Es conocida la frase en que Jesús conmina a sus discípulos a cargar con su cruz: “Y el que no toma su cruz, y sigue en pos de mí, no es digno de mí” (Mt 10,38).
Sin embargo, más que cargar nuestra propia cruz, queremos endosarla y que otros la carguen por nosotros. Actuamos de manera egoísta, en lugar de cargar también sobre nuestra espalda las cruces de los demás.
En la quinta estación del Vía Crucis - El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz- tocó a una persona detenida realizar su reflexión: “Con mi trabajo, ayudé a generaciones de niños a caminar erguidos. Después, un día, me encontré tirado por tierra. Fue como si me hubieran roto la columna. Mi trabajo se volvió el pretexto de una acusación infamante. Entré en la cárcel, la cárcel entró en mi casa”.
Reconoció que el peso que le endilgaron los demás es tremendo: “La cruz que me cargaron en la espalda es pesada. Con el pasar del tiempo aprendí a convivir con ella, a mirarla a la cara, a llamarla por su nombre”.
Subrayó que en el infierno del presidio encontró un cireneo: “Lo conocí la primera noche que pasé en la cárcel. Era un hombre que había vivido durante años en un banco, sin afectos ni ingresos. Su única riqueza era una caja de dulces. Él, aun cuando era goloso, insistió que la llevase a mi mujer la primera vez que vino a verme. Ella comenzó a llorar por ese gesto tan inesperado como afectuoso”.
Finalmente, expresó su máximo deseo: “Estoy envejeciendo en la cárcel. Sueño con volver a confiar en el hombre algún día, con convertirme en un cirineo de la alegría para alguien”.
¿Actúo como cireneo? ¿Alivio el dolor y comparto alegría?
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@rodolfodiazf