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La amenaza de la enfermedad del Covid-19 radica básicamente por su gran capacidad de contagio y rapidez con la que puede viajar de una persona a otra y de un país a otro. Por ello se le califica como pandemia, pues su condición de enfermedad epidémica le ha permitido extenderse a prácticamente todos los países, ubicándola como una real amenaza de contagio para todos los seres humanos de cualquier localidad o región del mundo sin excepción alguna.
Ahora bien, de igual manera el temor que ha generado el Coronavirus se ha convertido asimismo en una verdadera amenaza de miedo que también ha generado una gran capacidad de contagio en países en los que ha causado mayor daño en la población, como en los ya muy conocidos casos de China, Italia y España, por mencionar sólo algunos.
En México, el comportamiento de la población ha sido muy sui generis ante la advertencia y presencia inminente del coronavirus y sus posteriores secuelas en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana, en las que se incluyen los aspectos principalmente económicos, de salud y de riesgos reales de estabilidad social. Es decir, que ante lo que representa semejante pandemia, los mexicanos en este pasado fin de semana de tres días, actuamos de forma muy peculiar, puesto que no coincide exactamente con lo que debiera ser, de acuerdo con las experiencias con el coronavirus y las medidas de atención que actualmente han aplicado otros países.
Todo parece indicar que en nuestro País se viven los tres extremos del comportamiento social ante una realidad de pandemia inevitable. En primera parte, se observa a la población en un estado de negación con un comportamiento bastante relajado ante las posibles consecuencias que una pandemia implica, en segunda, a un comportamiento de deslinde y afán obsesivo de búsqueda de culpables, y en un tercer plano al exagerado comportamiento de pánico ante la sensación de una imparable propagación del virus sin que nadie pueda salvarse. Los tres casos nos ubican en los márgenes de una sicosis colectiva.
Para el sociólogo e investigador, Daniel Feierstein, ante la abrupta transformación de la vida cotidiana que se avecina, se pueden distinguir dos importantes sistemas de defensa psíquica que operan a nivel colectivo generando profundos efectos de quiebre en las relaciones sociales:
La primera, que equivale y se articula con ocurrencias psíquicas a nivel individual, en el proceso de negación. A cualquier sujeto le resulta difícil aceptar la posibilidad de su muerte o enfermedad y también la alteración de su vida cotidiana.
El segundo, el riesgo como sistemas de proyección, que busca encontrar a un responsable para descargar la frustración y el resentimiento generado por el temor al contagio o a la muerte.
Si bien no resulta sencillo modificar los hábitos y conductas de manera inmediata, tal como lo exige la situación actual de pandemia, continuando con Feierstein, los casos de Italia y España muestran las consecuencias catastróficas de sistemas de negación masiva, con millones de personas que continuaron haciendo actividades que debían cancelar y gobiernos que apenas apelaron a una responsabilidad ciudadana abstracta sin tomar en cuenta la estructura psíquica real de las poblaciones. De igual manera, ante la necesidad de encontrar culpables, el estado de histeria colectiva puede generar persecuciones, delaciones que, en caso de aumento exponencial del contagio, necesidad de medidas de mayor severidad o colapso del sistema de salud, pueden abrir las puertas a las tendencias fascistas que han sido insistentemente cultivadas en la última década en todo el mundo.
En nuestro País, la experiencia habrá de repetirse de formas similares, donde el miedo a la enfermedad pudiera resultar peor que la enfermedad del Covit-19, que de acuerdo con especialista en psicoanálisis como la Dra. Claudia Borensztejn, tal situación será producto y reacción de la mente humana ante la avalancha de información generadora de pánico social, lo cual resulta ser también altamente contagioso.
Sin embargo, tales reacciones producto del miedo, como la negación, la búsqueda de culpables y el pánico social, son percepciones que debemos modificar y direccionar para que simultáneamente enfrentemos con mayor inteligencia y oportunidad lo que otros países ya han padecido. El comportamiento de quienes, en días pasados se negaron modificar sus días de vacaciones a pesar de las advertencias, son una muestra real de muy posibles y serias consecuencias por venir.
Sin duda en Sinaloa como en el resto de la nación, está a prueba nuestra capacidad de comprensión y cuidado ante un fenómeno de secuelas incalculables como lo es la amenaza latente del coronavirus. Una capacidad a prueba que exige dimensión social y responsabilidad ciudadanía para modificar hábitos, asumir compromisos y atender y difundir sólo información oficial de las autoridades competentes.
Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo viernes.