Davos y la rendición de los estados

    Será la protesta y la lucha social la que consiga, como ha sido con todos los derechos arrancados a los poderosos, construir un sistema donde sea posible aspirar a una vida digna, sin opresiones y dominaciones. El cambio no vendrá de Davos ni de los palacios estatales, sino de las luchas y protestas sociales desde abajo.

    SinEmbargo.MX

    Como cada año desde 1971, un conjunto selecto de las élites, económicas, políticas, mediáticas y académicas se reúnen en enero en Suiza para participar en el llamado Foro Económico Mundial, o Foro de Davos como se le conoce por el poblado donde se lleva a cabo.

    El Foro Económico Mundial (FEM) fue fundado por Klaus M. Schwab inicialmente como una iniciativa para convocar a los principales dueños o directivos de las grandes empresas europeas para importar al viejo continente las prácticas administrativas y corporativas de las principales industrias de Estados Unidos. Por eso su nombre inicial fue Foro Administrativo de Europa y cambió su nombre a Foro Económico Mundial en 1987.

    Sus defensores promueven que en Davos se discuten cada año los principales temas de la agenda global y la participación de representantes empresariales y líderes políticos contribuye a la gobernanza mundial. Desde la postura crítica, se señala al Foro de Davos por ser uno de los centros de pensamiento de la élite económico mundial desde donde se diseñan programas y políticas que son impulsadas para que sean adoptadas por las principales economías del capitalismo contemporáneo y las naciones subdesarrolladas. Al Foro de Davos se le atribuye ser uno de los centros de pensamiento desde donde más se impulsaron las políticas neoliberales y de la globalización y trasnacionalización económica que ha transformado el capitalismo en los pasados 40 años en el pasado medio siglo.

    Si bien no es el único encuentro de reunión de las principales élites del capitalismo global (existen otras como la Cámara de Comercio Internacional fundada en 1919 y el Grupo Bilderberg desde 1954), el Foro de Davos es el más visible y publicitado.

    Su reunión de este año acaba de celebrarse la semana pasada con la asistencia de más de 2,500 representantes de las élites económicas y política. Antes del foro el Foro Económico Mundial publica un informe con la prospectiva de los principales riesgos para la economía mundial del año en curso y de los años venideros. Habitualmente este informe prospectivo regula los temas de debate y las conferencias que se presentan durante el Foro en Davos. Este año el lema del FEM fue “Cooperación en un mundo fragmentado”.

    El poder del Foro de Davos se revela no sólo por su gran poder de convocatoria, sino por los discursos que impone a los jefes de Estado. Comparto como ejemplo la participación del Presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, en el tema de un mundo fragmentado, en el que terminó implorando la participación de las élites económicas para enfrentar y resolver los grandes desafíos mundiales.

    Según Pedro Sánchez, el mundo atraviesa cuatro grandes problemas: la pandemia por Covid-19 que no ha terminado; la invasión rusa a Ucrania; la crisis energética mundial; y la crisis y seguridad alimentaria. Ilustró esta última señalando que solo en un año el número de personas que sufren hambruna aumentó de 135 millones en 53 países, a 345 millones en 82 países.

    El conjunto de estas crisis, más las que vienen del pasado, han producido sociedades fragmentadas donde impera la desigualdad y la movilidad social se ha estancado. En una parte de su discurso resume los graves problemas que enfrenta la mayoría de la población mundial, no sólo de Europa: “Nuestros ciudadanos han están perdiendo poder adquisitivo. Tienen dificultades para encontrar un trabajo decente, para comprar una vivienda y darle una buena educación a sus hijos, para muchos de ellos es imposible ahorrar para unas merecidas vacaciones, mucho menos para tener una jubilación decente o un seguro de salud privado. Mientras el número de multimillonarios sigue creciendo y las multinacionales siguen incrementando sus beneficios a espaldas de los demás”.

    La descripción que hace el Presidente español Pedro Sánchez de las penurias que la moderna sociedad capitalista acarrea para la mayoría de las personas es certera: tanto en España como en México las actuales generaciones sufren para tener ingresos decentes, tienen vedado el acceso a una vivienda, a buena educación, salud o pensión y ni siquiera contemplan vacaciones deseadas. Y mientras la riqueza de la élite económica no sólo crece sino que se multiplica, justo en estos años de crisis. El análisis del Presidente español de lo que está pasando la mayoría de la población mundial es adecuado y certero, pero la salida a la que apela es equivocada.

    Pedro Sánchez implora la participación de la élite en la resolución de estos problemas. Dijo en Davos: “Y yo os pido a vosotros, las élites globales que nos ayuden a cambiar esta situación (...) Sois líderes que habéis sido democráticamente elegidos por vuestros ciudadanos. Empresarios que habéis hecho vuestras propias fortunas a través del trabajo duro. Y por eso sabéis que el sistema no es justo. Que está lleno de injusticia y desigualdad. Que es hora de arreglarlo”.

    El actual sistema es injusto y es hora de arreglarlo proclama el Presidente español, y tiene razón, pero se equivoca al pedir, casi implorar, a las élites que participen en el arreglo de este sistema. Se equivoca porque esas élites a las que se dirige Pedro Sánchez se benefician de este sistema desigual, pues gran parte de la riqueza producida por los trabajadores se la quedan ellos; es una élite que se beneficia de la externalización de costos al dañar o devastar los bienes naturales y comunes, y por lo tanto es corresponsable del cambio climático y de la acelerada crisis climática considerada como uno de los problemas del mundo actual. Son estas misma élites que propician la migración de millones de personas de países subdesarrollados ya sea por la violencia, deforestación o devastación de sus territorios.

    El ruego de Pedro Sánchez a las élites para reparar este sistema injusto es en vano, pero de otro lado muestra la rendición de la clase política y de los Estados ante estas élites globales que concentran la riqueza y que en realidad gobiernan el mundo contemporáneo.

    En lugar de proponer políticas públicas que obliguen a las empresas a pagar los impuestos debidos, a gravar las ganancias excesivas, a prohibir que contaminen y que destruyan el medio ambiente, el Presidente de la 15º potencia económica mundial parece admitir la rendición del Estado al rogar a la élite global que les ayude a arreglar este sistema injusto. No será por estos ruegos de la clase política rendida a las élites que saldremos de este sistema injusto. Será la protesta y la lucha social la que consiga, como ha sido con todos los derechos arrancados a los poderosos, construir un sistema donde sea posible aspirar a una vida digna, sin opresiones y dominaciones. El cambio no vendrá de Davos ni de los palacios estatales, sino de las luchas y protestas sociales desde abajo.