Culiacán, un paraíso terrenal

ECOSISTEMA
    La propuesta consistió en una intervención en tres sentidos: La modificación de la fisonomía del espacio público (las calles propiamente), algunos ajustes normativos y otros conductuales. Más que hablar de restricciones severas para su utilización, se le apuesta a generar una conducta diferente en la ciudadanía a partir de la transformación del espacio público donde se daría toda las prioridades y facilidades a quienes caminan y usan la bicicleta, así como a los usuarios del transporte público.

    La semana pasada concluí un curso virtual que ofreció la Escuela de Movilidad Sustentable sobre las consecuencias sociales, ambientales y económicas de los sistemas de movilidad. El último ejercicio que hicimos fue elaborar la propuesta de una Zona de Bajas Emisiones (ZBE) en alguna de nuestras ciudades. Junto a dos colegas (de La Habana y de Santiago de los Caballeros) hicimos una propuesta sobre una ZBE en Culiacán.

    Antes de continuar, explicaré qué es una ZBE que en Europa se han promovido en los últimos años debido a que la descontaminación en las ciudades se ha convertido en alta prioridad para la Unión Europea. Una ZBE es un sector delimitado de la ciudad en el que se aplican restricciones de acceso, circulación y estacionamiento de vehículos para mejorar la calidad del aire y mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto implica una logística compleja e importantes ajustes normativos, además de la transformación del espacio público (las calles) para incentivar y facilitar otras modalidades de movilidad más limpias como el caminar o la bicicleta.

    La propuesta que hicimos incluye el Centro Histórico de la ciudad de Culiacán y un primer ensanche -por así decirlo- que contiene las colonias Chapultepec, Quintas, Guadalupe, Aldama, entre otras. Este sector es un polígono de mil 370 hectáreas (solo el 10 por ciento del perímetro urbano actual) que le llamamos Cuadrante Cero, pensando que podría ser un sector con cero emisiones contaminantes, cero ruidos excesivos y cero muertos y heridos por hechos viales. Un verdadero “paraíso terrenal”.

    La propuesta consistió en una intervención en tres sentidos: La modificación de la fisonomía del espacio público (las calles propiamente), algunos ajustes normativos y otros conductuales. Más que hablar de restricciones severas para su utilización, se le apuesta a generar una conducta diferente en la ciudadanía a partir de la transformación del espacio público donde se daría toda las prioridades y facilidades a quienes caminan y usan la bicicleta, así como a los usuarios del transporte público.

    La transformación física del espacio público se basó en la ampliación y rescate de aceras con cruces seguros en todas las calles y la liberación definitiva de toda barrera física. Se propuso crear una iconografía de identidad en el asfalto con pintura colorida para identificar de inmediato que se circula dentro del Cuadrante Cero. La intervención incluiría también una reforestación intensa, mayoritariamente regional para mejorar con ello la comodidad de los peatones. El Cuadrante Cero puede ser un verdadero “bosque urbano” incorporado al Parque las Riberas como una extensión urbana de este gran ecosistema que se ha desarrollado junto a los ríos.

    Otras propuestas para la transformación física sería reducir la señalización vertical (letreros, sobre todo destinado al automóvil) para liberarse de la excesiva contaminación visual y hacer un paisaje más a escala peatonal con más mobiliario urbano que induzca al uso y disfrute del peatón como bancas, botes de basura, jardineras, fuentes, señales informativas para peatones. Incluye también facilitar las condiciones para el uso de la bicicleta de forma segura en todas las vialidades del sector.

    Un factor clave para el funcionamiento de este lugar es la reconexión de los sectores urbanos que están separados por los ríos, canales, arroyos o las vías del tren. Esto implicaría un nuevo tejido de puentes y andadores sombreados que hagan mucho más fácil la conexión peatonal y ciclista entre los diferentes cuadrantes que generan estas barreras naturales y artificiales. Imaginemos que una persona podría caminar de Palacio de Gobierno a la Plaza Cinépolis, o de la Plazuela Rosales al Congreso del Estado, o del Parque Acuático a la Plaza Ventura, por mencionar algunas rutas que hoy son imposibles de recorrer a pie y que no tienen más de un kilómetro entre ellas.

    Dentro de las propuestas normativas planteamos el cuadrante como una verdadera Zona 30 lo que implicaría una velocidad máxima de 30 km/hr para todo vehículo motorizado. Está comprobado que esta medida lejos de obstruir la movilidad, la hace más fluida y sobre todo garantizaría la reducción de incidentes. Otro aspecto importante es regular en este sector los ruidos urbanos como las bocinas que algunos comercios instalan hacia las calles, los carros de sonido, sirenas, alarmas, y los incómodos reductores de velocidad que solo implica un continuo e molesto ruido a la ciudad.

    Paralelamente es importante establecer políticas de uso de suelo que favorezcan el incremento de residentes en este cuadrante, pero a su vez, que reduzcan o controlen el uso del automóvil y promover además -mediante incentivos- el comercio local, de cercanía o de productos de la región, los cuales, contaminan menos en su ciclo de producción y distribución.

    La propuesta generó una conclusión en los asesores del curso: “Este lugar podría ser demasiado atractivo y todo Culiacán querrá vivir ahí”. Coincidimos que eso sería lo mejor que le podría pasar. Promover el incremento de densidad habitacional mediante edificios de mediana altura, con espacios habitacionales para gente que no requeriría tantos desplazamientos en la ciudad una vez que se tenga todo lo necesario a corta distancia. Esto convertiría a Culiacán en un verdadero paraíso terrenal. Después de todo, en cuestiones de urbanismo, se vale soñar.

    Sigamos conversando: jccarras@hotmail.com

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