¿Cómo funcionan los antidepresivos?

    La realidad es que nadie sabe a ciencia cierta cómo funcionan los antidepresivos. Estas drogas modifican los niveles de monoaminas horas después de ser ingeridos, pero los pacientes no experimentan cambios hasta semanas después. Algunos dejan de tomar antidepresivos y no sienten la necesidad de seguir tomándolos, mientras otros recaen en la depresión.

    En la década de los cincuenta, el descubrimiento de dos drogas dio origen a lo que se convertiría en el negocio multimillonario de los antidepresivos. Curiosamente, ninguno de estos fármacos estaba siendo estudiado para tratar la depresión. En aquella época, la mayoría de los médicos y científicos estaban convencidos de que la psicoterapia era el único método para tratar la depresión.

    El primer compuesto se llamaba “iproniacida”, un fármaco que se utilizó inicialmente para tratar la tuberculosis. Un estudio clínico demostró que además de tratar la tuberculosis, también mejoraba el estado de ánimo de los pacientes que habían sido diagnosticados con depresión. Pocos años después se observó el mismo efecto con otro fármaco, “imipramina”, el cual estaba siendo utilizado para reacciones alérgicas.

    Ambas drogas modulaban la actividad de una clase de neurotransmisores llamados “monoaminas” (histamina, adrenalina, noradrenalina, dopamina, serotonina, melatonina). El descubrimiento de estos fármacos antidepresivos dio pauta a la creación de la “teoría del desequilibrio químico”, la cual postula que la depresión se debe a una falta de monoaminas en las sinapsis neuronales (donde las neuronas liberan neurotransmisores).

    Gracias a esta teoría (la cual nunca se ha comprobado), la iproniacida, la imipramina, y otras drogas parecidas empezaron a utilizarse con el propósito de “restablecer” el balance químico de pacientes diagnosticados con depresión. Estas drogas tenían efecto sobre distintas monoaminas, las cuales actúan sobre una gran variedad de receptores en el cerebro. Esto se traducía en un gran repertorio de efectos adversos como dolor de cabeza y déficits cognitivos (memoria, pensamiento, y conducta).

    Con el propósito de contar con fármacos más específicos y con menos efectos colaterales, los científicos identificaron una monoamina específica para el tratamiento de la depresión, la serotonina. Este descubrimiento llevó a la producción de la famosa fluoxetina (prozac) a finales de los ochenta. Esta fue la primera de una nueva clase de drogas llamada “inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina” (ISRS), los cuales bloquean la reabsorción de serotonina en la sinapsis neuronal, aumentando su disponibilidad en el cerebro. El prozac tenía menos efectos adversos que los primeros fármacos.

    Eli Lilly and Company, la farmacéutica que desarrolló prozac, inició una gran campaña de concientización sobre los peligros de la depresión, tanto para el público general como para la comunidad médica. Por un lado, esta campaña hizo que mucha gente viera a la depresión como una enfermedad causada por mecanismos que van más allá del control del paciente, lo cual redujo la cultura de estigmatización alrededor de la depresión; sin embargo, por el otro lado, dicha campaña también promovió el uso desmedido de estos fármacos.

    Para la década de los noventa, el número de personas tratadas farmacológicamente para la depresión despegó por los cielos. La psicoterapia y otros tratamientos fueron prácticamente olvidados y la mayoría de la gente era tratada exclusivamente con antidepresivos.

    Desafortunadamente, la realidad es que no todas las personas con depresión responden a los antidepresivos como el prozac, algunas responden mejor a fármacos que actúan sobre otros neurotransmisores, y otras ni siquiera observan efecto alguno con estos medicamentos. Para muchos, la combinación de psicoterapia y farmacoterapia es más efectiva, mientras que para otros funciona mejor la psicoterapia sola.

    La realidad es que nadie sabe a ciencia cierta cómo funcionan los antidepresivos. Estas drogas modifican los niveles de monoaminas horas después de ser ingeridos, pero los pacientes no experimentan cambios hasta semanas después. Algunos dejan de tomar antidepresivos y no sienten la necesidad de seguir tomándolos, mientras otros recaen en la depresión.

    La teoría del desequilibrio químico carece de fundamentos, puesto que resulta imposible (con la tecnología actual) determinar los niveles “normales” de neurotransmisores en el cerebro.

    Aunque la mayoría de los antidepresivos actúan sobre la serotonina, eso no quiere decir que una deficiencia de serotonina sea la causa de la depresión. Por ejemplo, para el dolor de rodilla en pacientes con artritis a veces se prescribe meloxicam (antiinflamatorio), pero eso no quiere decir que la causa de la artritis sea una falta de meloxicam.

    Debemos de reconocer con humildad que no sabemos las causas biológicas de la depresión o el mecanismo por el cual actúan los antidepresivos. Sin embargo, gracias a la ciencia cada vez estamos más cerca de la atención médica personalizada para cada paciente. Si sufres de depresión, o cualquier otra enfermedad, no dilates en recibir atención profesional, y de preferencia, buscar más de una opinión.