El relato bíblico de la creación del hombre y del universo subraya el dominio que Dios concedió al ser humano sobre las demás creaturas. Pero no fue un poder omnímodo, sino un cuidado amoroso, una protección esmerada y un trabajo generoso. La tierra y las creaturas están al servicio del ser humano, pero éste debe velar por ellas, conservarlas y protegerlas.
Los apocalípticos signos de erosión, sequía, inversión térmica, calentamiento global y otros fenómenos preocupantes, requieren de la inteligente, racional, cuidadosa y abnegada tutela del ser humano. El hombre debe ser custodio de la creación, pero no su verdugo.
En esta urgente tarea todos debemos sentirnos convocados, como recomendó el Papa Francisco al reunirse con científicos y representantes de los pueblos indígenas, que son quienes se sienten más hermanados y responsables del destino del planeta: “se trata de una oportunidad para crecer en la escucha mutua: escuchar a los pueblos indígenas, para aprender de su sabiduría y modo de vida, y al mismo tiempo escuchar a los científicos, para aprender de sus estudios”.
Bergoglio precisó: “es necesario que los proyectos de investigación científica, y por consiguiente las inversiones, se orienten cada vez más hacia la promoción de la fraternidad humana, la justicia y la paz, de modo que los recursos puedan asignarse de forma coordinada para responder a los urgentes desafíos que afectan a la casa común y a la familia de los pueblos”.
Asimismo, señaló: “el diálogo abierto entre el conocimiento nativo y la ciencia, entre las comunidades de sabiduría nativa y las comunidades científicas, puede ayudar a abordar cuestiones cruciales como el agua, el cambio climático, el hambre y la biodiversidad de una manera nueva, más integral y también más eficaz. Cuestiones que, como bien sabemos, están todas interconectadas”.
¿Soy custodio del planeta?
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