"Cuando la verdad duele"
¿Cuántos de nosotros, en algún momento de nuestra vida, hemos hecho afirmaciones tales como: “Odio que me digan mentiras”, “Me encanta que me digan lo que piensan”, “Premio las conversaciones llenas de confianza”?, pero luego nos sucede que, cuando alguna persona se atreve a decir lo que piensa como su verdad, nos molestamos y hasta le retiramos nuestra “digna” palabra. O como diría mi madre: “Los castigamos con el látigo de nuestro desprecio”.
Cierto, es muy retador sentir que quedamos descubiertos y vulnerables cuando se evidencian las “mentiras piadosas” que hemos pronunciado, se necesita mucha asertividad para decirle a la otra persona las cosas como son, sin buscar maltratarla. Pero también debemos ser muy conscientes de que hay situaciones tensas en la que se hace muy necesario decir la verdad buscando evitar hacer y hacernos más daño.
En esos enredos que suman verdades a medias y manipuladores silencios (no dicen mentiras, pero no pronuncian verdades), duele sobre todo cuando debes decir o escuchar esas verdades relacionadas con los sentimientos o con conceptos que involucran directamente la personalidad del otro.
Conversando con una apreciada amiga acerca de una situación familiar inquietante, ella asumió: “Durante más de 15 años viví engañada, y fue a través del chantaje emocional de una relación sostenida por el perfil de víctima de un supuesto amigo”.
Parafraseando a mi madre, “La verdad duele… pero la mentira mata”, frase que utilizaba con frecuencia para preguntar ¿cómo decir la verdad sin que duela?
Buscando asertividad en la comunicación, debo definir primero lo que es para mí este concepto muy ligado a la inteligencia emocional y referido a la comunicación con los demás: es la intención de comunicarme de forma efectiva y afectiva, para decir lo que quiero transmitir de forma firme, a la vez que respetuosa y empática, desde un profundo amor, primero a mí mismo y a los demás.
Para ello debo iniciar la conversación con el uso de un lenguaje y tono de voz claro, sencillo, premiando el hecho y los comportamientos que nos hacen sentir incómodos.
Es importante buscar el momento, considerando la emocionalidad de la otra persona, que el lugar dé privacidad para evitar sentirnos expuestos. Me explico, no es ideal un lugar donde más personas pueden estar escuchando la conversación, especialmente si la persona experimentó un día lleno de problemas y su emocionalidad está al límite.
Es clave diseñar una conversación que nos brinde la oportunidad previa de medir lo que vamos a decir, de madurar las ideas.
Y es fundamental contar con la certeza de que “mi verdad” tiene los elementos y las evidencias, evitar la subjetividad (juicios) y premiar las afirmaciones (hechos demostrables). En el caso de que nuestro deseo sea conversar con la persona y decirle lo que “yo creo”, es bueno iniciar con la aclaración de qué es lo que yo siento, percibo, visualizo, y qué es lo que quiero expresar; para entonces escuchar su punto de vista, que no es un juicio final.
Todo afrontamiento e intercambio de ideas puede ser incomodo, la competencia para dar y recibir juicios no es la más común y desarrollada entre los seres humanos, sin embargo, estoy convencido de que, a pesar que la verdad duele, evitar diálogos de esta naturaleza puede incrementar las sensaciones de incomodidad, frustración, y nuestro cuerpo y mente necesitan paz y equilibrio para vivir en armonía.
Te invito a seguir conectados a través de Oscar García Coach, para seguir aprendiendo juntos.