibia y temblorosa, incapaz de superar las limitadas fronteras locales. Si los discursos y posturas no han convencido a los mexicanos, no debemos esperar mejor suerte para la comunidad internacional.
En la semana el Presidente de la República entró a salvar al Gobernador, “puso el pecho” y asumió plenamente la responsabilidad de lo sucedido en Culiacán. “El Gobernador de Sinaloa no tiene responsabilidad por el operativo” dijo a la prensa nacional. Y tiene razón la irresponsabilidad fue de los funcionarios federales que causaron el caos y hasta ahora siguen trabajando sin reprimenda, ni sanción.
Quirino cometió y sigue cometiendo errores en su estrategia de comunicación, pero como bien dice el Presidente, culpa en los hechos no tiene. Hasta el día de hoy, el Gobernador no ha salido a dar la cara, a dar cifras oficiales y desmentir otras que cobran fuerza en medios nacionales e internacionales. Decidió no hablar sobre los hechos, y supone que reuniéndose con empresarios, dueños de medios de comunicación, con burócratas y con legisladores, podrá salir de la peor crisis de imagen y credibilidad de los últimos años.
En una franca exhibición de su desespero y ante un discurso que se le acaba, publicó en diversos medios de comunicación una declaración desatinada de fondo y forma. Titulada “Declaración del Estado Libre y Soberano de Sinaloa” una especie de manifiesto ambiguo mezclada con una declaración de absurdas intenciones, firmada por la Presidenta de la Junta de Coordinación Política, Graciela Domínguez, el Magistrado Presidente del Supremo Tribunal de Justicia, Enrique Inzunza y el propio Gobernador.
Llaman los firmantes, convocados por el Ejecutivo “a la reflexión profunda sobre el objetivo superior del Estado para garantizar la seguridad y paz duradera”. Como si esas reflexiones no nos llamaran a los ciudadanos al planteamiento de la vigencia del Estado de Derecho y la prevalencia estricta de la Ley sobre cualquier interés particular. Es decir, piden o se piden a ellos mismos, hacer lo que dejaron de hacer en torno a los hechos de la semana pasada. Y por lo cual somos referente internacional de impunidad.
“Unidos como uno solo, los tres Poderes del Estado”, es sin duda la parte más ocurrente de la carta. Porque de nada sirve la unidad para lavar culpas y perdonar costosísimos errores, y es precisamente, la absoluta división de poderes lo que se necesita para hacer que las cosas mejoren cuando las instituciones fallan. Los poderes del Estado sirven cuando son independientes y verdaderamente autónomos.
En el punto central de la carta, los firmantes encabezados por Quirino le regresan, la flor al Presidente, los titulares “respaldan la decisión de preservar vidas y la seguridad de las personas”, pero nada dicen del error que nos llevó a la infame situación, enmudecen en su compromiso con las víctimas y la exigencia a la autoridad federal para que nunca más se repita una situación de esa naturaleza. Para que nunca más se dobleguen y arrodillen a las instituciones ante grupos que imponen su ley mediante las ilegitimas armas, motivo de la oprobiosa referencia a mi amada pero mal gobernada tierra mexicana.