La época navideña se caracteriza por fiestas, mitos y leyendas. Con el inicio del maratón Guadalupe-Reyes, sobran reuniones y posadas, así como el lubricante social por excelencia, el pisto.
La razón por la cual las bebidas alcohólicas son los catalizadores de la diversión de la mayoría de nuestras reuniones se debe al etanol. El etanol es un compuesto orgánico, una droga recreativa psicoactiva, producida por la fermentación de azúcares por levaduras o mediante procesos químicos (ej: hidratación de etileno). Además de embriagarnos, el etanol tiene aplicaciones médicas como antiséptico y desinfectante. Asimismo, se utiliza como solvente químico y como combustible.
Cuando es consumido, el etanol se absorbe en el revestimiento del estómago e intestinos y pasa al torrente sanguíneo, dispersándose a todos los tejidos del cuerpo. En el hígado, este es metabolizado (digerido), aportando 7 calorías por cada gramo de consumo. Al mismo tiempo, llega al cerebro y estimula unos receptores llamados GABA-A, los cuales son inhibitorios. Cuando el etanol activa estos receptores, la actividad neuronal disminuye, principalmente en las áreas cerebrales encargadas de regular la conducta y la coordinación motora (razón por la cual algunos se ponen “malacopa”).
Casi todo el mundo tiene una historia con el tequila. Aquella vez que bailaste en la mesa, te caíste y te rompiste la nariz.
Mucha gente cree que los diferentes tipos de alcohol ocasionan diferentes tipos de borrachera, y que “cruzar” bebidas es sinónimo de una mayor embriaguez. Sin embargo, estos son simples mitos y leyendas.
Independientemente del tipo de alcohol que uno consuma, el ingrediente activo de todas ellas es el mismo, el etanol. Y su efecto es siempre el mismo.
No hay evidencia de que los diferentes tipos de alcohol causen diferentes estados de ánimo. En cambio, lo que pensamos de las bebidas alcohólicas (culturalmente), es lo que afecta nuestro estado de ánimo mientras las bebemos.
Estas creencias relacionadas con el alcohol son expectativas, y son la razón por la que pensamos que el vino tinto nos hace sentir relajados, el tequila nos aloca, la ginebra nos vuelve melancólicos, y la cerveza nos pone violentos. Si el vino te relaja, probablemente sea porque lo bebes despacio en un ambiente tranquilo y relajado. Si el tequila te vuelve loco, tal vez sea porque generalmente lo bebes en “shots”. Si la ginebra te vuelve melancólico, tal vez sea por que usualmente lo bebes solo. Si la cerveza te pone violento, ve a terapia.
El alcohol modula nuestro estado de ánimo por la memoria sensorial con la cual relacionamos cada tipo de bebida alcohólica, pero a final de cuentas, lo único que importa es la cantidad que bebes.
De igual manera, el mito de que el mezclar bebidas alcohólicas te va a “cruzar” es simplemente eso, ficción. El factor de los efectos físicos y psicológicos que uno experimenta cuando pistea se reduce a la cantidad y no a lo que bebe. Diferentes bebidas tienen diferente contenido de alcohol y cuanto más alcohol ingieres, y cuanto más rápido lo ingieres, más fuertes son los efectos.
Dejemos de culpar el “malacopeo” al “cruce” de bebidas alcohólicas y asumamos la responsabilidad.
Lo importante es beber siempre con moderación para evitar cambios de humor y momentos vergonzosos. Una estrategia para retardar los efectos del alcohol es ingerir alimentos antes y mientras se bebe, y espaciar las bebidas alcohólicas con agua u otro tipo de bebida no alcohólica.