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"Opinión"

"Contrarrevolución sandinista"

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    El 19 de julio de 1979, hace 40 años, triunfó en Nicaragua una revolución popular contra la dictadura de la familia Somoza. Ese día miles de nicaragüenses festejaron el triunfo de la rebelión a cuya cabeza se puso el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

    El FSLN era el típico grupo guerrillero latinoamericano, de ideología marxista, antiimperialista y con una estrategia política que pretendía emular a la revolución cubana dirigida por Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara. La estrategia “guevarista”, conocida también como foquismo, postulaba que un foco guerrillero bien entrenado física e ideológicamente, podían organizar y encabezar una iniciativa revolucionaria en cada país donde se desplegara dicha estrategia.
    Fundado en 1961, el FSLN estaba compuesto por mujeres y hombres idealistas que se preparaban duramente en campamentos de las montañas con el objetivo de derrocar al gobierno dictatorial de Anastasio Somoza y llevar a cabo una revolución social y política que llevara justicia e igualdad a Nicaragua. Un ejemplo de ese idealismo es el testimonio del guerrillero Omar Cabezas contado en su libro La montaña es algo más que una inmensa estepa verde (editorial Siglo XXI, 1982).
    En ese momento, no había duda del idealismo que animaba a ese grupo guerrillero y a incontables organizaciones estudiantiles, populares, campesinas, obreras, urbanas, artísticas y religiosas que luchaban contra la familia de los Somoza, que controlaba el poder en Nicaragua desde 1937, en buena medida gracias al apoyo político, financiero y militar del gobierno de los Estados Unidos.
    El 17 de julio de 1979, dos días antes de que ingresaran las fuerzas populares a Managua, Somoza hizo lo que todos los dictadores latinoamericanos hacían: tomar un avión a Miami cargados con millones de dólares saqueados a sus pueblos.
    Al llegar los sandinistas al poder, aún mantenían impulsos revolucionarios: arrancaron una masiva campaña de alfabetización, comenzaron una reforma agraria, reforzaron derechos sociales de los más pobres.
    Pero lamentablemente, también desde un comienzo, algunos de sus dirigentes mostraron sus miserias. Varios dirigentes sandinistas se apropiaron de las lujosas residencias de exgobernantes y empresarios de la era Somoza que habían dejado Nicaragua. El pueblo bautizó esa rapiña de los sandinistas como “La piñata”. Era apenas un atisbo de la corrupción política y ética en la que se convirtió el FSLN.
    El escritor e intelectual nicaragüense Sergio Ramírez retrató todo el viraje ético y político de los sandinistas en su libro Adiós muchachos. En este libro cuenta cómo el frente político que enfrentó unido la última parte de la dictadura somocista, se fue resquebrajando en buena medida por las imposiciones antidemocráticas del FSLN y la ambición del poder de algunos de sus dirigentes, especialmente Daniel Ortega.
    A 40 años del triunfo de la revolución, el sandinismo se ha convertido en todo contra lo que lucharon. Tras pactar con la derecha, el gobierno corrupto de Daniel Ortega permanece en el poder desde 2006.
    El sandinismo se ha convertido en un gobierno autoritario y represivo. El gobierno de Ortega, y de su esposa Rosario Murillo (a quienes muchos consideran el verdadero poder tras el trono), respondió con represión y asesinatos a una oleada de movilizaciones arrancadas en abril de 2018: campesinos contra el canal interoceánico, estudiantes en protesta por la devastación en la reserva Indio Maíz, y pensionados contra el recorte de la seguridad social. En mayo del año pasado las movilizaciones contra el gobierno autoritario de Daniel Ortega se hicieron masivas, pero se ha mantenido al poder a costa de una represión masiva y generalizada, que ha costado casi 350 muertos y miles de heridos y encarcelados.
    Ortega y Murillo son la nueva dinastía política de ese país, ejerciendo un poder político autoritario que no sólo controlan los poderes públicos, sino además varios medios de información, al tiempo que sus hijos son dueños de varias concesiones de las que obtienen cuantiosas fortunas.
    Sólo los ilusos o dogmáticos pueden llamar a este régimen revolucionario o de izquierda. El FSLN, La organización que fuera parte central de la rebelión contra la dictadura somocista, se convirtió en una nueva forma de opresión, aunque se vista de rojo y negro y se llame de izquierda.
    A 40 años del triunfo popular, nada queda de revolucionario en el gobierno que encabezan Ortega y Murillo. Son ahora la contrarrevolución sandinista.
    Twitter: @rmartinmar
    Correo: rubenmartinmartin@gmail.com
    Sinembargo.MX

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