La inflación representa el mayor problema de la economía mexicana en la actualidad. Para hacerle frente, el Banco de México ha venido elevando su tasa de referencia, primero en 0.25 puntos porcentuales, después en 0.5. En la última reunión de la Junta de Gobierno uno de sus miembros ya expresó una opinión favorable a un aumento de 0.75. En el país la tasa de referencia está ya en 7%. No obstante, la inflación no cede.
Sin embargo, las tasas que están pagando los usuarios de créditos son mucho más elevadas que la tasa de referencia; su nivel depende de cuál sea la fuente de financiamiento y del nivel de riesgo que refleja el usuario del crédito. En consistencia con la tasa líder, también registran un comportamiento al alza.
El aumento de estas tasas deviene en freno a la expansión de la economía y a la creación de fuentes de empleos, pero eso es lo que se busca con el aumento de la tasa de referencia: disminuir presiones. Si no se actúa a tiempo, el costo de deshacerse de la inflación puede ser mucho más elevado y persistente en términos de empleo, descenso de la actividad económica y malestar social.
Al aumentar el costo del dinero tiende a disminuir la presión que ejerce la ampliación de la demanda sobre la disponibilidad de bienes y servicios, la cual se está expresando como aumento de precios. Otra manera de decirlo: hay dinero para comprar, pero la oferta no está respondiendo con suficiente flexibilidad.
En el contexto actual del país, la inflexibilidad se deriva básicamente de que aún no se restablecen plenamente las cadenas de suministros a nivel internacional -lo cual se refleja como escasez de productos en diversos mercados- y de que existe reacomodos en esas cadenas, de la interrupción en los sistemas de transportes de mercancías y el aumento de sus costos -por diversas causas- y debido al retiro de oferentes de productos claves en el comercio internacional -como consecuencia de la guerra en Ucrania y las sanciones a Rusia-.
Además, las transferencias para minimizar los daños derivados de la reacción pública ante la pandemia e inducir la recuperación en economías de alto poder adquisitivo, en un marco de restricciones sobre la oferta, incentivaron el aumento de los precios -en ese entonces, la preocupación de las autoridades monetarias y fiscales estaba más bien en lo inverso, en la posibilidad de deflación-. Estos incentivos se sumaron a procesos en ciernes, de carácter más estructural, que sugerían la entrada en un ciclo inflacionario, que no fueron bien percibidas.
En la medida en que las presiones inflacionarias a nivel global no cedan va a ser muy complicado para el país retornar a los niveles de inflación objetivo de 3%, (+/-)1, definidos por el Banco de México, porque México es una economía nacional muy abierta al comercio. Los precios internacionales se transmiten rápidamente sobre los mercados domésticos, según se ha estado observando.
Por tal motivo, para México, el esfuerzo contra la inflación de economías con las que se comercia es clave, particularmente en el caso de Estados Unidos. La banca central de ese país ya ha adoptado una trayectoria de alza de en la tasa de interés y de retiro paulatino de liquidez, sin embargo, en nuestra opinión, se requiere de un esfuerzo adicional por el lado fiscal. Esto último es muy complicado en el contexto electoral actual de Estados Unidos.
A diferencia de otras economías, como la India, México no está restringiendo las exportaciones de productos agrícolas. Siendo gran importador de granos, más bien está buscando alentar su importación al reducir aranceles, para elevar la disponibilidad doméstica, mientras que busca cómo alentar mayor producción interna.
Es paradójico, otras economías se cierran, pero México se abre más al comercio, si bien las medidas arancelarias se han anunciado como temporales. Además, aunque no es un buen momento para salir a comprar en los mercados nacionales de granos, pues los precios están altos, se anuncia la decisión de constituir reservas de granos, a fin de mejorar la disponibilidad en el mercado nacional, y atacar eventualmente presiones futuras de alza en los precios de las subsistencias.
En realidad, a nivel internacional, está ocurriendo un cambio paulatino de enfoque, ahora se ve como una necesidad asumir el costo de hacer reservas de granos, para hacer que las economías nacionales sean más resilientes frente a choques externos. En este sentido, México no es único.