“Caras vemos, corazones no sabemos”, señala un conocido refrán que busca subrayar un conocimiento superficial, el cual abarca solamente el terreno de las apariencias.
En la Biblia, hay un pasaje en el que Dios le recomienda a Samuel que no juzgue por apariencias, pues éste creía que la estatura o fortaleza física definía el valor de una persona: “No juzgues por su apariencia o por su estatura, porque yo lo he rechazado. El Señor no ve las cosas de la manera en que tú las ves. La gente juzga por las apariencias, pero el Señor mira el corazón” (1 Sam 16,7).
A nosotros nos sucede de igual manera, y no sólo cuando juzgamos el proceder de alguien, sino simplemente al verlo, sin saber si se encuentra enfermo o sobrelleva algún sufrimiento o dolor.
El martes tuve la oportunidad de saludar por última ocasión al Maestro Gilberto Javier López Alanís, quien iba a grabar un programa de radio junto con Teodoso Navidad. Nunca me imaginé que sería el último encuentro con este gran historiador y amante de la cultura, que falleció sorpresivamente el viernes 2 del presente debido a un padecimiento cardiaco.
Gilberto fue un acucioso investigador y un buen amigo. El Archivo Histórico del Estado fue su más grande obra, encomienda que abrazó con incontenible pasión. Como persona era de trato afable y respetuoso. Hombre de familia y de grandes valores. Nativo de Guamúchil, pero avecindado tempranamente en Culiacán después de estudiar en la Ciudad de México.
La reflexión que comparto es la siguiente: No dejemos para mañana los saludos, afectos, palabras y atenciones que podemos brindar hoy. No sabemos si será la última ocasión que compartiremos un memorable instante con quien está por emprender el viaje hacia la eternidad. ¡Descanse en paz!
¿Aprovecho todo momento?