De Hannah Arendt, notable filósofa y activista alemana, refiero la siguiente cita: “Mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino garantizar que ya nadie crea en nada. Un pueblo que ya no puede distinguir entre la verdad y la mentira no puede distinguir entre el bien y el mal, Y un pueblo así, privado de pensar y juzgar, está, sin saberlo ni quererlo, completamente sometido al imperio de la mentira, con gente así, puedes hacer lo que quieras”.
En mi opinión, lo dicho por Hannah encierra a la perfección la actitud mentirosa y manipuladora de los distintos actores que pululan en los tres niveles del gobierno mexicano, con el propósito de sostener su estado de negación ante la crudeza de la realidad; justamente lo estamos viviendo en esta ola de violencia que nos asola, y ante la cual, tanto el Gobernador Rocha Moya, junto con sus colaboradores y otros actores políticos, recurren a la falsedad diciendo que el temor ciudadano es fruto de una mala percepción de los hechos de alto impacto, explicando que son eventos aislados y que no hay nada que temer, ya que las calles y lugares de convivencia están blindados por los elementos de las fuerzas armadas, así como por las corporaciones policiacas de los tres niveles de gobierno, lo cual, es más falso que una afirmación de Yunes, por ejemplo.
Así las cosas, con la peligrosa realidad que estamos viviendo y que nos convierte en sujetos vulnerables ante la furia de los bandos en conflicto, a lo cual, se agregan otras circunstancias a las que estamos expuestos, como lo son los accidentes viales, causantes de miles de muertes y costosos eventos, que, en el mejor de los casos, dejan a las víctimas con daños físicos y mentales.
Son muchos los factores que inciden para que suceda un hecho de tránsito, entre los que se cuentan distracciones, imprudencias y mal estado de los vehículos. Por supuesto, a lo enumerado, que de alguna manera está dentro de la cancha de los conductores y los peatones, se le agregan la mala infraestructura urbana, como es el caso de la criticable planeación vial y la ausencia o pésimo estado de señalamientos y semáforos.
Asimismo, también se agrega la insuficiente e ineficiente vigilancia vial y la corrupción que impera entre los agentes viales y las dependencias de transporte, dentro de la cuales, por ejemplo, obtener una licencia para conducir resulta sumamente fácil y más, cuando el trámite se aceita con el lubricante de la corrupción.
De acuerdo a una nota publicada en el portal digital del periódico El Universal, de fecha 20 de agosto del año que corre, de la autoría del periodista Luis Carlos Rodríguez, la Guardia Nacional, declaró que el año pasado se registraron 15 mil defunciones en accidentes viales en el territorio nacional, así como 40 mil lesionados, de los cuales, una cantidad importante queda con lesiones permanentes.
Destaco que en el puerto mazatleco, y seguramente en otras ciudades como Culiacán, la irresponsable soberbia de los conductores, nos ha llevado al punto de ver el desplazamiento de vehículos conducidos a velocidades alarmantes, de tal suerte que en avenidas principales, no resulta extraño ver automotores que alcanzan hasta los 80 kilómetros por hora, lo cual, resulta altamente peligroso para los ocupantes de dichos vehículos como para otros choferes y los peatones. Esto se refleja en las cifras que tiene la Secretaría Ciudadana y de Seguridad Pública del puerto, que registran para el primer semestre del presente año 792 accidentes, con 394 lesionados y 17 decesos.
De alguna manera, conducir vehículos de forma irresponsable, es un acto de violencia que no solo le corresponde a la autoridad frenarlo, sino también, a la responsabilidad ciudadana. ¡Buen día!
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