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Tenemos varias semanas recibiendo información sobre la pandemia; cifras de infectados, brotes, defunciones, ciudades en cuarentena, personas recuperadas y en recuperación. Noticias de todo tipo, desde las exageradas alarmistas hasta las irresponsables afirmaciones de su inexistencia. El coronavirus vino a cambiar nuestras vidas, nuestra salud, la economía, la forma en la que nos comunicamos y relacionamos, la contaminación mundial y por supuesto la política.
Según la OMS, en diciembre de 2019 se comenzó hablar en la comunidad científica internacional de un extraño virus descubierto en China, se trataba de una variación de la familia de los coronavirus causante de la enfermedad Covid-19, de síntomas y letalidades ya descritas con mayor precisión en otros espacios especializados. Nadie pensaba entonces que lo que sucedía en la lejana provincia de Hubei vendría a cambiarlo todo.
Bien o mal, los gobiernos actuaron y están actuando, pero es turno de hablar de nuestra responsabilidad social; de lo que nos toca y no está en manos de los gobernantes, de las acciones que deben nacer en la razón individual para cuidar de nuestra familia y a nosotros mismos. Aquello que no es asunto público y está más bien inscrito en lo privado y lo íntimo. Las decisiones de casa, las decisiones de las personas.
Aristóteles escribió hace más de 2 mil 300 años sobre ética y política, dijo que los hombres a diferencia de otros animales éramos seres racionales, sociales por naturaleza, capaces de formar valores cívicos o de convivencia común y darle sentido a la vida pública. La política es exclusivamente una acción de hombres, pero el pensador griego hacía una observación pertinente, los hombres a diferencia de otros animales que viven o colaboran en sociedad, siempre han sido capaces de sublevarse, es decir, de poner en entredicho la “legitimidad” de una autoridad.
Varios siglos más tarde, el filósofo prusiano Immanuel Kant escribió sobre las obediencias y rebeldías de los hombres en la sociedad. Fernando Savater parafrasea al ilustrado diciendo que Kant nos describió como seres “insocialmente sociables”, por ese conflicto eterno entre los que obedecen y desobedecen los llamados de la autoridad.
La reflexión de los autores la traigo a este texto para entender que la falta de respuesta social ante la contingencia del coronavirus no es un tema de nuestra comunidad, de nuestros pueblos o de nuestro país. Desobedecemos porque es condición humana, porque es parte de nuestros conflictos como especie. Porque somos seres que razonamos y nos seguimos preguntando si el gobierno o la autoridad hacen lo correcto.
Entendiendo esta condición, también valdría la pena saber que nuestra especie como todas, siempre estamos buscando la manera de sobrevivir y perpetuarnos. Y hoy ante esta emergencia que ha cobrado más 52 mil víctimas mortales en todo el mundo, debemos entender que el enemigo común, no son los gobiernos, no son las ideologías, no son las ideas diferentes o políticamente contrarias, sino el Covid-19.
En España, después de muchas confrontaciones político-partidistas, cuando las morgues se saturaron y la sensatez llegó como balde de agua fría a cambiar los discursos de gobernantes y opositores, a pesar de sus diferencias, lograron ponerse de acuerdo, pactaron una tregua y enfrentan juntos a un enemigo invisible, letal y poderoso.
¿Cuánto nos falta para que los políticos en México entren en esa fase de razón de Estado? ¿Cuánto le falta al Presidente? ¿Cuánto a la oposición? Por eso festejo y celebro la oportuna e inteligente decisión del gobierno de Sinaloa para cerrar las playas, balnearios y lugares públicos, decisión acompañada, ahora sí, por todos los alcaldes y autoridades locales. Felicito las decisiones que en materia de salud se están tomando, como la idea de apresurar la construcción de un hospital exclusivo para atender la pandemia y habilitar más camas para a atención de casos agravados por la enfermedad.
Hoy, me sumo a los esfuerzos del gobierno para comunicar, lo único y mejor que podemos hacer contra esta catastrófica enfermedad. ¡Quédate en casa antes que sea demasiado tarde! Luego le seguimos...