Candidatos,
¿es importante el pasado?

    Cuando los jefes de campaña o publicistas hablan con los candidatos antes del arranque del proceso electoral suelen usar una máxima: “si lo pensaste dímelo, porque seguro brincará durante la campaña”. Todo lo que haya pasado a lo largo de la vida de un candidato será usado por sus opositores. Por más grave que sea “el pecado” siempre es mejor tener la respuesta preparada de antemano a que los agarren descolocados o, peor aún, en la mentira como le sucedió a la candidata de Morena en Nuevo León, Clara Luz Carrales, que se le vino la noche por tratar de ocultar en un tema vergonzoso, pero en el fondo trivial.

    El pasado acecha, se manifiesta en delitos tan terribles como los que se le acusa a Félix Salgado Macedonio (el único mexicano con derecho a la presunción de inocencia en la Mañanera) o asuntos aparentemente sencillos como una reunión con un personaje que luego se volvió incómodo (de hecho, lo más vergonzoso del video de Clara Luz no es la compañía de Keith Raniere, un fanfarrón que a la postre resultó un violador, sino bajísima la calidad del diálogo). Así como les brincó el pasado a estos personajes, ambos candidatos a gubernaturas por Morena, les va a saltar a la liebre, en menor o mayor medida, a todos.

    En una campaña donde el común denominador es la migración de los políticos de un partido a otro, lo que van a sobrar son escándalos o en el mejor de los casos evidencia de las contradicciones históricas de los candidatos. La muerte de las ideologías como eje articulador de los partidos políticos y la lucha por el poder da lugar a las más extrañas mezclas, no solo entre antiguos rivales políticos (la alianza PAN-PRI-PRD es la muestra más patente de ello) sino entre visiones contradictorias, hoy articuladas por el mágico pegamento del poder.

    ¿Importa el pasado de los candidatos? Cada vez menos y en estas elecciones será particularmente poco significativo. Una de las consecuencias de las fake news y la post verdad es que nada y todo es creíble y cualquier acusación se trivializa a tal grado que resultan igual de (in)trascendentes cinco acusaciones por violación y abuso sexual de parte de un personaje que va de macho por la vida, que una reunión de una candidata con quien a la postre resultaría un delincuente, pero de lo más que puede acusársele es de poner cara de boba frente a un personaje que dice obviedades en un idioma que ella no parece entender.

    Si algo no ha entendido la oposición en este país es que, para ganar o al menos para tener una presencia significativa, es más importante tener ideas y propuestas que generen esperanza que videos y expedientes judiciales que solo demuestran lo que ya sospechábamos: se parecen demasiado, porque son los mismos.