Siempre se dice que un buen libro nunca da una buena película y viceversa. No siempre es el caso, pero son dos artes tan diversas y dispersas que la discusión en pie se mantiene.
Netflix lo asume, luego de que en vida y éxito Gabriel García Márquez se negara a dar al paso al celuloide. Llegó a rechazar a Anthony Quinn. Sus dos hijos herederos decidieron dar ese paso en el formato de la series, el lenguaje del Siglo 21.
Comienza la polémica y empiezan las réplicas. Sergio del Molino, flamante Premio Alfaguara 2024, opina en El País lo siguiente sobre la serie Cien años de soledad transmitida en Netflix:
“Una fotografía más propia de un anuncio que de un drama, composiciones de planos que parecen pósteres y una desgana interpretativa que a veces raya en la parodia hacen de Macondo y los Buendía algo muy aburrido y plano. Cuando el niño Aureliano empieza a mostrar sus dotes premonitorias, ni la propia Úrsula (insípida, como casi todo el elenco, donde ni un personaje brilla o enamora) parece sorprenderse demasiado: a esta magia se le ve el truco todo el rato”.
Sergio del Molino por el momento es un buen escritor español posicionado por el premio; quisiera leer la opinión de algún colombiano. ¿Qué tanto les parecerá a ellos un montaje o el rescate de una página recuperada del calendario de los amados bisabuelos?
Personalmente coincido en varios detalles, pero si la he disfrutado es porque permite acercarnos a un entorno lo más parecido que provocó la novela.
Sólo los hijos de García Márquez podrían y pueden vislumbrar qué tipo de ambientes, objetos y rostros nutrieron el imaginario de su padre al enfrentar la escritura de esta gran novela.
Quizás como siempre falla el tono al adoptar un aliento narrativo canónico, muy respetuoso del original -como debe ser- y hubiera venido bien un aire de jocosidad como el del viejo cine mexicano, del cual sin duda abrevó García Márquez, ya que la novela tiene un ritmo de bolero: no es por nada que la sangre de un asesinado se va directo a la casa de la madre como si fuera la letra de un tango.
La actuación tan solemne y hierática tal vez haya sido parecida a la actitud cotidiana de esas personas aisladas, mas cercanas a la naturaleza salvaje y al mundo indígena que a la cultura criolla. El único actor que noto “suelto” es el capitán Roque Carnicero en los tiempos finales.
Ese abordamiento con un tono de las Santas Escrituras puede crear una brecha ante el espectador; a ratos me parece más una adaptación de Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier, cuyos capítulos finales son muy parecidos a los primeros de Cien años de soledad... incluyendo la armadura descubierta en la selva y las mariposas volando en un sepelio.
Hay calidad, superior a la de otras series latinoamericanas de Netflix. Pero qué mejor que la haga un equipo de talento con conocimiento inmediato y no tener que esperar 50 años -el tiempo de vigencia de los derechos de autor- a que otro “crew” nos ponga un verdadero anuncio de café colombiano con las fobias y luchas sociales de aquel futuro e impensable momento.
Hay una escena, a los 10 minutos del capítulo 3, en la que Aureliano Buendía va a la tienda de los turcos a comprar ácido y hojas de oro, es un guiño familiar y al futuro: la chica que lo ve al otro lado del mostrador es una versión previa de Mercedes Barcha, quien era hija de inmigrantes árabes y de quien Gabriel García Márquez se enamoró viéndola en la tienda familiar, aunque aquí no la mira.
Aureliano es una versión alter ego del joven Gabriel García Márquez, mientras que José Arcadio hijo, de su hermano disoluto y burdelero que en la vida real mandaron al reformatorio, pero aquí mejor se va con los gitanos. Y la verdad, el padre de don Gabriel era bastante irresponsable, pasaba días sin trabajar como lo hace el mismo de la novela y la serie, sólo que en vez de alquimista era un falso médico homeópata adepto a las infidelidades.
Existe una escena similar en la novela, pero es casi al final, cuando Macondo se ha convertido en una versión moderna de Barranquilla... ¿sí se dieron cuenta? ¿La recuerdan, lectores de la novela? Ahí compara a la dependienta con una mirada de serpiente del río Nilo.
Secreto guiño que hicieron los hijos al incluir a sus padres, simbólicamente, en la serie. Para eso sirven el cine y la literatura: unir a los vivos y a los muertos en un solo instante de realismo mágico.
¿Seguirá igual de fuerte la continuación de la historia? Borges opinó que los primeros 50 años de Cien años de soledad fueron los mejores. Veremos dentro de un año el resto de el siglo de García Marquez si no acontece otra turbulencia social o económica en el moderno sistema de estudios.
-