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En reunión que tuvo el Papa Francisco con expertos que colaboran con los obispos franceses para reflexionar sobre la actualización de los lineamientos de la Encíclica Laudato Sí, recordó que formamos una sola familia que comparte una casa común, la cual se encuentra en grave riesgo ambiental, social y humano.
Subrayó que la crisis ecológica es manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad, e insistió en la urgencia de sanar el corazón del hombre para resanar la naturaleza.
Es decir, para que haya una conversión ecológica debe operarse primero una conversión ontológica (aunque el Papa no utilizó este último concepto), en el sentido de que el ser humano consolide su auténtico ser como generoso unificador y constructor, y no como egoísta elemento de división y destrucción.
Bergoglio resaltó: “Son la misma indiferencia, el mismo egoísmo, la misma codicia, el mismo orgullo, la misma pretensión de ser el dueño y el déspota del mundo que llevan a los seres humanos, por una parte, a destruir las especies y saquear los recursos naturales, y por la otra, a explotar la miseria, abusar del trabajo de las mujeres y de los niños, destruir las leyes de la célula familiar”.
Hace tiempo, el filósofo Günther Anders alertó: “No basta con transformar el mundo. Eso sucede ampliamente incluso sin nuestro concurso. También tenemos que interpretar esa transformación. Precisamente para transformarla. Para que el mundo no siga cambiando sin nosotros. Y no se transforme al final en un mundo sin nosotros”.
Albert Camus, al recibir el Nobel de Literatura, expresó: “Indudablemente, cada generación se siente destinada a rehacer el mundo. La mía sabe que no podrá hacerlo. Pero su tarea es tal vez mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga”.
¿Me convierto ontológica y ecológicamente?