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Ya hemos comentado la carta agradecida que Albert Camus escribió a su maestro, Louis Germain, el 19 de noviembre de 1957, después de recibir el Premio Nobel de Literatura, en la cual reconoció el sustancial papel que había desempeñado: sin usted, “no habría sucedido nada de esto”.
Sin embargo, la relación existente entre maestro y alumno no se redujo a una sola carta, sino que mantuvieron una estrecha y continua correspondencia. No era tan frecuente e instantánea como se puede realizar hoy a través de correos electrónicos, pues había que esperar largos días a que llegara el cartero anunciando la respuesta tan ansiada. Empero, se leían con mayor gozo y fruición después de tan larga espera.
Afortunadamente, la mayoría de las cartas que intercambiaron se conservan y se publicaron recientemente en un libro titulado: “Cartas a mi maestro. Fragmentos seleccionados y correspondencia entre el Premio Nobel francés y su maestro”, de las cuales entresacamos lo siguiente:
“Un buen maestro es algo maravilloso. Usted ha sido el mejor de mis maestros y no he olvidado nada de lo que le debo.
“No se olvide de su hijo espiritual. Valoro su estima y su afecto más que todos los discursos en los que son pródigas estas gentes.
“Estoy feliz con la idea de volver a verlo y abrazarlo. Se han cumplido treinta años desde que tuve la suerte de conocerlo.
“No se imagina hasta qué punto perduran su recuerdo y mi gratitud... Puede venir a comer a Bougival y le presentaré a mi mujer, que lo conoce como a uno de los dos o tres hombres a quienes debo casi todo”.
“Conserve siempre el afecto que me profesa. En este mundo enloquecido, cada vez necesitamos más a aquellos que nos aman”.
¿Mantengo comunicación con mis maestros?