Aunque suene a lugar común, lo cierto es que por azares del destino me tocó trabajar -y aprender- con cuatro de estos cinco periodistas excepcionales. Scherer García fue mi director durante 25 años, en Excélsior y Proceso. Con Leñero Otero, mi maestro, trabajé en Revista de Revistas, primero como reportero colaborador y luego como jefe de Información. Y en Proceso, hasta su retiro en 1996.

    @fopinchetti / SinEmbargo.MX

    Con la muerte de Carlos Payán Velver el pasado 17 de marzo se cierra un ciclo histórico del periodismo mexicano. Junto a Julio Scherer García, Vicente Leñero Otero, Miguel Ángel Granados Chapa y Manuel Becerra Acosta Ramírez, al recién desaparecido fundador de La Jornada, completa una quinteta formidable. En alguna manera ellos, todos ya fallecidos, cargaron con la tarea trascendental de abrir y ejercer la libertad de expresión en nuestro país en la segunda mitad del siglo pasado, en pleno predominio del PRI.

    Me parece que cada uno de ellos, con distintas trayectorias aunque coincidentes a veces de manera circunstancial, tuvo sus propias individualidades, cualidades, limitaciones y méritos. O dicho con mayor claridad: definitivamente no son comparables entre ellos. Y eso los hace por supuesto más interesantes.

    Encuentro de entrada dos diferencias importantes entre Payán Velver y los demás. Una: mientras éste fue esencialmente, además de periodista y escritor, un militante político activo, incluso partidista, que llegó a ocupar una senaduría por el PRD, los otros cuatro se mantuvieron en una línea fundamentalmente crítica frente al poder, pero alejada de las ideologías, para desde ahí ejercer un periodismo libre e independiente. Y dos: a diferencia del jefe jornalero, que siempre ocupó niveles directivos en los medios en los que trabajó, sus colegas fueron todos reporteros, gente de las infanterías en el inicio de sus carreras.

    Scherer García (1926-2015) ingresó a Excélsior antes de los 18 años de edad, como “hueso” de la redacción. Fue luego destacado reportero, jefe de Información, ayudante de la dirección, subdirector y finalmente, a los 42 años de edad, director general del Periódico de la Vida Nacional. Ocupó el cargo de 1968 a 1976, cuando por una maniobra represiva del gobierno de Luis Echeverría salió del rotativo acompañado de dos centenares de reporteros y articulistas. Con varios de ellos fundó en 1976 el semanario Proceso, una publicación que revolucionó el periodismo mexicano. Se retiró formalmente 20 años después, en 1996, aunque se mantuvo como presidente de la empresa editora de la revista hasta su muerte, el 7 de enero de 2015.

    A su vez, Leñero Otero (1933-2014), luego de titularse como Ingeniero Civil en la UNAM y como periodista en la escuela “Carlos Septién García”, se inició como reportero en la revista católica Señal, antes de incursionar en la literatura. Luego de colaborar en varias publicaciones menores, hizo reportajes para la revista femenina Claudia -entre ellos uno célebre sobre la Zona Rosa- que acabó por dirigir entre 1965 y 1971. A invitación de Scherer García asumió la dirección de Revista de Revistas, semanario decano de la casa Excélsior que transformó por completo. Luego del golpe de Echeverría contra la cooperativa, fue cofundador y subdirector de Proceso, del que se retiró 20 años más tarde. Continuó ejerciendo el periodismo en el género de opinión, con una columna en la Revista de la Universidad.

    También Granados Chapa (1941-2011) se inició en el periodismo como reportero, en el semanario Crucero, dirigido por Manuel Buendía. Trabajó en la agencia informativa Informac, antes de colaborar en Excélsior, en donde más tarde fue secretario de redacción, articulista, ayudante de dirección y subdirector editorial. Con Scherer y Leñero fue fundador del semanario Proceso, como su director gerente. Al dejar el semanario fue coordinador de noticieros del Canal 11, director general de Radio Educación; coordinador editorial y subdirector del periódico Unomásuno; subdirector de la Agencia AMI, subdirector del periódico La Jornada; director de la revista Siempre! y del quincenal Mira. Destacó también como columnista y su Plaza Pública se publicó en diferentes medios durante más de tres décadas y hasta dos días antes de su muerte, el 16 de octubre de 2011.

    Becerra Acosta (1932-2000), se inició también como reportero en Excélsior, dirigido entonces por su padre. Fue luego editorialista, columnista político, secretario de redacción y subdirector hasta su salida el 8 de julio de 1976 al lado de Scherer, Granados Chapa y Leñero. Se separó del grupo que fundaría Proceso para emprender en noviembre de 1977 con varios de los reporteros su propio proyecto: el diario Unomasuno, que dirigió hasta 1989.

    A diferencia de los anteriores, Payán Velver (1923-2023) tuvo una trayectoria fundamentalmente como militante político, originalmente en el Partido Comunista Mexicano (PCM), en el que militó desde los 23 años de edad. Tuvo un primer acercamiento con el periodismo en la revista El Machete, órgano del propio PCM. Participó con Becerra Acosta en la fundación de Unomasuno, hasta que en 1984 fundó La Jornada, que dirigió hasta 1996. A diferencia de los otros cuatro integrantes del quinteto, que nunca se autodefinieron como “de izquierda”, él mantuvo su línea militante hasta el final: “Vengo de la izquierda y yo actué bajo esa norma que muchos olvidaron y tiraron a la basura. Yo no”.

    Aunque suene a lugar común, lo cierto es que por azares del destino me tocó trabajar -y aprender- con cuatro de estos cinco periodistas excepcionales. Scherer García fue mi director durante 25 años, en Excélsior y Proceso. Con Leñero Otero, mi maestro, trabajé en Revista de Revistas, primero como reportero colaborador y luego como jefe de Información. Y en Proceso, hasta su retiro en 1996.

    A Granados Chapa, mi entrañable manager, lo conocí desde que salió de prepa en Pachuca y trabajé con él en Excélsior y en Proceso. Y Becerra Acosta, bajo cuyas órdenes trabajé en la guardia de la redacción de Excélsior, fue clave en mi carrera: él me encomendó mi primer reportaje para Excélsior, que publicó en primera plana del diario el 27 de agosto de 1973, y me asignó como enviado especial para la cobertura del terremoto de Orizaba y Córdova en ese mismo año, mi primera misión informativa.

    A don Carlos no lo conocí en persona, cosa que de veras lamento; sin embargo, a través de su trabajo valoré siempre su talento, evidente en la ejemplar confección de La Jornada durante los 12 años que la dirigió, así no compartiera yo su línea de periodismo militante. Pienso que ejerció su libertad con honestidad. La prueba es la relevancia que alcanzó ese tabloide en el concierto de la prensa nacional. Y en su historia.

    A esos cinco grandes les dedico estas líneas con emoción, admiración y gratitud, en ocasión del deceso de Payán Velver, a sus 94 años de edad. Válgame.

    DE LA LIBRE-TA

    BIENVENIDO MISTER BARTLETT. Vaya ironía -o mala leche- del activo embajador gringo en nuestro país. Luego de la reunión que sostuvieron con AMLO y John Kerry, el enviado de la Casa Blanca para el clima, al solícito Ken Salazar se le ocurrió proponerle a Manuel Bartlett Díaz una próxima reunión ¡en Washington! Dicen que al titular de la CFE se le pararon los pelos de punta, como si hubiera recibido una descarga eléctrica. ¿Por qué sería?