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"Opinión"

"¿Cuándo murió el PRI?"

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21/03/2020

    Cuauhtémoc Celaya Corella

    celayacorella@hotmail.com

    Escuché no hace mucho a un integrante de la generación que nos sigue Inge, que decía que el PRI no se destruye, sino que se reinventa. No entendiendo bien a bien el sentido de la frase, y para no mostrar ignorancia, esperé que se deshiciera la “bolita” para preguntar, ¿qué quiso decir con eso? Y me contestaron, que Morena es el PRI en una versión renovada.

    No quedé convencido, y busqué cuándo habría muerto el PRI como partido competitivo. Eso me llevó a buscar el discurso del candidato Colosio aquel 6 de marzo de 1994. El evento duró una hora, y el discurso fue una pieza oratoria dicha con valentía y lleno de convicción de que lo que decía, era lo que pensaba y se comprometía a cumplir. Puedo creer, después de oírlo, que fue el último priista convencido de la misión y visión de aquel partido que después de él, fue eliminado como aparador político. Con su deceso comenzó el partido y sus políticos a perder la congruencia y la decencia, aunque lograron dos veces más la presidencia.

    Lo que te recomiendo, porque no tiene desperdicio Inge, es que vayas al discurso, y veas cada escena, cada expresión del candidato y reflexiones sobre del contenido. Discurso que desde Los Pinos y desde los intereses de quien la ocupaba y su grupo, no lo deben de haber visto y escuchado en la dimensión en que se expresó.

    Han pasado 26 años y el “Veo un México con hambre y sed de justicia” sigue siendo la premisa. No hubo político que hiciera suyo el compromiso que el sonorense proclamó. Una pieza oratoria que dibujaba la realidad mexicana y que no supieron los políticos priistas analizarla y adentrarse en las promesas señaladas por el candidato.

    El discurso Inge, se divide en tres apartados: El primero, cuando deja claro la separación que debe de haber entre el partido y el poder constituido emanado de tal partido. La sana distancia de la que habló Ernesto Zedillo, candidato substituto y a la postre, candidato ganador, sólo fue una frase que no tuvo raíces para ser cumplida.

    La segunda parte fue la que más mercadotecnia tuvo. La dedicó a la visión que tenía del país y sus problemas. Diez veces expresó: “Veo un México...” que resumía un diagnóstico de lo que había visto en sus recorridos por el país. Mostraba al hablar, las necesidades sentidas de todos, hombres y mujeres, desilusionados por las políticas que aplicadas, que no daban satisfacción a los problemas nacionales. Esos diez planteamientos escuchados y analizados ahora, son la verdad de la derrota priista en 2000 y 2006, y a pesar de volver a ganar en el 2012, quienes lo hicieron, carecieron de esa visión para poder consolidar su programa de gobierno, y abrieron los caminos para que llegara al poder, quien prometió más de lo posible, y hasta ahora poco ha cumplido.

    De esas frases, según mi punto de ver, una, resume todo, y le da una vigencia perene: “Veo un México con hambre y sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”.

    La tercera parte del discurso la utilizó para marcar sus compromisos que asumía y a los cuales se comprometía: ahí repitió 32 veces la frase “Es la hora...” en las cuales señalaba lo que la población esperaba de un gobierno que ganara limpiamente y tuviera el valor para, como lo expresó: Es la hora de cerrarle el paso al influyentismo, a la corrupción y a la impunidad.

    Estaba más que convencido cuando dijo: México necesita un cambio con rumbo y con responsabilidad, y para encabezarlo, quiero ser el Presidente de México.
    Al final, cerró su discurso con el último grito que un político honesto lanzaría a favor de su partido: Viva el PRI. Nunca más, político alguno después de él, lo ha gritado con la honestidad y la convicción de que es cierto.

    Allá donde comienza la patria, en un lugar lejano de todo, 18 días después, una bala en Lomas Taurinas de Tijuana, el 24 de marzo, haría su trabajo: Matarlo. Ahí terminó para siempre la visión y el compromiso de un candidato con el verdadero pueblo mexicano, y tal vez para siempre, la bala también mató al partido que se llamaba así mismo, el heredero de los principios de la Revolución Mexicana. Moría el PRI y con él, la Revolución de 1910.

    En algunas escenas se ven políticos de aquellos tiempos. Pero sobresale uno que era un priista consumado, de quien nunca se pensó que fuera con el tiempo un Judas político: Manuel Bartlett. Sentado en primera fila, tres veces lo enfocan, de ellas, dos aplaude, y en la última, su aplauso es contundente. 26 años después, ese político priista, es ahora un morenista de conveniencia. Me preguntaba, si no le daría vergüenza verse en ese video, y verse ahora en el espejo de la traición y la carencia de verdaderos valores políticos.