Rafael Morgan Ríos
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Una de las banderas que más enarbola López Obrador es el combate a la corrupción, bandera que le ha dado buenos dividendos en su ranking personal, ya que durante el sexenio anterior se exacerbaron las prácticas de corrupción prácticamente en todos los niveles de la administración pública. Tal vez nunca se sepa a cabalidad cuál es el costo de la corrupción en el sexenio anterior, pero se habla de millones de dólares en Pemex en la planta chatarra de etileno y en las componendas con el grupo Odebrecht, además de la “casa blanca” y el contubernio de personal de Pemex en el robo de combustible llamado “huachicoleo”, que no sólo fue una sangría para Pemex, sino que costó vidas de ciudadanos que inocentemente quisieron aprovechar una fuga del combustible.
Es de reconocerse que existe una anticultura de la corrupción en la administración pública incluyendo los órdenes estatales y municipales, fertilizada por la impunidad; la corrupción se facilitó cuando desde los más altos niveles se hizo común y sin consecuencias; es la inconsciencia del respeto a la ley y a la propiedad ajena; se piensa que el dinero público, que es de todos, acaba por ser de nadie y es también la falta de conciencia de las necesidades y urgencias de los ciudadanos que dependen de los recursos públicos, siempre insuficientes.
Por cierto, en estos días en que se ha querido atacar al ex Presidente Felipe Calderón y relacionarlo con la supuesta corrupción del Secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, a quien es de notarse que hasta la fecha, ni aún en Estados Unidos se ha demostrado jurídicamente haber recibido algún soborno, acusación que viene de un narcotraficante en el programa de “testigos protegidos”, quienes por tal de mantenerse “protegidos”, están dispuestos a decir lo que les convenga. Además, ahí está el ex Presidente Calderón viviendo en su misma casa, sin aspavientos y sin ocultarse; si tuviera recursos mal habidos ya se hubieran conocido. Es curioso que se denuncie como protector de delincuentes, a quien también se acusa de excesos en el combate al narcotráfico y la delincuencia.
Pero, volviendo al tema, además de la corrupción, existe en la administración pública otro cáncer que a veces no se nota y es más difícil todavía calcular su impacto social y económico: “la ineficiencia”, es decir el mal uso del poder y de los recursos, a veces por ignorancia, otras por hacer mal las cosas, o bien por irresponsabilidad o por la falta de conciencia del valor del tiempo, del esfuerzo del personal y de los recursos públicos. El no cumplir las metas es ineficiencia; el no alcanzar los índices de desempeño es ineficiencia; el no estar consciente del desperdicio que se provoca, es ineficiencia y el no obtener los resultados calculados en un programa o en una política pública es ineficiencia y lo es también el no aprovechar recursos invertidos y dejar que se queden a medias o sin terminar.
En este sexenio se habla mucho de corrupción y muy poco de eficiencia, será porque varias decisiones tomadas son claro ejemplo de ineficiencia, tales como:
1. La inoportuna decisión de detener la compra y distribución de medicinas en el Sector Salud, provocando desabasto de medicamentos y material curativo.
2. Llevar la llamada “austeridad republicana” al exceso de dar de baja personal médico, de enfermería y servicios en el Sector Salud, debilitando así la calidad y cantidad de los servicios de salud.
3. Eliminar de un plumazo el Seguro Popular e introducir el INSABI, sin organización, sin estructura, sin reglamentos y sin personal, provocando desconcierto y baja en los servicios de salud.
Con todo lo anterior, el Covid-19 encontró al País en mala situación de respuesta:
4. Se detuvo la inversión en obra pública afectando a la economía y al empleo.
5. Se desperdiciaron millones de dólares que quedaron abandonados en el aeropuerto detenido en Texcoco.
6. Se están desperdiciando alrededor de mil 400 millones de dólares en la planta cervecera detenida en Mexicali.
7. Se desperdiciaron miles de millones de pesos al cerrar las guarderías infantiles, cada una de las cuales tenían inversiones en equipo, material e instalaciones.
8. Se desperdicia la posibilidad de inversión privada en energía eléctrica, sobre todo en energía limpia.
9. Se desaprovecha la inversión privada en Pemex, dejando a la empresa al borde de la quiebra.
10. La falta de orden y control en la entrega de apoyos sociales y asistenciales, sin obtener a cambio algún esfuerzo ciudadano.
Y todavía hay más ineficiencias, algunas de las cuales también son corrupción.