El pasado 30 de diciembre, el Presidente de El Salvador, Nayib Bukele, anunció que en este año se iniciará la construcción del Estadio Nacional de El Salvador con ayuda de la República Popular China. El país asiático otorgaría un fondo de cooperación de carácter no reembolsable por la cantidad de 500 millones de dólares, que se ocupará para la construcción de obras públicas entre las que figura dicho recinto deportivo. El Estadio Nacional se construirá en el área que comprende la Escuela Militar de la Fuerza Armada, contará con una capacidad para 50 mil espectadores y se espera que sea la sede de las Selección Nacional de Futbol, y albergue otros eventos. De acuerdo con el Mandatario, el estadio tendrá tecnología de punta y será símbolo de innovación, así como de la amistad entre ambos países.
Lo anterior, forma parte de una serie de prácticas de cooperación bilaterales que la República Popular China ha implementado desde la década de los 50 y ha sido descrita por algunos países como la “Diplomacia de los estadios”. En 1956, China inició con la construcción del primer estadio de futbol en Ulán Bator, la capital de Mongolia, y posteriormente, entre la década de los 60 y 70 apoyó la construcción de otros más en los países africanos de Angola, Guinea Ecuatorial y Gabón. Más recientemente, en 2009, China participó para la creación y entrega de los estadios que se utilizaron para hospedar los XXV Juegos Asiáticos que tuvieron como anfitrión la región del Sudeste Asiático. Por otra parte, el 13 de septiembre de 2021, momento en que se llevaba a cabo la visita oficial del Canciller de China; Wang Yi en Camboya, el Gobierno chino hizo la entrega de un estadio en Phnom Penh.
Aunado a los países ya mencionados, Papúa Nueva Guinea, Sri Lanka, Fiji, Granada, Jamaica y Costa Rica también han sido receptores de este tipo de apoyo por parte del Gobierno de China. No cabe duda que estas acciones del país asiático buscan generarle un mayor reconocimiento y liderazgo internacional, aprovechando su poder económico y político en países en vías de desarrollo que con fondos propios difícilmente construirían edificaciones deportivas de esas características y dimensiones. Estas acciones de ingeniería y arquitectura se enmarcan en dos estrategias de política exterior china en Asia: sumar a más naciones a la “Iniciativa de la Franja y la Ruta” (IFR) y la defensa del principio de una sola China.
Sin embargo, con el reciente acuerdo con El Salvador, China confirma que la “Diplomacia de los estadios” también es utilizada para ganar influencia en Centroamérica y El Caribe, región con un grupo de países que por su fragilidad económica y político-institucional puede convertirse en un enclave para su liderazgo desafiante para EUA. Muestra de ello, se observa con el caso costarricense, ya que la construcción del estadio en San José. El apoyo económico que se le brindó a Costa Rica fue de 100 millones de dólares, con lo que se logró construir el recinto deportivo con capacidad para 35 mil asientos.
Sin embargo, algunos señalan que muchas de estas infraestructuras se construyen, además o principalmente, como un intercambio para obtener beneficios ventajosos para el gigante asiático. China ha obtenido jugosos negocios al establecerse en los países en vías de desarrollo en sectores como la diversificación de sus recursos energéticos, a través de la inversión en transporte, energía, industria, minería y comunicaciones. Esto ha asegurado un pago intemporal por parte de sus receptores y cuestiona profundamente el que estas edificaciones representen realmente medidas de cooperación internacional para el desarrollo.
Por ejemplo, hay indicios de que la entrega del estadio de Vientiane, Laos, se concretó porque China obtuvo supuestamente el derecho para construir un complejo corporativo en una zona ecológica protegida. Asimismo, en África se cuestiona que la mayoría de los estadios de futbol construidos ahí por China han sido con total participación de mano de obra, materiales y equipo directivo traído desde el país asiático y sin involucrar a la población local para su desarrollo económico y social. Existe información de que algunos estadios se encuentran en precarias condiciones debido al nulo mantenimiento, como el caso del estadio Sligoville en Jamaica. O el caso del estadio en tierras Ticas, en el cual se encuentra obligado a contratar a empresas chinas para su operación y mantenimiento.
Las condiciones y lineamientos en el establecimiento de estos estadios navegan en la opacidad cómplice entre país oferente y país receptor. Valdría mucho la pena que, al menos en el caso en puerta de El Salvador, se transparente más los acuerdos para realizar la obra con miras a que China construya un genuino liderazgo ético ante la opinión pública y a que los países sedes de los recintos obtengan beneficios económicos, sociales y deportivos para su desarrollo.