Claudia Sheinbaum Pardo ya nombró a trece integrantes de su gabinete. Todos ellos tienen estudios de posgrado, la misma Presidenta electa ostenta el grado de doctora en Ingeniería en Energía. Siete de ellos obtuvieron el grado de doctor y doctora en diferentes disciplinas (Rogelio Ramírez de la O., José Ramón de la Fuente, Rosaura Ruiz, Julio Berdegué, Alicia Bárcena, David Kershenobich y Luz Elena González), y seis de ellos en el extranjero. Un quinteto de ellas y ellos se graduaron de maestros en instituciones públicas mexicanas (Marcelo Ebrard, Raquel Buenrostro, Edna Elena Vega Rangel y Jesús Antonio Esteva). La única con estudios de licenciatura, (Derecho, en la UNAM), es Ernestina Godoy. Todos ellos, sin excepción, obtuvieron sus licenciaturas en México (UNAM, UAM, Chapingo, COLMEX). Ni uno solo de ellos estudió su licenciatura fuera del Valle de México. Salvo Julio Berdegué que estudió en Chapingo (Texcoco, Edo. de México), todos estudiaron la licenciatura en el antes llamado Distrito Federal. Y es probable que la mayoría de ellos hayan nacido en la capital del País. Quizá, una de las pocas excepciones de estos primeros doce próximos secretarios, es otra vez, Julio Berdegué, quien nació en Escuinapa, pero creció en Mazatlán.
El predominio de los chilangos en los gabinetes presidenciales es casi centenario y el de Claudia no será una excepción. Explicarlo sería tema de otro artículo.
Con Miguel de la Madrid (1982-1988) se inició el ya largo ciclo de secretarios de Estado con estudios de posgrado. Él mismo fue el primer Presidente en tener ese nivel de estudios (Maestría en Administración Pública, en Harvard). Carlos Salinas de Gortari fue el primero en graduarse de Doctor en la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard. Ernesto Zedillo lo emularía con un doctorado en Economía por la Universidad de Yale. Los siguientes cuatro, Fox, Calderón, Peña Nieto y López Obrador, sólo culminaron la licenciatura. Los tres primeros en universidades privadas y AMLO en la UNAM.
En efecto, aún con los cuatro presidentes anteriores a Claudia Sheinbaum, predominaron, aunque menos con López Obrador, los funcionarios con maestrías y doctorados, y con ello se consolidó la importancia en los asuntos de gobierno de especialistas en diferentes áreas de la cosa pública. A estos especialistas algunos los definen como tecnócratas, aunque no necesariamente un funcionario con posgrado es por definición tecnócrata, ni tampoco debe entenderse esa definición como peyorativa. Se dice que un tecnócrata es un funcionario especializado en un área determinada pero que nunca ha tenido un cargo de elección popular.
¿Qué tanta importancia tienen los posgrados, y dónde se obtienen, en la orientación política e ideológica de un gobierno?
Sin que haya una determinación mecánica de la orientación académica, filosófica e ideológica de un plan de estudios y/o de una universidad (pública o privada) sobre un político y/o funcionario, porque las experiencias y subjetividad de una persona pueden conducirlo por otro sendero, incluso contrario a la orientación ideológica predominante en su formación académica, lo más común es que los estudios que se adquieren, dónde y cuándo se obtienen, sí tengan una influencia decisiva en el quehacer de un político y/o funcionario público.
El mundo ha estirado su lista de grados universitarios fundamentalmente por razones de especialización científica y por el nivel de complejidad de las sociedades contemporáneas. Esta es tal que las administraciones públicas, sobre todo las federales, no han podido escaparse de ella. No obstante, el ideal de un funcionario público, sobre todo en un gobierno de izquierda, es que combine especialización en un área de conocimientos, sensibilidad social y experiencia política. A los gobiernos de la tecnocracia priista, sobre todo a los de Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, ponían su interés en formación académica del más alto grado, pero con una pobre sensibilidad social. Y en el caso de Peña Nieto con una total ausencia de ética.
A final de cuentas, los gobiernos de los últimos 42 años han incorporado, unos más otros menos, a funcionarios con los más altos niveles académicos y especializados en determinadas áreas de la función pública.
Sin embargo, en el caso de los primeros trece nombramientos de Claudia Sheinbaum, observamos que varios de ellos han tenido una amplia trayectoria en el mundo académico. Esto es muy claro en las doctoras Rosaura Ruiz, Alicia Bárcena y Luz Elena González, y en los doctores De la Fuente y Kershenobich. En el caso del doctor Berdegué, aunque su desempeño profesional no haya transcurrido fundamentalmente en las universidades su producción científica es vasta. Es decir, la Dra. Sheinbaum le da una gran importancia al conocimiento académico y a la formación académica para integrar su gabinete y orientar su gobierno.
A la vez, es evidente que en sus nombramientos le da igual relevancia a la solidez ética en la mayoría de los casos. Sobre todo, cuando observamos la trayectoria impecable de las doctoras Bárcena y Ruiz, y los doctores Berdegué, de la Fuente y Kershenobich, para poner cinco ejemplos.
Faltan por ver nombramientos claves en Gobernación, Educación y Seguridad, entre otros. Esperemos que confirmen las pautas que ha establecido la Presidenta electa con los primeros nombramientos. Si es así, habrá aún más confianza en que habrá un buen gobierno con la Dra. Sheinbaum.
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