Carta a Imelda y Raúl

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    No hay precedente en nuestra historia democrática de los últimos 43 años que los legisladores federales, y por simple reflejo los diputados locales, hayan votado a favor de una política tan regresiva en materia de libertades, derechos y garantías políticas.

    Estimados senadores, me dirijo a ustedes, en mi calidad de ciudadano libre, atento y preocupado por su desempeño como legisladores en la Cámara Alta donde al tomar posesión del cargo juraron con el brazo en alto: “cumplir y hacer cumplir la Constitución”.

    Y no le han cumplido.

    Los he visto abyectos y no doy crédito, votaron a favor de la militarización del País y ahora, sin prurito alguno, lo hacen contra el sistema democrático.

    Y me sorprende, porque lo hacen contra sus convicciones democráticas de hace pocos, muy pocos, años.

    Aquellas que les han permitido acceder a los cargos de dirección partidaria y representación política durante su dilatada trayectoria en la izquierda sinaloense.

    No hay precedente en nuestra historia democrática de los últimos 43 años que los legisladores federales, y por simple reflejo los diputados locales, hayan votado a favor de una política tan regresiva en materia de libertades, derechos y garantías políticas.

    Y eso, lo llevarán para siempre en sus biografías políticas y sufrirán el reclamo cuando sean echados por simple ineficiencia y rotación de las élites.

    Recordemos que las luchas de lo mejor de la izquierda social y política fue la creación y el fortalecimiento de las instituciones democráticas del País.

    Y, paradójicamente, son ustedes, Imelda y Raúl, los que con sus votos acríticos están en la tarea de la destrucción en aras de un “modelo democrático” de dudosa factura que pretende eternizar una visión de país en menoscabo de la pluralidad política.

    Es lo que está detrás del fracaso de la iniciativa presidencial en materia de reforma electoral y, ahora, del llamado Plan B o C, que ustedes votaron en una acción políticamente irresponsable que restará presupuesto, estructura, personal y capacidad operativa al Instituto Nacional Electoral y a los organismos públicos locales, y que busca establecer un nuevo sistema de partidos hegemónico en un contexto marcado por la “colombianización” y la militarización del País o sea en un tiempo en que la lógica llamaría a la suma en la diferencia.

    Y su abyección solo se explica en la obediencia ciega al líder, al mito obradorista y al deseo de ustedes de permanecer bajo el aura protectora del movimiento.

    En su rendición se han olvidado del ABC de la democracia que enseña que no es el espacio de los sistemas de partidos casi únicos y, menos el espacio de las figuras providenciales, sino el de la voluntad popular expresada en los votos de hombres y mujeres libres que produce periódicamente representación política y, con ello, contrapesos institucionales que garantizan los equilibrios y las libertades públicas.

    Sé que en su irresponsabilidad podrán argumentar en su defensa que sus votos son por disciplina de partido o por el proyecto político justiciero de la 4T, incluso, podrán decir que es para mejorar la vida de los más pobres de este país cuando en estos años la realidad demuestra que habido un incremento de ellos.

    Y rollo no les faltará, algo han aprendido en sus andanzas y arreglos políticos.

    Pero, sospecho, que en su fuero interno, si pervive algo de su vocación democrática, ni ustedes se la creen y lo hacen por sintonía de mayoría o mejor por interés para continuar haciendo lo mismo en su pobre vida política.

    O, acaso ¿en los ya cuatro años de Imelda y en el año de Raúl como senadores han tenido alguna intervención por la cual los sinaloenses nos sintamos orgullosos y protegidos por la gestión de su representación?

    Vamos, ¿se sentirán orgullosos por haber legislado o hecho alguna gestión que haya redundado favorablemente, ya no digamos a todos los sinaloenses, sino a los sectores vulnerables que es el insumo más poderoso del discurso cuatroteísta?.

    No, han pasado desapercibidos, sin pena ni gloria, como figura muda y escenográfica en los eventos públicos del Senado o los del Gobernador y algunos alcaldes.

    Vamos, como figuras estelares de sus informes protocolarios que lo hacen para presumir sus carencias.

    Y así, habrán de terminar su “gestión”, como senadores de la República.

    Ahí está su ausencia, su invisibilidad y el constante medrar en la política sin dejar nada a cambio.

    Sin el coraje para alzar la mano y decir: ¡Eso no!, no, porque va contra mis certezas y mi vocación democrática.

    Prefieren el silencio, la invisibilidad, el montón, ese montón que, de vez, en vez, hace bola para justificar su presencia y arengar consignas y maldiciones en ese espacio donde debería imperar inteligencia e información, a la hora de discutir los grandes problemas nacionales y aportar ideas o legislación que mejoren realmente las condiciones de vida de los sectores más vulnerables de la sociedad.

    Vaya, qué manera de desaprovechar la oportunidad que le dieron los votos de los sinaloenses para construir una carrera parlamentaria digna de reconocimiento y respeto, de pasar a la historia de los hombres dignos e ilustres del estado y, ante este fracaso que quieren volver triunfo, tener que soportar ser señalados como rémoras de la política, agachones y miembros del coro fácil del parlamento.

    La historia no los absolverá, por el contrario, los cuestionará severamente por la falta de voz propia en este momento crucial para la democracia y para que sus convicciones se oyeran y eventualmente evitaran este tropiezo en la vida pública del país.

    Y es que, tan sencillo, el país es más que una voz, por más poderosa que esta sea, tendremos como país que enderezar los productos de estos actos de prepotencia, egocentrismo, sumisión y abyección que domina hoy la política nacional.

    Porque no hay de otra, es democracia o es autoritarismo, es democracia o es maximato, es democracia o son libertades públicas.

    No hay espacio para una tercera vía y en ese dilema histórico Imelda y Raúl, decidieron ir en contra de las instituciones que en este momento apoyaron para situarse a la diestra del Presidente, como lo hicieron nuestros impresentables diputados que literalmente votaron las reformas sin siquiera haberlas leído.

    Claro, dirán sus acólitos, en la política el bien mayor se impone sobre el menor, o más coloquialmente es el arte de comer mierda sin hacer gestos, pero, senadores: Ustedes, Imelda y Raúl, han dicho que son diferentes, que no los confundan con los priistas, panistas o perredistas, que habrían de hacer las cosas en forma totalmente distintas, y nunca, atentar contra el pesebre democrático, las reglas de competencia, la pluralidad política.

    Imelda y Raúl, por último, quisiera hacer esta reflexión, hicieron lo que nunca debieron haber hecho si quieren un lugar en la historia de la política sinaloense, vendieron su alma al diablo, al tener visión de corto plazo y someterse sin más, a los dictados y caprichos de su líder político, ese que se va y ustedes se quedarán, y en lugar de ver alto, más allá de la coyuntura y más cerca de sus ideales de juventud, decidieron ir contra su biografía política a la que traicionaron. Y un ser humano que traiciona ¿qué le queda?

    Al tiempo.