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"Visor Social"

"Cómo apoyar a las y los adolescentes que viven violencia en el noviazgo"

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07/12/2018

    Ambrocio Mojardín Heráldez

    @ambrociomojardi

    amojardin@gmail.com 

     

     

     

     

    Seguramente Usted y yo coincidimos en que el noviazgo es una experiencia romántica, que ilusiona y nos llena de emociones positivas. La psicología lo reconoce como una de las que más contribuye para el sano crecimiento de la persona, en tanto que consolida la autoestima, incita la empatía e incrementa la autoconfianza y la disposición para la interacción con sentido de intimidad.

     

    Lamentablemente, algunas formas en que se vive esa relación incluyen desviaciones que conllevan violencia y pueden volverse una pesadilla, para los implicados tanto como para sus familias. Por lo regular las víctimas son las mujeres, pero también hay algunos hombres ¿Cómo saber que alguien vive violencia en el noviazgo? ¿Qué hacer cuando esto sucede? ¿Cómo ayudar? 

     

    Para empezar, las mamás y los papás deben celebrar que sus hijas e hijos vivan el noviazgo (o relación de pareja en cualquiera de las variedades de la actualidad), pero deben poner atención al efecto de éste en ellas y ellos. Cuando las y los jóvenes viven violencia con su pareja, los cambios en su comportamiento son muy notorios. 

     

    Lo primero que sucede es que reducen su comunicación con la familia, tienden a aislarse, se apartan para responder el teléfono, cambian sus estados de ánimo, cambian sus formas de vestir y rechazan observaciones a ello, se vuelven poco tolerantes y con facilidad pueden romper en llanto o gritar. En algunos casos se les ve tristes y cambian sus ciclos de sueño; duermen más de lo normal.

     

    Si cosas como estas están sucediendo, lo más recomendable es no caer en alarma y buscar de manera inmediata incrementar el acercamiento y la confianza con ellas o ellos, para ver si expresan lo que están viviendo. No espere que eso sea fácil, recuerde que en esa etapa de la vida el ego está muy aumentado y aceptarlo sería sinónimo de fracaso. Además, es la condición que están viviendo es de confusión y muchas emociones encontradas.

     

    Si usted ve cambios en su forma de ser que coinciden con lo descrito arriba y no hay otra razón para ello, seguramente su hija(o) está viviendo violencia con su pareja. No se desespere, lamentablemente esto es más frecuente de lo que se piensa. La Organización Mundial de la Salud afirma que en México 9 de cada 10 jovencitas viven violencia en el noviazgo, solo que apenas tres de ellas se animan a decirlo.

     

    Si es el caso con su hija(o) busque ofrecer las siguientes condiciones:

     

    Asegure que en el hogar haya un ambiente que transmita tranquilidad, confianza y seguridad. Eso facilitará que se exprese con más libertad y diga lo que está pasando.

    Si confiesa que vive violencia con su novio(a), tómelo con calma; no le recrimine ni le exija decisiones inmediatas. La condición emocional que su hija(o) está viviendo no le permitirá razonar en la dirección que usted desea. Además, la pareja se ha encargado de persuadirle, haciéndole creer que lo que le hace es por amor y porque teme perderle.

    No castigue la tendencia a justificar algunos actos violentos que vive. Por lo regular esto sucede como efecto de la dependencia emocional que ha desarrollado con su pareja. Ofrezca empatía y apoyo en todo momento, al mismo tiempo que desacuerdo con el trato que recibe de la pareja.

     

    Transmita la convicción de que esa relación es dañina y de que es posible salir de ella antes de que se torne más grave o inmanejable.

     

    Explíquele que la violencia de pareja tiene un ciclo vicioso que además de los momentos de tensión que anticipan el acto violento, incluye espacios de aparente calma y felicidad, con muchos cariños y atenciones, pero solo son medios para manipular y hacerle ceder; que esos espacios engañosos siempre anidan actos cada vez más graves y que la ruta se vuelve cada vez más peligrosa.

     

    Anímele emocionalmente y motívele para su recuperación. Asegure acompañarle en momentos de reflexión, cultive la seguridad en sí misma(o) y ayúdele a encontrar formas para comunicarse con la pareja, que no den lugar a los actos violentos y faciliten el alejamiento de la mejor forma.

     

    De ninguna forma permita que se aísle de la vida familiar y de sus amistades, busque estar con ella (él) lo más posible y demuestre lo importante que es para usted. Las parejas violentas buscan por todos los medios que sus víctimas estén indefensas y sin apoyo, para poder mantener la manipulación y el dominio. 

     

    No le fuerce a que termine la relación si aún no le ve preparada para ello. Recuerde que el proceso le resulta doloroso y no querrá vivirlo sin razones y expectativas de peso.

     

    Si al fin toma la decisión de romper la relación, pero dice tener miedo, ayúdele a hacer un plan para que lo supere y dele condiciones para que se mantenga completamente alejada de él (ella), incluso por medio de las redes sociales. Deje siempre en claro que con lo que usted hace, lo único que busca es darle seguridad y bienestar y que eso debe ser también su prioridad.

     

    Trate con ella (él) la posibilidad de recibir ayuda profesional. Si se niega no le fuerce ni se desencante, pero mantenga su compañía y multiplíquela con familiares y amigos hasta que la circunstancia haya sido superada. La mayoría de las y los jóvenes creen que la ayuda profesional es solo para las parejas casadas.

     

    Nadie desea que su hija o hijo viva violencia de pareja, pero la probabilidad es alta. La mejor forma de evitarlo es hablando con ellas y ellos del fenómeno y mantener una estrecha comunicación familiar.

     

    Acabar con el problema es muy complicado porque sus raíces conectan con aspectos culturales, modelos de crianza y rasgos individuales, pero urge mantener el esfuerzo por erradicarlo. Felicito al Ismujeres y a todas las organizaciones que mantienen trabajo en esa dirección. Ojalá que su lucha, ahora concentrada en la Jornada Únete por un Mundo Sin Violencia Contra las Mujeres, aunada a muchos otros esfuerzos, den el fruto esperado. 

     

    Ninguna persona merece vivir subyugada a otra, menos por razones de género. Nadie tiene por qué sufrir violencia y menos “en nombre del amor”; ya basta. ¿O usted qué opina?